Por Eros Ortega Ramos*
El 24 de marzo del año en curso, el periódico “La Jornada de Oriente” publicó una nota con el siguiente título: “Extrae Bonafont un millón 400 mil litros de agua diarios de veneros del Iztaccíhuatl”. En ella, de acuerdo con versiones de distintos trabajadores de la compañía perteneciente al Grupo Danone, misma que es de origen francés, la empresa “Bonafont” explota de manera ilegal más de un millón de litros diarios de agua de los llamados veneros del volcán Iztaccíhuatl desde hace más de 20 años:
“En números, la multinacional envasa 60 garrafones de 19 litros por minuto que representa mil 140 litros de agua, con un valor de 2 mil 640 pesos, si tomamos en cuenta que el costo por unidad es de 44 pesos. Al año estas cifras se elevan a 31 millones 536 mil garrafones envasados, 599 millones 184 mil litros de agua, y ganancias por 1 mil 387 millones 584 mil pesos” (LaJornadadeOriente, 24/lll/21).
Ante esto, pobladores de distintas comunidades ubicadas en la región de San Pedro Cholula, Juan C. Bonilla, Tlaltenango y Coronango levantaron un plantón frente a la empresa que se encuentra en la comunidad de Santa María Zacatepec, con la finalidad de exigirle al gobierno del estado que cierre de manera definitiva dicha empresa que, al menos hasta ese momento, no se sabía que explotaba el agua de una forma tan desmesurada. Pero la explotación no se reduce exclusivamente a este recurso natural, sino que también es practicada hacia los trabajadores que, por órdenes de la empresa, tienen que trabajar muchas más horas de las establecidas conforme a la ley:
“En entrevista telefónica, uno de los empleados de Bonafont, quien pidió el anonimato, reveló que desde la declaratoria de emergencia sanitaria por Covid-19 se incrementó la demanda de garrafones y de sistemas de purificación hasta 30 por ciento. Explicó que esta situación ha permitido que trabajen hasta tres turnos durante 24 horas en el último año, labor que se mantiene parada desde el pasado lunes por la resistencia de los pueblos” (LaJornadadeOriente, 24/lll/21).
Aunado a esto, los lugareños de las respectivas comunidades anteriormente mencionadas cerraron de forma pacífica la autopista federal México-Puebla, denunciando que la empresa de la llamada “agua ligera” ha estado extrayendo clandestinamente el líquido vital de un tercer pozo ubicado en un predio cercano, el cual también es utilizado como estacionamiento de los vehículos de sus trabajadores. Asimismo, demandaron a las autoridades, tanto municipales como estatales, la puesta en marcha de una minuciosa inspección en la zona para determinar si la empresa cumplía con los requerimientos impuestos por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), de lo contrario, exigieron su clausura inmediata.
Ya para el 08 de abril, Bonafont exhortó al gobierno de Puebla a intervenir urgentemente para levantar el plantón que desde el pasado 22 de marzo mantienen los habitantes del municipio de Juan C. Bonilla. Y es que con base en información dada a conocer hace algunos días también por el periódico “La Jornada de Oriente”, la empresa sí cuenta con la autorización de CONAGUA para explotar agua al por mayor:
“la empresa cuenta con dos concesiones emitidas por la Conagua para extraer 105 mil 229 metros cúbicos de agua al año, con título 04PUE100118/18FMDL08, expedida el 9 de octubre de 1994; y la número 5PUE1000086/18HMGE94, con fecha del 7 de octubre de 1994. En esta última sin transparentar el volumen a explotar de los veneros del volcán Popocatépetl” (LaJornadadeOriente, 24/lll/21).
Típico del falso discurso ecologista que actualmente reproducen las empresas transnacionales con la finalidad de distraer al consumidor del verdadero problema de fondo; el de la explotación o contaminación indiscriminada por parte de ellas mismas, tanto de los recursos naturales como del medio ambiente. Tal y como sostiene Sergio Federovisky en su libro “Los mitos del medio ambiente” respecto a la mal llamada “conciencia ambiental”:
“Es cierto que tiene que haber conciencia para ejecutar un cambio de conducta como el que reclama la práctica ambientalmente sustentable. Pero en lugar de ser una receta se ha convertido en una coartada. Detrás de la idea de que todos somos responsables se esconde el verdadero responsable, que no da la cara. Y detrás de la de que lo que va a cambiar las prácticas es la conciencia, se esconde la coartada para no aplicar políticas de estado” (Infobae, 11/V/13).
El mejor ejemplo de esto es la prohibición de las bolsas de plástico en la CDMX a partir de enero del año pasado con el decreto de la Ley de Residuos Sólidos de la Ciudad de México publicado en la Gaceta Oficial. Así, mientras que enormes y multimillonarias empresas como Bonafont se están acabando el agua sin ninguna prohibición por parte del Estado, para que, además, sea vendida a precios exorbitantes a los consumidores, el discurso encubridor del ecologismo asegura que la solución es prohibir la repartición de bolsitas de plástico para rescatar al planeta del desastre ecológico que, irresponsablemente, esos mismos consumidores han provocado durante muchos años. O sea que, bajo esta descarada y engañosa lógica: es el consumidor el único responsable del cuidado y preservación del medio ambiente con la reducción y, en el mejor de los casos, eliminación de sus bolsas de plástico. ¡Vaya tontería! Lo que se está haciendo, tal y como asegura Federovisky, es esconder y solapar al verdadero responsable, que, aunque esté acabando con un recurso vital para la preservación del medio ambiente y de la vida humana, no dará la cara.
De ahí que, a pesar de que desde el 2012 más de 100 países manifestaran sus preocupaciones por el creciente daño ambiental ocasionado por el modo de vida de
las personas en la llamada “Cumbre de la Tierra” (ECO-92) llevada a cabo en Río de Janeiro, a más de veinte años de su realización prácticamente todos los indicadores medioambientales empeoraron dramáticamente al no ponerse en práctica las políticas acordadas en materia de prevención y cuidado ambiental. Por eso, si queremos hacer algo realmente beneficioso para el cuidado del medio ambiente, primeramente, tendríamos que dejar de reproducir ese patético discurso que asegura que “el cambio está en uno mismo”, ya que la responsabilidad de su preservación es compartida, tanto por parte de la sociedad, como por parte de las trasnacionales que hoy por hoy se siguen sirviendo con la cuchara grande en cuanto a los recursos naturales y al medio ambiente se trata.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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