Por Eros Ortega Ramos*
La tensión entre Estados Unidos e Irán no es nueva, desde hace varios años sus intereses por el petróleo en este nuevo siglo de escasez y no muy lejana extinción de éste han llevado a ambas naciones a iniciar conflictos diplomáticos que, como era de esperarse, desencadenaron en conflictos bélicos que hasta la fecha han cobrado la vida de militares tanto iraníes como estadunidenses. Hablando de estos conflictos, el más reciente inició cuando algunos funcionarios estadunidenses responsabilizaron a Irán de haber atacado dos buques cisterna en el mes de junio del año pasado, cerca del llamado estrecho de Ormuz, catalogado como una de las más importantes vías para transportar el “oro negro” mundial, o sea, el petróleo.
Días después de que el gobierno estadunidense dio a conocer tales ataques, el Pentágono dio luz verde al despliegue de aproximadamente 1000 soldados adicionales hacia Medio Oriente, equipados con equipo de vigilancia y militar, con la intención de intimidar a Irán en su estrategia de saboteo (si es que en realidad existió tal estrategia). Ante esto, Teherán respondió sin la diplomacia que Estados Unidos esperaba, amenazando con violar una parte considerable del acuerdo internacional pactado en el 2015, el cual fue diseñado para evitar el avance del programa nuclear desarrollado por Irán: “Los países en el pacto habían aceptado reducir las sanciones económicas a Irán mientras que Irán cumpliera con su parte, que incluye frenar sus actividades de enriquecimiento de uranio. Irán dijo que pronto violaría el límite sobre acumulación de uranio” (TheNewYorkTimes, 21/VI/19).
Hasta este punto es importante recordar que la provocación fue iniciada ni más ni menos que por los Estados Unidos, ya que en el 2018 Trump decidió salirse del acuerdo con Irán respecto a la producción de armamento nuclear. Y pese a que dicho acuerdo aún se mantiene en vigor en otros cinco países, la administración comandada por el magnate volvió a imponer exorbitantes sanciones económicas a Irán, presionando de esta manera a algunos países para que hicieran lo mismo, llevando así a la economía iraní a un inevitable estancamiento.
Pero la bomba explotó cuando tan sólo tres días después de haber iniciado el año 2020, el Pentágono hizo pública la noticia de que Qasem Soleimani, principal líder de la fuerza de élite de la Guardia Revolucionaria (Quds), fue asesinado por órdenes de Trump a consecuencia de un ataque instruido desde la Casa Blanca: “El ataque que terminó la vida de Soleimani se produjo en el aeropuerto de Bagdad, Irak, donde también murió el comandante iraquí Abu Mahdi al Muhandis” (BBC, 05/I/20). Soleimani era considerado como el segundo hombre más poderoso de su país, superado tan sólo por el líder supremo de Irán, Alí Jamenei.
Como era de esperarse, luego de darse a conocer la noticia por parte de distintos medios internacionales, se declaró duelo nacional por parte de Jamenei, así como la advertencia de una “severa venganza a los criminales” que perpetraron el ataque contra el líder. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Javad Zarif, declaró que el ataque hacia Soleimani se trataba de un “acto de terrorismo internacional”, catalogando a Estados Unidos como el principal responsable de “todas las consecuencias de su deshonesto aventurismo” hacia los países de medio oriente: "La brutalidad y la estupidez de las fuerzas terroristas estadounidenses al asesinar al Comandante Soleimani harán sin duda que el árbol de la resistencia en la región y el mundo sea más próspero", continuó Zarif (BBC, 05/I/20).
Entre los dimes y diretes con connotaciones bélicas entre ambas naciones, Irán respondió bombardeando con misiles balísticos dos bases estadounidenses ubicadas en Irak, las cuales albergaban militares norteamericanos. De acuerdo con información proporcionada por el propio Pentágono, ambos complejos militares ubicados al oeste de Bagdad y de Irbil, fueron impactados por más de diez cohetes. Ante esto, Trump afirmó que por el momento todo estaba bien y bajo control, haciendo alarde de su poderío militar al presumir que cuenta con “el ejército más poderoso y mejor equipado del mundo, ¡de lejos!”, sin mencionar una sola palabra respecto a las vidas humanas perdidas a consecuencia de los bombardeos.
Poco a poco fueron esparciéndose supuestos videos del ataque en las principales redes sociales con encabezados amarillistas que alertaban del inminente inicio de una Tercera Guerra Mundial, ahora nuclear, con consecuencias funestas para el planeta entero. Diferentes opiniones, principalmente emanadas de la vox populi, condenaban el insensato proceder del mandatario estadunidense en su afán de iniciar un conflicto armado, otra vez, en Medio Oriente. Y es que parece ser que el país vecino es de oídos sordos respecto a la necesaria diplomacia que tanto sugiere la ONU ante problemáticas de esta naturaleza. El emotivo discurso trillado, ampliamente conocido y divulgado por la historia, salió a relucir de nueva cuenta: "A dirección del presidente, las Fuerzas Armadas de EE.UU. tomaron una decisiva acción para proteger al personal estadounidense en el exterior matando a Qasem Soleimani", señaló el Pentágono en un comunicado oficial.
Estados Unidos es famoso por asesinar a aquellas personas que, para ellos, representan serias amenazas para la humanidad, así como también por llevar “paz” y “democracia” a las naciones que más lo necesitan, en aras de construir un mundo con armonía y felicidad, libre de terrorismo. Es así como el día 8 de enero del año en curso por la mañana, Trump ofreció una conferencia de prensa para presumir que, ante los ataques referidos por ambas naciones, “Irán parece estar cediendo” ante el conflicto con su país, diciendo que “es algo bueno para todas las partes involucradas y algo muy bueno para el mundo”. Asimismo, el mandatario solicitó a China, Rusia, Alemania y demás potencias europeas que, tal y como él hizo al momento de llegar al poder, abandonen el acuerdo con Irán, firmado en el 2015, el cual suspende la producción de armamento nuclear de ese país.
¿Pero para qué externar una invitación de esta índole después de la violencia bélica? ¿No se supone que hay que evitar a toda costa que se siga produciendo armamento nuclear por parte de cualquier nación? ¿O estas medidas ya no aplican para nuestros salvadores, o sea, Estados Unidos? Habrá que esperar qué dice el empresario, que con su capricho reavivó un conflicto (posiblemente nuclear) que, como toda guerra, cobrará la vida de inocentes que nada tienen que ver con sus intereses político-económicos perversos.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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