Por Eros Ortega Ramos*
El pasado sábado 08 de febrero del año en curso, con base en los datos proporcionados por una tarjeta informativa de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, Érick Francisco “N”, de 46 años, asesinó a su esposa Ingrid “N” de 25, para después destazar sus extremidades y desollar su rostro para, creo yo, evitar su identificación. El feminicidio ocurrió en la calle Tamagno #258, en la colonia Vallejo, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero.
De acuerdo con la ex esposa del feminicida, Ivone Barragán Chávez, Érick le habló por teléfono para confesarle que había asesinado a Ingrid. Cabe resaltar que aún no hay precisión respecto a las versiones ofrecidas por parte de las autoridades, ya que no se sabe con exactitud si los elementos que hallaron el cadáver llegaron después de que los vecinos vieran a Érick escapar del lugar ensangrentado o si en un principio sólo se haya reportado a la policía de una supuesta “disputa familiar” entre la pareja.
Ante esto, los elementos que atestiguaron el espantoso hallazgo refieren lo siguiente: “Nos trasladamos al interior del edificio 5 piso, llegamos al departamento marcado con el número 501, donde la puerta está semi abierta y a simple vista notamos que en el suelo había manchas hemáticas y al dar un paso al interior vemos del lado derecho en la sala del departamento a una distancia aproximadamente a 2 metros se encuentra el cuerpo de una mujer en posición cubito dorsal totalmente desollado y una persona del sexo masculino sin camisa está en el costado derecho del cuerpo arrodillado y con un cuchillo en la mano derecha por lo que se le dan comandos verbales en esos momentos deja el cuchillo encima del cuerpo y se aproxima a nosotros, se pone boca abajo donde se le asegura y se leen sus derechos” (AristeguiNoticias, 11/II/20).
Poco tiempo después de que se diera a conocer la noticia del hallazgo, las redes sociales no tardaron en hacer lo suyo; irrespetuosas fotografías del cuerpo de la víctima comenzaron a circular en varios portales de Facebook y Twitter, mismas que desencadenaron todo tipo de especulaciones al respecto por parte de la vox populi. El tema del morbo y la ausencia de protocolos de seguridad para las víctimas ya lo he tratado hasta el cansancio en artículos de opinión anteriores, por lo tanto, no me concierne en esta ocasión, además, como sociólogo condeno rotundamente el actuar de la o las personas que con total descaro e impunidad expusieron dichas fotografías al escrutinio público.
Ahora, regresando al tema de la conmoción que suscitó este crimen, de acuerdo con la declaración que el acusado le confirió a un oficial poco después de su detención, todo inició cuando ella lo amenazó con un cuchillo debido a que había
ingerido bebidas alcohólicas, para posteriormente iniciar una discusión que lo llevó a asesinarla y posteriormente descuartizarla:
“-¿Y por qué la destazaste?
-No quería que nadie se diera cuenta
-¿Cómo fue que la mataste?
-Con ese mismo cuchillo que me golpeó se lo enterré por el cuello
-¿Y dónde tiraste todas sus partes, sus piezas, la carne que le quitaste?
-Le digo que al drenaje
-Al drenaje lo aventaste, ¿Por qué querías ocultar los hechos?
-Por vergüenza, miedo…”
La declaración de Érick Francisco “N” se puede ver completa en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=mgGCQ-aj1Qo
Como actual investigador del feminicidio, insisto en la importancia de privilegiar el análisis de los motivantes en este tipo de crímenes de odio. De lo que se trata en pocas palabras es de privilegiar las causas por encima de las consecuencias, sin descartar a estas últimas del análisis obviamente, como pocas veces se ha hecho con las investigaciones más recientes enfocadas al feminicidio, o sea; proponer hipótesis o, en el mejor de los casos, teorías tentativas que nos ayuden a comprender qué motivos están propiciando que se asesine a las mujeres en determinado territorio. Decir que a las mujeres las están matando únicamente por cuestiones de género puede ser un arma de doble filo en la búsqueda de explicaciones y soluciones al problema del feminicidio, ¿Por qué? Porque si decimos que la principal y única razón de su asesinato es por el simple hecho de ser mujeres, sin más ni más, corremos el riesgo de excluir del análisis variables de índole sociológico, antropológico e inclusive psicológico que ayuden a determinar el comportamiento y proceder del o la feminicida, tal y como lo he venido sosteniendo en la mayoría de artículos de opinión que he escrito respecto al feminicidio.
Existe un caso, a mi parecer muy ilustrativo, respecto a la importancia de investigar las causales en estos crímenes de odio.
Uno de los más impactantes en los últimos años ha sido el del llamado “monstruo de Ecatepec”. Juan Carlos “N” y Patricia “N” era una pareja que se dedicó a cazar a sus víctimas por más de cinco años en Jardines de Morelos, un barrio ubicado en el municipio de Ecatepec de Morelos. Cuando fueron detenidos, el asesino confesó a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) que había privado de la vida a un total de veinte mujeres, aunque los investigadores apuntaron a que fueron muchas más. La pareja desmembraba y despedazaba a sus víctimas luego de ser asesinadas, pero no conforme con esto, algunos de sus restos eran
depositados en un terreno baldío que se encontraba cerca de su casa, y algunos más eran conservados en bolsas de plástico, cubetas y hasta en una nevera (Nájar, 2018).
Su detención fue lograda gracias a que el 04 de octubre del 2018, mientras se encontraban paseando tranquilamente por la calle con una carriola y unas bolsas de plástico, fueron interceptados por unos policías que descubrieron que lo que realmente paseaban eran restos humanos. Posteriormente de haber sido detenidos, los elementos de seguridad hallaron cajas de cartón, bolsas y cubetas con pedazos de cuerpos en su domicilio. Ante el macabro hallazgo, el feminicida sostuvo sin remordimiento alguno frente al fiscal que los asesinatos que cometió eran una forma de venganza a causa de que durante su infancia fue su propia madre quien lo obligó a vestirse de mujer (Nájar, 2018). De acuerdo con los análisis psicológicos que le fueron practicados al homicida, se determinó que padecía de alteraciones de la personalidad a consecuencia de un trastorno mental de tipo psicótico desarrollado por las experiencias traumáticas que vivió durante su niñez. Respecto a su pareja y cómplice de crímenes, se determinó que estaba bajo un delirio inducido, probablemente por el propio Juan Carlos, así como también que padece de un retraso mental desde su nacimiento (Ramírez, 2018).
En el caso del llamado “monstruo de Ecatepec”, la evaluación de su salud mental plantea la posibilidad de que intercedieron una serie de variables de carácter psicológico que, a su vez, desarrollaron un conjunto de patologías en el homicida, las cuales fueron materializadas en el asesinato de mujeres. Los feminicidios que cometió antes de su captura fueron fruto de una misoginia alimentada por los severos traumas de la infancia causados por personas del sexo femenino, reflejados en desequilibrios mentales que alteraron el comportamiento del homicida en cuestión.
Con todo lo anteriormente expuesto: ¿Se da cuenta de la importancia que tiene descifrar la génesis motivante de este tipo de asesinatos, en lugar de reducirlos a meras “cuestiones de género”? Ahora, habrá que esperar si con Érick Francisco sucede lo que propongo o si solamente, como con decenas de casos más, se apuesta por la sanción punitiva que hasta la fecha sigue fomentando ese incompleto veredicto de que a las mujeres se les asesina por el simple hecho de serlo.
Gracias por su lectura.
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Correo electrónico: sociologia_uameros@hotmail.com
*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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