Resulta que el lunes 03 de junio del año en curso, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en compañía del secretario de Educación Pública Federal, Esteban Moctezuma, anunció la implementación del llamado “uniforme neutro” en el Colegio Guadalupe Ceniceros de Zavaleta, que contemplaba el uso de la falda y el pantalón, tanto para hombres como para mujeres. Esto quiere decir que dichas prendas de vestir serían unisex, o sea, no exclusivas de un solo sexo en particular.
Dicho lo anterior, a partir de ese momento las escuelas estaban autorizadas para permitir el acceso de hombres con falda y mujeres con pantalón. En palabras de la propia jefa de gobierno: “La falda no será exclusiva para las niñas y el pantalón para los niños. Acciones sencillas para promover igualdad de derechos”, según escribió en su cuenta de Twitter. Es así que esta medida de la “igualdad” comenzó a dividir a la opinión pública de una manera radical; por un lado se encontraba el sector que la rechazaba, argumentando que resultaba ineficaz en su propósito de promover la igualdad de género, por otro lado se encontraba el sector que celebraba la propuesta que desde su interpretación, aunque se trataba de un paso simple, resultaba efectivo en el camino de la inclusión y no discriminación en el país.
Antes de continuar, hay un punto muy importante que es fundamental aclarar; la cultura de la desigualdad de género es una realidad que se vive en nuestro país desde hace muchas décadas, por lo mismo, las manifestaciones de discriminación y violencia que trae consigo forman parte de una grave problemática social que exige ser atendida a la brevedad. Esto es irrefutable. Ahora, ya metidos de lleno en este escenario de igualdad que tan alegremente pretendía incentivar el también empresario Esteban Moctezuma, una incógnita se hizo presente gracias a los medios de comunicación que en su mayoría hacen cualquier cosa que sea necesaria para llamar la atención del espectador.
Estos le preguntaron a la doctora Sheinbaum si los capitalinos estaban “listos” para autorizar el uso de la falda por parte de los niños y el uso del pantalón (aunque socioculturalmente no es nada nuevo) por parte de las niñas, a lo que la jefa de gobierno respondió: “cuando uno abre derechos se van generando nuevas formas de conocimiento, de entendimiento y, lo más importante, es acabar con esta violencia y esta diferenciación de género” (ElUniversal, 04/VI/19). Pero todavía fue más allá, sin imaginar las futuras críticas, en su mayoría negativas, que poco tiempo después la obligarían a desistir de su polémica decisión: “Si todos los adultos nos vestimos con falda o pantalón ¿Por qué las niñas no pueden? Es una cosa muy sencilla, pero que genera igualdad” (ElUniversal, 04/VI/19).
Y como era de esperarse, comenzaron las fuertes críticas al respecto. La Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), por ejemplo, fue uno de los primeros colectivos en pronunciarse en contra al considerar que el problema de la desigualdad no se resolvía con este tipo de decisiones: “Eso no resuelve ninguna de las problemáticas reales que tienen los menores para garantizar sus derechos y oportunidades […] No queremos que se ideologice a los niños con estas medidas y, en nombre de la igualdad, se propongan acciones que nada tienen que ver con la educación” (ElUniversal, 04/VI/19). En cambio, la activista y fundadora de ProDiana AC, que es un grupo en defensa de los derechos del colectivo LGBT en México, Diana Sánchez Barrios, consideró que la medida iba a ayudar a muchos infantes transexuales, ya que: “les imponen todo lo masculino… y te impacta psicológicamente, se convierte en un problema” (ElUniversal, 04/VI/19).
Pero ya que el propósito de este breve artículo de opinión no es exponer una postura a favor o en contra respecto a la fallida implementación del uniforme neutro, me limitaré a explicar brevemente el único fin por el cual escribo todas estas líneas; la importancia de la CULTURA de la inclusión en la construcción de una verdadera igualdad de género, no sin antes recordarle a usted, estimado lector, que a la mera hora tanto Esteban Moctezuma como la propia Claudia Sheinbaum se echaron para atrás con la medida, asegurando días después que el uso de este uniforme estaba enfocado únicamente a las niñas para que pudieran usar pantalón si así lo deseaban en sus respectivas escuelas de la Ciudad de México.
O sea que la posibilidad de que los niños usaran falda había quedado descartada de forma definitiva: “En ningún momento señalamos, ni mi persona ni el documento, nada que fuera dirigido a los niños. La propuesta va dirigida a las niñas […] Lo único que hicimos fue decir: el uniforme va a constar también de pantalón para las niñas. Eso es lo que se apoyó” (AnimalPolítico, 06/VI/19). Pero obviamente no fue así, más bien lo que pasó fue que tanto él como la ingeniera no visualizaron la tremenda oposición con la que se iban a encontrar, porque como anteriormente mencioné de forma concisa: el rubro de la CULTURA es en el que se requiere trabajar urgentemente.
¿O acaso pensaron que los niños se presentarían como si nada a sus respectivas clases vistiendo faldas? ¿De verdad ignoraron todo el enorme contexto sociocultural e histórico que hay detrás de su uso? ¿Realmente no visualizaron las consecuencias que traería una medida de esta naturaleza al toparse con los usos y costumbres que a lo largo de las décadas se han consolidado en este país? Pues parece ser que no, porque aunque no nos guste, debemos de estar conscientes de que seguimos patrones de comportamiento dictaminados por esa cultura que no va a modificarse de manera radical con este tipo de propuestas.
Entendamos que la deconstrucción cultural es un complejo proceso que requiere de bastante tiempo para llevarse a cabo y que inicia desde la socialización primaria que se efectúa desde la más importante agencia de socialización por excelencia; el
hogar del infante. Por eso en fundamental que desde el nivel preescolar se le inculque a los niños valores que fomenten el respeto, la inclusión y la igualdad entre los sexos. De esta manera se deduce que antes de reproducir un patrón de comportamiento, se le tiene que enseñar a la persona cómo debe de reproducirse mediante el PROCESO EDUCATIVO O COGNITIVO. Así se concluye que antes de implementar una medida que tenga como fin fomentar la igualdad de género, primeramente se tiene que analizar el contexto sociocultural en el cual se quiere impactar para no llevarse desagradables sorpresas al vulnerar los usos y costumbres que ya se han consolidado previamente en una sociedad.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. |
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