Por Eros Ortega Ramos*
El día 04 de octubre del año en curso, después de meses de especulaciones
respecto a su majestuosidad y excelente manera de exponer la descomposición
social de nuestro tiempo, por fin se estrenó la aclamada película “Joker” (traducida
como “Guasón” para Hispanoamérica) en nuestro país. El largometraje, dirigido por
el cineasta Todd Phillips, es protagonizado por el actor puertorriqueño Joaquín
Phoenix, mismo que personifica a un comediante fracasado que, víctima de
violencia física y psicológica severa, se sumerge en el desequilibrio mental y en la
locura para convertirse de forma paulatina en un genio del crimen y la depravación
en la ciudad de Gotham.
En mi opinión como amante del cine (no como crítico, aclaro, ni mucho menos como
experto en este arte), nos encontramos ante un largometraje que si bien no
consideraría como una obra maestra, sí cumple cabalmente con las expectativas,
muchas veces impuestas, de la audiencia. ¿Pero por qué utilizo la expresión
“impuestas”? Por la sencilla razón de que gran parte de la comunidad cinéfila y de
la opinión pública es tremendamente influenciada por los medios de comunicación
hegemónicos en la industria del entretenimiento, principalmente en cuanto al
séptimo arte se refiere.
De ninguna manera escribo el presente artículo de opinión con la intención de
demeritar este largometraje, tampoco lo escribo con el propósito de hacer un
análisis exhaustivo de la película en sus aspectos técnicos; guion, diseño de
producción, diseño de arte, fotografía, sólo por mencionar algunos, ya que carezco
de los conocimientos necesarios para hacerlo adecuadamente. El único aspecto al
cual hago referencia desde mi punto de vista personal, es a la maleabilidad de la
opinión pública respecto a su percepción e interpretación de la película. Dicha
maleabilidad es inteligentemente trabajada por formadores de opinión; ya sean
sitios web, críticos, youtubers, “influencers” u otras personas encargadas de
desprestigiar o alabar determinada obra. De ahí que gran parte del éxito que ha
tenido la película se deba a la enorme expectativa de la gente, previamente
construida no necesariamente por expertos en la materia.
Un buenísimo ejemplo de lo que digo es un sitio web dedicado a la información,
revisión y distribución de noticias y críticas hacia películas llamado Rotten
Tomatoes (“Tomates Podridos” en español), el cual prácticamente se dedica a
juzgar (más que a opinar) qué obra es buena y qué obra es mala; qué obra debe de
verse y que obra no; qué obra es digna de recibir el reconocimiento del público y
qué obra debe de pasar desapercibida por las salas de cine, sin pena ni gloria para
su creador. Tal formador de opinión, de manera general, funciona de la siguiente
forma: “En una sección votan críticos profesionales, en otras votan los usuarios y
en otra se recopilan las dos secciones de críticas. Un tomate con la apariencia de
explotado es porque la película es mala (en la opinión de los críticos), y si el tomate
es un tomate «fresco» es porque la película está valorada a favor. Teóricamente, si
un actor hace una interpretación pésima, uno podría lanzarle tomates podridos (u
otras verduras según algunas costumbres); en cambio, si lo hace bien se le lanzan
rosas, aunque en la práctica real esto se haga pocas veces. En este sitio web se
aplica esta idea al recoger las opiniones de los espectáculos por medio de un
recuento de votos negativos y positivos. Los espectáculos que obtienen un
porcentaje de votos positivos inferior al 60% respecto al total se clasifican como
«podridos» (rotten), mientras que los que lo superan se clasifican como «frescos»
(fresh)” (Wikipedia, 11/X/19).
Cada vez que sale una publicación de este sitio de internet no puedo evitar
preguntarme: ¿Quiénes serán los “críticos profesionales” que están detrás de estas
críticas? ¿Bajo qué criterios se basarán para determinar que una obra es buena,
regular o mala? ¿Habrán estudiado cine o únicamente emiten su crítica bajo un
criterio meramente personal? Porque una cosa es que el crítico no conecte con
determinada película, que no le provoque ninguna emoción memorable y que no
tenga transcendencia para ÉL, pero de eso a clasificarla como mala, únicamente
porque no concuerda con su gusto personal, me parece una desfachatez total. Y
eso es precisamente lo que hacen estos sitios de internet supuestamente
especializados en cine; descalificar, juzgar y etiquetar.
Hace unos días tuve la maravillosa oportunidad de escuchar a un gran sociólogo
español llamado Manuel Castells, en una breve conferencia que ofreció en la UNAM
dentro de un seminario internacional llamado “(Re) pensar la democracia”, el cual
reunió a intelectuales de la talla de Lorenzo Meyer y Nadine Gasman. En este, el
pensador europeo refirió unas palabras a su numerosa audiencia que me dejaron
pensando profundamente; vivimos en una sociedad en la cual la información está
centralizada y la comunicación descentralizada. Esto quiere decir que aunque
tengamos una inmensa gama de posibilidades respecto a nuestra manera de
comunicarnos, la información que fluye a través de ésta comunicación sigue siendo
controlada por los grandes consorcios, en otras palabras –centralizada-. Eso es lo
que, a mi parecer, está pasando con el cine actualmente.
Tenemos un increíble abanico de posibilidades para acceder a él, para hablar de él,
para emocionarnos con él, pero al final, la información que gira en torno a él sigue
siendo centralizada por sitios como Rotten Tomatoes, sólo por mencionar uno de
los más influyentes en la actualidad. Pero eso no es lo más preocupante, lo que
realmente debería de alarmarnos como consumidores del cine (al menos en caso
de un servidor), es la gigantesca influencia que tiene en la opinión y el criterio de
éstos. Al espectador hoy en día se le dice qué ver, cómo verlo, y cuándo verlo, y el
mejor ejemplo de esto es Joker en lo que va del año.
Por eso resulta urgente que a todas aquellas personas que paguen por ir al cine se
les enseñen otro tipo de propuestas cinematográficas provenientes de medios de
comunicación independientes, que sean capaces de mostrar que hay algo más allá
del cine comercial. Así podríamos evitar la aburrida homogeneidad en la opinión
cinéfila que más que haber sido construida por el gusto del espectador, ha sido
impuesta de manera tendenciosa por los dueños del entretenimiento quienes son
capaces de moldear la opinión pública a conveniencia económica y antojo personal.
Gracias por su lectura.
Twitter: @erosuamero
Facebook: Eros Ortega Ramos
Correo electrónico: sociologia_uameros@hotmail.com
*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual
estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
México |
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