Por Eros Ortega Ramos*
El pasado sábado 18 de enero del año en curso, poco más de 1,500 migrantes centroamericanos trataron de ingresar de manera ilegal a México por el puente internacional Rodolfo Robles, ubicado sobre rio Suchiate, situación que desencadenó los golpes y empujones entre agentes de la Guardia Nacional (GN) y los indocumentados: “Los indocumentados, la mayoría de Honduras, pernoctaron en la fronteriza ciudad de Tecún Umán, Guatemala, y por la mañana arribaron y se encontraron con los agentes federales que, para impedirles el paso, les arrojaron gases lacrimógenos al rostro, lo que generó gritos de inconformidad” (LaJornada, 19/l/20).
Horas después del zafarrancho, el comandante de la zona militar No. 36 y coordinador del centro de operaciones Suchiate de la Guardia Nacional, Vicente Hernández, arribó al lugar para intentar apaciguar los ánimos de los migrantes, asegurando que todos los que intentaban cruzar la frontera con México para posteriormente llegar a los Estados Unidos serían atendidos de manera ordenada y “humana” para ofrecerles algún trabajo que pudieran desempeñar en nuestro país: “Ése es el plan: darles oportunidades laborales e incluso de que retornen a sus países y allá se les va a dar empleo coordinadamente con la Federación, estados y municipios. Hay mucha oportunidad para estas personas, lo que se está haciendo únicamente es un ingreso controlado” (LaJornada, 19/l/20).
El antecedente de altercado que se suscitó en esta ocasión hizo que se reforzara la vigilancia en distintos puntos de la frontera sur, por lo que la Secretaria de Gobernación (SG) informó mediante un comunicado lo siguiente: “personal del Instituto Nacional de Migración (INM) admite, con apoyo de la GN, desde temprana hora, a grupos de 20 personas migrantes en las áreas de internación ubicadas en el puente fronterizo de Ciudad Hidalgo, Chiapas, donde se les informa sobre el ingreso, y posteriormente se revisa su condición migratoria” (LaJornada, 19/l/20). Asimismo, integrantes de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid), se reunieron con los migrantes con la intención de proporcionarles información respecto a los programas gubernamentales “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”, mismos que se llevan a cabo para el desarrollo regional de las zonas marginadas.
Por otra parte, un representante de la Iglesia también dio de qué hablar en esta ocasión ya que les solicitó a los feligreses, por el bien de los migrantes “que no les falte un pedazo de pan”, o, en otras palabras; que no sean privados de la ayuda que necesitan. Resulta que Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula, Chiapas, criticó el proceder de la Guardia Nacional hacia la nueva caravana de migrantes que
ahora sí tuvo que ser repelida por elementos del ejército. De igual manera, se lanzó en contra de López Obrador por considerar que su postura es titubeante y ambigua como lo ha sido en ocasiones pasadas. Lo que hay que decir es que sea honesta o no la postura del representante, no puede pasar como desapercibido su mensaje de solidaridad hacia todas estas personas que sólo buscan un lugar en el cual puedan desarrollarse en los diferentes ámbitos de su vida, principalmente en el económico.
He escuchado y leído diferentes opiniones acerca del proceder del presidente hacia las nuevas oleadas de migrantes que desde el primer mes del año intentan iniciar una vida diferente en un país que no es el suyo. Que si ahora sí recurrirá a la fuerza para impedir su entrada, que si los desamparará en su intento por llegar a los Estados Unidos, que si será cómplice del neoliberalismo y les dará la espalda ahora que es cuando más lo necesitan, que si cayó bajo los chantajes de Trump para hacerle el trabajo sucio con el tema de la migración, etc. Opiniones a favor o en contra se encuentran por doquier con esta vox populi que muchas veces sin darse cuenta, emite juicios radicales desde su trinchera que están muy alejados de la génesis del problema. De esto hablaré a continuación.
Aunado a lo anterior, hay otro punto muy importante que quiero resaltar aquí; analizar más allá de lo que los noticieros y los líderes de opinión nos dicen, porque si usted observa con detenimiento, la mayoría de las opiniones expresadas respecto a este fenómeno se relacionan con una postura antipática, en donde implícitamente se desea que el indocumentado retorne a su país. Por eso es importante reconocer que el fenómeno de la migración es demasiado complejo como para tomar una postura radical definitiva en la que se juzgue al indocumentado por salir de su país para ingresar a otro de manera ilegal, por lo mismo, necesita de un análisis correlacional en el que se incluyan tanto variables de índole económica, como política y social. Creo yo que, si una persona huye de la situación que vive en su país, se debe obviamente a que algo no anda bien en ese país ¿No cree? ¿O a poco cree usted que aquellos indocumentados que salen en balsas improvisadas de la isla de Cuba arriesgando su vida para ir en busca de nuevas oportunidades para sobrevivir lo hacen por hobby o por turismo extremo? Yo estoy seguro de que no.
La clase social a la cual se pertenece y el poder adquisitivo del cual se goza han sido y serán dos variables sociológicas que fungen como referente interpretativo en este tipo de problemáticas sociales. En otras palabras, lo que quiero decir con esto es que dependiendo a si se es pobre, de clase media o rico y cuál sea el porcentaje de ingresos que se perciba quincenal o mensualmente, se interpretará la realidad social en la cual se vive. De ahí que la subjetividad personal complejice sobremanera el análisis en este tipo de fenómenos sociales. Así, la interpretación de la realidad social va a ser diferente para un empresario que vive en San Ángel de la de un obrero que vive en Ecatepec de Morelos. Por eso como sociólogo hago tanto énfasis en esto, ya que muchas veces sucede que a la persona que opina le
es imposible dejar de interpretar y analizar desde su perspectiva, resultante del lugar que ocupa al interior de la pirámide social.
De este modo, intentemos ir más allá de lo que nos dicen los “intelectuales”, que de pobres no tienen nada, en torno a los migrantes, para no quedarnos con una perspectiva limitada de la situación, e intentemos con esto también practicar una empatía con el excluido del sistema; ese que huye para escapar de su realidad, la de la marginalidad, la carencia y la desesperanza.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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