El júbilo de la gente aún sigue presente en varias partes del país, y es que con una avasalladora ventaja, Andrés Manuel López Obrador, después de doce años en la intentona, por fin fue declarado Presidente Constitucional de México. Y vaya que le costó al tabasqueño resurgir de las cenizas después de su segunda derrota en manos de Enrique Peña Nieto, por lo mismo, su resurrección política fue doblemente impresionante, ya que no únicamente tuvo que limpiar su imagen de autoritario que por años le fue construida contra gran parte del electorado mexicano, sino que también se vio obligado a modificar su estrategia política ante los votantes, el sector empresarial, e inclusive hacia la clase política conservadora que desde hace bastante tiempo veían en él a un luchador social “chapado a la antigua” y poco plural.
Pero así como logró canalizar el descontento social para posteriormente materializarlo en sufragios a su favor, también incrementó la expectativa respecto a su victoria presidencial ya que hubiera resultado injustificable que perdiera las elecciones por tercera ocasión consecutiva con semejante respaldo social que lo respaldaba hasta el momento de convertirse en candidato presidencial. Él mismo reiteró en repetidas ocasiones que la única forma mediante la cual podía ocupar tan importante cargo político era con la votación masiva de la ciudadanía; aquella que, aunque se quisiera, no podría ser burlada por más que la oligarquía de “los de arriba” hiciera todo lo posible para lograrlo.
Y así, no hubo poder fáctico alguno que impidiera que el estratega se hiciera de la banda presidencial, épicamente delegada por el propio Peña Nieto, que para su infortunio, tuvo que soportar la más de hora y media del primer discurso presidencial de su archienemigo de rasgos indígenas. Es a partir de este momento que, aunque parezca descabellado e incluso precipitado, gran parte de la ciudadanía que fue partícipe de su victoria, comenzará a exigirle resultados a corto, mediano y largo plazo.
Y por un lado hay que ser empáticos con la reacción de exigencia prematura de ese porcentaje que desea una rendición de cuentas temprana, ya que hablamos de una herencia política, cultural, económica y social infame por parte del gobierno saliente que se refleja en los pésimos resultados exhibidos en rankings de talla internacional. Por esta razón, aunque al nuevo Presidente no le parezca en lo más mínimo, tendrá que acostumbrarse a vivir con la exigencia ciudadana de forma permanente; resultado de la severa crisis panista y priista que Fox, Calderón y Peña Nieto dejaron. Ahora sí que como se dice popularmente: “Pagar los platos rotos” es la tarea de AMLO.
Dicho lo anterior, doy inicio a un breve recuento de los resultados que han dejado los primeros días del Presidente al frente del Ejecutivo Federal, encontrándonos con gratas sorpresas para sus simpatizantes, y decisiones desafortunadas para sus detractores:
-El día 03 de diciembre del año en curso, pasadas las 10:30 de la mañana aproximadamente, el avión presidencial “Dreamliner 787” de los millones de dólares despegó rumbo al aeropuerto de Logística del Sur de California, ubicado en el condado de San Bernandino, muy cerca de los Ángeles, para ser puesto en venta, tal y como se prometió en campaña.
-De igual manera, el lunes 03 de diciembre, en su primer acto oficial de gobierno en Palacio Nacional, AMLO firmó el decreto que oficializó la creación de una “Comisión para la verdad” en el caso de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Dicha comisión comenzará a operar en los siguientes días para dar con el paradero de los estudiantes, tal y como se prometió en campaña. En palabras del propio mandatario: “Con este acuerdo iniciamos el proceso de búsqueda de los jóvenes de Ayotzinapa. Con este decreto se ordena a todo el gobierno, en lo que corresponde al Poder Ejecutivo, para que se preste el apoyo a ustedes, a la comisión, para llegar a la verdad. Todo el gobierno va a ayudar en este propósito” (AnimalPolítico, 03/XII/18).
-Por otra parte, desde el día sábado 01 de diciembre, la residencia oficial de Los Pinos abrió sus puertas al público en general a partir de las 10:00 de la mañana, tal y como se prometió en campaña. Curiosamente, a esa hora el entonces “Presidente Electo” apenas se preparaba para salir de su domicilio ubicado en la alcaldía de Tlalpan rumbo a Palacio Legislativo, para rendir protesta como “Presidente Constitucional”. De acuerdo con datos emitidos por la propia Secretaría de Cultura, más de 90,000 personas se dieron cita en el inmueble durante los dos primeros días de su apertura: “El primer ciudadano entraba y besaba el piso de la mansión que hasta ese día se reservaba para los presidentes y sus invitados: desde personajes destacados de la vida nacional y el deporte, hasta tatuadores de moda como Jon Boy” (Vanguardia, 05/XII/18).
A esto también habría que aumentarle aquellas promesas que por decisiones externas al mandatario, no han podido ser llevadas a cabo. El mejor ejemplo de esto es la suspensión (ojalá provisional) de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos. ¿Pero quién frenó dicha ley? Ni más ni menos que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), argumentando la acción de inconstitucionalidad ya que, según ellos, no merecen ganar menos de 600 mil pesos mensuales.
Y sí leyó bien, estimado lector: 600 mil pesos mensuales, que para un servidor que actualmente se dedica a la docencia de lunes a viernes durante todo el día, la cantidad mencionada le parece sumamente estratosférica, así se trate de ministros
de la SCJN. Esto quiere decir que para estos personajes, resulta indigno ganar menos que el Presidente de la República.
Ahora habrá que esperar qué otras acciones toma AMLO respecto a estos frenos, principalmente por parte de la clase pudiente de este país que, ante la evidente pérdida de sus privilegios, recurre a todas las estrategias posibles (hasta el momento todavía legales) para no dejar de lado su vida de lujos y comodidades. Por el momento tomemos las cosas de quien vienen, teniendo siempre presente que las promesas no pueden cumplirse de la noche a la mañana, mucho menos si los ricos y poderosos no están dispuestos a adaptarse, al menos una vez en su vida, al nivel de vida de la mayoría de los habitantes de este país.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. |
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