Por Eros Ortega Ramos*
Si de por sí vivimos en una sociedad cada vez más disfuncional y carente de moral, con la implementación de la cuarentena debido al coronavirus poco a poco se empieza a ver más permeada la salud mental de la gente, por lo que un fenómeno social como la violencia no se detiene, al contrario, se acrecienta. Hasta el día de hoy todo es Covid-19 en el mundo; periódicos, revistas, redes sociales, televisión, radio e internet en general repiten hasta el cansancio los estragos que una pandemia de esta naturaleza ha causado alrededor del planeta. Por lo mismo, la agenda mundial, y por supuesto nacional, ha estado dictada por este virus desde hace varias semanas, por lo que ha obligado a los gobiernos de las naciones y a sus respectivas sociedades a dictaminar prioridades para salvaguardar la salud y la vida de sus habitantes. Pero esto puede resultar ser un arma de doble filo, ya que desvía toda la atención hacia los asuntos relacionados con el coronavirus, dejando de lado otras problemáticas sociales como la violencia, misma que de acuerdo con las estadísticas, se ha incrementado.
No obstante, con los riesgos para la salud que esta pandemia implica, con el paso de los días se empiezan a vislumbrar otras problemáticas que trae consigo el encierro; cierre parcial y total de empresas, despidos, saqueos, recesión económica, etc. Para darnos una idea de esto, de acuerdo con el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es importante prestar atención al incremento de la violencia doméstica contra niñas y mujeres debido al confinamiento en casa. En países como China o Estados Unidos, por ejemplo, esta problemática también es una realidad para cientos de mujeres que se encuentran aisladas. Con base en información proporcionada por este mismo organismo, en el país de Asia Oriental, las llamadas telefónicas para reportar cualquier evento relacionado con la violencia doméstica se han triplicado desde que la pandemia inició, a diferencia del año 2019. La misma situación es conocida en países del viejo continente como de América, y aunque en México se cuentan con muy pocos datos al respecto como consecuencia de un bajo índice de denuncias, es una realidad latente.
Pero antes de analizar la violencia que ocasiona el resguardarse en casa, retrocedamos un poco para dimensionar el problema. Con base en información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en noviembre de 2019, 4 de cada 10 mujeres (aproximadamente un 43%) sufrieron de agresiones por parte de su pareja o esposo que tenían en ese momento. De la misma forma, respecto a los homicidios perpetrados en vivienda, se registró que del 2000 al 2017, este tipo de asesinatos fueron muchísimo más frecuentes en niñas, adolescentes y mujeres adultas, quienes fueron asesinadas brutalmente mediante uso de arma blanca, uso de la fuerza corporal, envenenamiento y asfixia por ahorcamiento. Asimismo, la propia ONU sostuvo que en el mismo año alrededor del
mundo (2017), 6 de cada 10 homicidios contra mujeres fueron llevados a cabo por sus propias parejas o por algún miembro de su familia. Lamentablemente, las estadísticas también arrojaron que era la vivienda el espacio en donde existía mayor probabilidad de que una mujer fuera privada de la vida.
Ya con la cuarentena oficialmente declarada por el Gobierno Federal, con base en un reporte del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), en conjunto con la Fiscalía Especializada en Violencia de Género del Estado de México, las denuncias interpuestas por violencia intrafamiliar pasaron de 1,668, registradas durante el año pasado, a 2,980 en estos primeros meses del 2020. Pero eso no es todo: “En el periodo de confinamiento que inició el 23 de marzo y hasta el 13 de abril se registraron 539 denuncias por violencia familiar, con días más violentos como el fin de semana del siete y ocho de abril, en que se registraron 36 y 37 denuncias, o el martes 13 con 40 denuncias por golpes dentro de hogares, cuando el promedio es de 25 reportes al día, de acuerdo con el análisis estadístico de la Fiscalía especializada” (Informador.mx, 29/IV/20).
Por otra parte, de acuerdo con información proporcionada por la Fiscalía Central para la Atención de Delitos Vinculados a la Violencia de Género, las denuncias por violencia intrafamiliar aumentaron un 78%, así como el homicidio por razones de género en un 45% en el Estado de México. De hecho, según la misma Fiscalía mexiquense, hasta el 15 de abril del año en curso fueron registradas un total de 35 mujeres asesinadas bajo el delito de feminicidio, a comparación de las 24 mujeres registradas el año pasado durante el mismo mes (abril de 2019). Es importante señalar que dichas cifras ofrecidas coinciden con el conteo efectuado por el Sistema Nacional de Seguridad Pública, el cual señala que de enero a marzo de 2020 han sido cometidos más de 32 feminicidios, a diferencia de los 24 contabilizados en el mismo periodo de tiempo el año pasado. O sea que estamos hablando de un incremento de más del 40% con respecto al 2019.
Con toda la información anteriormente proporcionada surge la siguiente interrogante: ¿Qué está provocando que en este periodo de aislamiento por la emergencia sanitaria se dispare la violencia contra las mujeres? Las explicaciones pueden efectuarse desde diferentes disciplinas, claro está, pero desde mi perspectiva como sociólogo creo que la problemática se exacerba cuando el modo de vida de los actores sociales se ve interrumpido de manera radical por una situación de emergencia que rebasa sus posibilidades de acción y reacción, en referencia al aumento de la violencia no feminicida. Las personas están acostumbradas a una rutina o estilo de vida, misma que en forma de patrones de comportamiento han interiorizado como su modus vivendi a lo largo del tiempo, por eso cuando dicho estilo de vida es bruscamente cancelado surge un desequilibrio en el cual se requiere de una habituación inmediata. Tal habituación no será fácil de conseguir, al contrario, requiere de tiempo y paciencia por parte del afectado, de ahí el sentimiento de desorientación que muchas personas experimentan, materializado en diferentes formas de violencia hacia sus parientes más cercanos.
Respecto a la violencia que sí es feminicida, hablamos, creo yo, del máximo aprovechamiento de una oportunidad por parte del asesino que el mismo Estado le está otorgando; la de la distracción. En otras palabras; toda la atención del Estado está en la pandemia en este momento, no en el asesinato de mujeres por cuestiones de género. Así, se intensifica una problemática que de por sí ya ha sido denunciada y posteriormente ignorada por las autoridades correspondientes. Las consecuencias de una triada indeseable: emergencia sanitaria + aislamiento involuntario + incompetencia estatal.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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