Por Eros Ortega Ramos*
¿Alguna vez había escuchado hablar respecto al trastorno de identidad de la integridad corporal? Si sí, ya tiene al menos una pequeña idea del peligro que representa para la vida y salud de la persona que lo padece, si no, permítame resumirlo de la manera más sintética posible para que dimensione la gravedad de la situación:
El trastorno de identidad de la integridad corporal o BIID por sus siglas en inglés (Body Integrity Identity Disorder) es un desorden psiquiátrico a causa del cual la persona que lo padece sufre de una imperiosa necesidad o deseo de amputarse algunas zonas o extremidades sanas de su cuerpo. Aunque tradicionalmente se le ha otorgado en nombre de apotemnofilia, la realidad es que el trastorno de identidad de la integridad corporal no incluye ningún tipo de componente o motivación sexual por la que la persona desee amputar cualquier zona de su cuerpo. Por lo tanto, debe establecer una clara diferenciación entre ambos conceptos. Mientras que en la apotemnofilia la persona siente excitación o placer sexual ante la idea o la imagen de uno de sus miembros amputados, en el trastorno de identidad de la integridad corporal existen otro tipo de motivaciones. Concretamente, una de las principales motivaciones de este tipo de pacientes es la de poseer algún tipo de discapacidad. Pero no por motivos económicos, sino por la mera atracción que les causa vivir en este estado (PsicologíayMente, 2021).
Una vez definido qué es este trastorno, veamos la redacción del siguiente caso de BIID que posteriormente comentaré:
Según cuenta, Jewel Shuping siempre había querido ser ciega. Esta mujer de 30 años de Carolina del Norte pasó años fingiendo ceguera, llevando gafas oscuras e incluso un bastón. De pequeña solía mirar directamente al sol con la esperanza de provocarse lesiones en los ojos; a los 20 años aprendió braille de forma autodidacta. Por eso no es de extrañar que cuando Shuping encontró un sicólogo dispuesto a ayudarla a cumplir su sueño, no dudara ni un segundo. En una entrevista concedida a Barcroft TV, Shuping afirma que el sicólogo le administró gotas anestésicas antes de rociarle los ojos con unas gotas de un producto para destapar tuberías, lo que le causó un daño permanente. Shuping tardó seis meses en perder la vista por completo y no la ha recuperado desde entonces. Incluso tuvieron que extraerle un ojo […] La mujer cree que "es así como debí haber nacido", y afirma sentirse identificada con el colectivo de invidentes desde pequeña. No existe cura para este trastorno, y el aspecto ético de ayudar a una persona a lesionarse a sí misma no está exento de polémica (Vice, 02/X/15).
La imagen de la autolesión de Shuping se muestra a continuación:
Fuente: https://www.vice.com/es/article/avmkwz/esta-mujer-se-echo-liquido-destapacanos-en-los-ojos-porque-quera-ser-ciega
Por principio de cuentas, tal y como usted puede apreciar, es innegable que la persona en cuestión sufre de un trastorno mental que, inclusive, pone en peligro su propia vida. Pero lo también sorprendente y a la vez indignante del asunto es que se pretenda disfrazar a dicho trastorno como una meta a alcanzar: “…cuando Shuping encontró un sicólogo dispuesto a ayudarla a cumplir su sueño, no dudara ni un segundo”. ¿De verdad existen psicólogos que estén dispuestos a ignorar por completo semejante trastorno para lesionar permanentemente a determinado paciente por su propia solicitud? ¿Qué no se supone que es el psicólogo y el psiquiatra los encargados de tratar los trastornos mentales de sus pacientes con la finalidad de erradicarlos? ¿A partir de qué momento estos especialistas de la salud mental reinterpretaron el término “trastorno mental” por el de “sueños”? Porque lo que aquí veo es una terrible omisión por parte del “psicólogo” (si es que así se le puede llamar) que trató a Shuping. Un trastorno mental es lo que es, o sea; una afección que altera el estado de ánimo, los procesos cognitivos y afectivos, el comportamiento y hasta el pensamiento de quien lo padece, no lo que uno quiere que sea, tal y como este supuesto psicólogo quiere interpretar y comunicar a los demás.
La percepción de la realidad por parte de una persona que padece de un trastorno es completamente diferente a la de una persona que no lo padece, y eso cualquier profesional de la salud mental realmente instruido y comprometido con su disciplina debe de saberlo, sin excepción. Uno de los ejemplos más claros de esto es la anorexia, ya que hablamos de una condición psicológica caracterizada por el incesante deseo de mantener el peso corporal lo más bajo posible, en otras palabras; es un trastorno de salud mental relacionado con un constante miedo a aumentar de peso y a un excesivo control sobre la dieta alimenticia y el ejercicio físico. La persona anoréxica no se autopercibe como los demás la perciben, de ahí
que ponga en riesgo su salud por verse y sentirse obesa y poco atractiva cuando en realidad no lo es.
Por eso si la nota asegura que: “La mujer cree que "es así como debí haber nacido", y afirma sentirse identificada con el colectivo de invidentes desde pequeña”, es completamente irresponsable legitimar y no corregir su condición de persona que sufre un trastorno mental por parte del psicólogo que lleva el seguimiento de su tratamiento. ¿O acaso nos encontramos ante un nuevo caso de “inclusión social”? Y si esto es así; ¿De ahora en adelante debemos de aceptar y permitir que otras personas como Shuping se autolesionen, aunque estén en riesgo de perder su propia vida? ¿De ahora en adelante los trastornos mentales deberán de ser catalogados como nuevas formas de diversidad? Juzgue usted mismo.
Gracias por su lectura.
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Correo electrónico: sociologia_uameros@hotmail.com
*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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