Desde que se supo que el cineasta mexicano, Alfonso Cuarón, se encontraba trabajando en una nueva película, las expectativas en torno a ésta crecieron considerablemente, y es que con entregas tan espectaculares como “Great Expectations”, “Children of Men” o “Gravity”, la audiencia especializada ya sabía de antemano que la calidad con la que este artista hace su trabajo dejaría complacidos hasta a los más exigentes cinéfilos de nueva cuenta.
Así, el que alguna vez fue estudiante de la UNAM se adentró a hacer el largometraje más personal de su carrera (dicho en sus propias palabras), llevando a la pantalla grande la vida de Liboria Rodríguez, su nana de la infancia que cuidó de él cuando apenas tenía nueve meses de haber nacido. Dicha mujer, interpretada por la actriz Yalitza Aparicio, es una mujer de origen mixteca que llegó a la Ciudad de México a principios de los años sesenta para trabajar como empleada doméstica en una casa de la colonia Roma, lugar en donde criaría al pequeño Alfonso durante su niñez.
Ya que como mencioné anteriormente, la nana de Cuarón tiene raíces mixtecas, el cineasta decidió realizar un casting a aquellas candidatas que desearan personificarla en su película, por lo que la convocatoria llegó hasta la comunidad de Tlaxiaco, una localidad con menos de 45,000 habitantes en el noroeste de Oaxaca, lugar en donde por insistencia de su hermana Edith, Yalitza audicionó para conseguir el papel que cambiaría su vida de forma radical al hacerla acreedora de una nominación al premio Oscar como mejor actriz. Cabe mencionar que Yalitza ni siquiera tenía pensado audicionar para el protagónico, pero debido a que a su hermana le resultaba difícil caminar por tener poco tiempo de haber dado a luz, se animó a participar sin imaginar todo el éxito que más tarde le haría desfilar en alfombras rojas a lado de reconocidos actores de talla internacional.
Pero lo que a mí me resulta curioso y un tanto desconcertante hasta este punto es que a la ahora reconocida Aparicio le haya causado temor audicionar para conseguir el estelar de la película, ya que en alguna entrevista llegó a contar que cuando se enteró de que un grupo de desconocidos había llegado a su pueblo para buscar candidatas potenciales para el proyecto, desconfió de la procedencia de estos, llegando incluso a pensar que podía tratarse de una red de trata de blancas. ¿Qué habrá pensado el cineasta al enterarse de esto? Ya que estamos tan mal en cuanto al tema de inseguridad en este país que ni el arte se salva de ser cuestionado ante una situación que obviamente, haría dudar a cualquier mujer consciente de la realidad tan lamentable que viven millones de ellas actualmente.
Conforme la película fue acaparando cada vez más la opinión pública, las críticas negativas hacia la actriz no se hicieron esperar, y no me refiero únicamente a las relacionadas con su desempeño actoral, sino también a aquellas enfocadas a su aspecto indígena que ha sido el pretexto perfecto para todo tipo de ofensas y vulgaridades tan características de aquel sector clasista de la sociedad
mexicana. Como ya lo he escrito en artículos de opinión anteriores, hemos normalizado la cultura de la discriminación a tal grado que justificamos los ataques de todo tipo. Pero uno en especial es el que llama poderosamente mi atención, y es aquel que alude al color de piel.
Ya que en su papel de “Cleo”, Yalitza Aparicio personifica a una empleada doméstica que está al servicio de una familia de clase media, algunas de tantas críticas lamentables que recibió la ahora actriz se enfocaron exclusivamente en su tez morena, excluyendo por completo el mensaje cinematográfico que de manera excelsa desarrolló Cuarón a lo largo de su película; el de la ambivalencia que acompaña a la protagonista en todo momento: así como es una trabajadora que limpia lo que ensucian los demás, también es una integrante de la familia que es amada por los integrantes más pequeños de la misma.
O sea, Cuarón expone brillantemente una de tantas realidades que viven este tipo de trabajadoras al momento de crear un fuerte lazo de unión con algunos de los integrantes de la familia a la cual dedican gran parte de su vida, pero al mismo tiempo, ejemplifica la jerarquización social que reproducen, en mayor o menor medida, aquellas familias que pagan por este tipo de servicios. Así como Cleo arrulla, abraza y alimenta a sus niños, también cocina y limpia excremento de perro porque aunque se le considere parte de la familia, de igual manera es una sirvienta a la que se le paga por serlo.
Pero no me voy a adentrar más a fondo hacia un análisis sociológico de tan memorable largometraje, por eso retomo el tema que me atañe en este artículo; el de la discriminación. Porque tal y como lo dije anteriormente: se deja de lado el trasfondo sociocultural que expone Roma para darle paso a la ofensa discriminatoria hacia una mujer indígena de piel morena.
La defensa de la libertad de expresión se ha confundido con el libertinaje de externar lo que se piensa mediante la crítica prejuiciosa, la burla y por supuesto la ofensa. Porque todos esos comentarios referentes al aspecto físico de la también maestra de preescolar no son en su mayoría referidos a su desempeño actoral logrado de la mano del cineasta mexicano, sino hacia sus rasgos indígenas que increíblemente siguen causando escozor en una sociedad irónicamente de raíces indígenas.
Desafortunadamente para la actriz, las fuertes críticas peyorativas en redes sociales no han cesado desde que la película del director mexicano empezó a acaparar los reflectores de los principales festivales de cine en el mundo. Ahí está el caso del actor Sergio Goyri, quien hace unos días fue grabado en video refiriéndose a la actriz como “pinche india” por su actuación en la película. ¿Envidia? Juzgue usted mismo: https://www.youtube.com/watch?v=VUf5TIg9hbY.
Lo preocupante aquí es que se sigue reproduciendo por parte de millones de mexicanos, para desgracia de nuestra merecida reputación, esa cultura del clasismo que exalta la desigualdad entre clases sociales, en este caso al discriminar a la trabajadora doméstica de rasgos indígenas que expone una parte de la realidad que vive ese sector de la sociedad mexicana.
Con esto se cumple aquella frase que dice: “El peor enemigo de un mexicano es otro mexicano”, porque además de que al indígena se le sigue concibiendo como un ser humano inferior, ahora se le juzga por incursionar en el mundo de la actuación, así ponga el nombre de México en alto ante el mundo. Ya sea por un golpe de suerte o por una oportunidad privilegiada que pocas personas tienen en la vida, el éxito de Aparicio molesta a aquellos que no soportan la idea de que una mujer de éstas características también tiene derecho a triunfar.
Por eso la necesidad de reflexionar y culturizar a las nuevas generaciones respecto a la importancia que tiene la no discriminación e inclusión hacia el sector indígena que desde hace siglos ha sido menospreciado por extranjeros y mexicanos. Mientras sigamos reproduciendo aquel “complejo de la conquista” hacia los nuestros, todo el desprecio expresado en las redes sociales, que además se ha amparado en la cobardía del anonimato, seguirá normalizándose sin impedimento alguno. ¡Basta ya de concebir a los indígenas como seres inferiores! Que si a alguien le tenemos que dar las gracias por la conservación de nuestra estirpe, es a ellos.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. |
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