Por Eros Ortega Ramos* 
  
 Resulta que hace algunos días, la artista plástica llamada Stéphane Simon fue 
 víctima de censura por parte de la propia Organización de las Naciones Unidas para 
 la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su exposición titulada “In 
 Memory of Me”, ya que, en su sede localizada en París, Francia, fue cortésmente 
 invitada por dicha organización a cubrir con ropa interior a sus estatuas desnudas, 
 con la intención de que por ningún motivo pudieran llegar a herir la sensibilidad de 
 los espectadores, debido a que se corría el riesgo de ser vistas con connotaciones 
 sexuales, dañinas a la moral y a las buenas costumbres que hoy en día, según ellos, 
 necesitan ser deconstruidas urgentemente desde la expresión artística. 
 Pero la exposición, llevada a cabo los días 21 y 22 de octubre del año en curso, en 
 ningún momento tuvo por objeto exponer cuerpos desnudos con alguna 
 connotación sexual de por medio, más bien, eso fue lo que la UNESCO de manera 
 irrisoria y escandalosa supuso. De hecho, la exposición tuvo como propósito 
 cuestionar el llamado “culto” a las selfies que un sinfín de internautas reproducen 
 en sus redes sociales, sólo que, en este caso, tales selfies eran realizadas por las 
 antiguas esculturas al estilo griego que se encontraban a punto de tomarse su 
 autofoto. De esta forma, la finalidad era que el espectador se viera a sí mismo en 
 las esculturas en pose de “selfie”, como cuando se está a punto de tomarse la foto 
 auto referida. Una de las estatuas cubiertas se muestra a continuación:  
  
   
  
  
 Fuente: https://plumasatomicas.com/cultura/cultura-cultura/unesco-esculturasdesnudos-vestir/ 
 Como usted puede observar, estimado lector, es evidente que nos encontramos 
 ante un claro y desafortunado caso de censura, tal y como lo dije al inicio del 
 presente artículo de opinión, apoyado en la corrección política que cada vez más 
 demerita, malinterpreta y estereotipa las expresiones artísticas actuales. Parece ser 
 que la UNESCO pensó que el hecho de mostrar una estatua desnuda, con sus 
 partes íntimas expuestas a todo tipo de público, podía dañar subjetividades 
 puritanas, o quizá, hablando hipotéticamente, sólo dañó SUS subjetividades 
 puritanas (en referencia a los que integran esta organización). Vaya usted a saber 
 si se trata únicamente de una proyección personal, tal y como dicen los psicólogos. 
 Pero el punto aquí es que el artista no tiene la culpa de las interpretaciones erradas 
 que pueden llegar a adjudicársele a su obra. Se lo ejemplifico de la siguiente 
 manera; en este caso, si una persona interpreta (y por consiguiente adjudica) una 
 connotación sexual al desnudo que se le muestra con una estatua cuando no es la 
 intención del artista ¿Acaso es su responsabilidad tal interpretación? Yo estoy 
 seguro de que no. Los valores y las creencias que moldean las formas de pensar e 
 interpretar de cada persona están fuera del alcance del artista, ya que si no fuera 
 así: ¿Se imagina con qué facilidad se le podría culpar de cualquier acto de violencia 
 supuestamente “inspirado” en una de sus obras? Sería un eterno linchamiento 
 mediático (como el que poco a poco se está dando) en contra de todo aquel que 
 tomara el riesgo de hacer arte. 
 Lo más triste de todo es, como dice Mario Vargas Llosa, ese afán que persigue esta 
 corrección política de querer “adecentar” todo para no vulnerar o herir alguna 
 sensibilidad. Esa idea utópica y equivocada de querer mantener contentos a todos, 
 aunque para lograrlo le cueste al arte su propia censura o autocensura, que en el 
 peor de los casos, es lo que puede desembocar en su propia muerte: “Quienes 
 creen que la literatura se puede “adecentar”, sometiéndola a unos cánones que la 
 vuelvan respetuosa de las convenciones reinantes, se equivocan garrafalmente: 
 “eso” que resultaría, una literatura sin vida y sin misterio, con camisa de fuerza, 
 dejaría sin vía de escape aquellos fondos malditos que llevamos dentro y estos 
 encontrarían entonces otras formas de reintegrarse a la vida” (ElPaís, 18/III/18). 
 En el caso de Llosa hablamos de la literatura como la expresión artística que él ve 
 en riesgo de censurarse por los estragos de la corrección política, pero me sirvo de 
 su crítica para ejemplificar lo que quiero dar a entender; si caemos en el error de 
 inhibir, censurar o adecentar cualquier expresión artística con la finalidad de no 
 ofender a alguien en particular, ¿Qué pasará con el arte en general? Más cuando 
 se trate de expresiones contestatarias que tengan como finalidad cuestionar al 
 sistema actual en cualquiera de sus rubros; cultural, económico, político, social, etc. 
 No es cosa menor lo que en nuestras propias narices se está gestando, por eso 
 ahora que todavía estamos a tiempo, invito a la reflexión de nuestra manera de 
 interpretar el arte en cualquiera de sus manifestaciones, para así evitar caer en la 
 censura que los amantes de la corrección política quieren que reproduzcamos en  
 forma de peticiones corteses y respetuosas hacia aquel trabajo que pueda llegar a 
 “ofender”, tanto a mi persona como a cualquier otro espectador, ¿O acaso quiere 
 que este ejercicio de represión siga escalando peldaños? Para que, en un futuro, al 
 paso que vamos se exija un Marqués de Sade con lenguaje incluyente, un Molotov 
 sin palabras altisonantes o un Tarantino sin una gota de sangre. 
  
 Gracias por su lectura. 
 Twitter: @erosuamero 
 Facebook: Eros Ortega Ramos 
 Correo electrónico: sociologia_uameros@hotmail.com 
  
 *El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y actual 
 estudiante de la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de 
 México                                           | 
                                                 
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