A VER si al Dios de las manifestaciones no le enfada o entran celos por las marchas o peregrinaciones que desde el domingo, lunes y días anteriores se realizan en honor a la Virgen de Guadalupe, y molesto convoca a una mega concentración en el zócalo capitalino y en todas las plazas públicas del País para demostrar que, incluso, es más popular que la Morenita del Tepeyac –de quien, por cierto, plagió, incluso el apócope de “Morena”, acomodando el nombre de su partido para darle consistencia a la Cuarta Transformación porque, mostrenco no es el hombre que considera como de su propiedad las movilizaciones populares-. Tal vez el reto que implican las congregaciones en torno a nuestra señora de Guadalupe es que, en su caso, aglutina lo mismo a liberales que a conservadores, a pobres y ricos, a blancos y negros, a académicos e iletrados, adoctrinados y libres pensadores, mientras que nuestro Presidente solo logra arremolinar al pueblo bueno, a los que compra la consciencia mediante dádivas o limosnas, a quienes amenazan con dejar sin nada si no acuden al llamado. En su movimiento, al menos eso dice, no hay fifís, a diferencia de los desplazamientos guadalupanos que hay de todo, y todos por su propia voluntad acuden sin que nadie les obligue, salvo la fe que los mueve, la esperanza de un manto protector que les ofrece la salvación en esta y en la siguiente vida al lado del auténtico salvador, el Mesías, su hijo que vino a redimirnos de todos los pecados y carencias materiales (por supuesto, no nos referimos a San AMLO).
EL MILAGRO guadalupano congrega cada 12 de Diciembre a millones de mexicanos, no solo en la ciudad de México en torno al cerro del Tepeyac donde se erigen la antigua y más reciente basílica de Guadalupe, llamada oficialmente Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, santuario de la Iglesia católica dedicado a la madre de Dios, ubicado al pie del Cerro del Tepeyac en la alcaldía Gustavo A. Madero de la Capital del País. Es el recinto mariano más visitado del mundo, superado solo por la Basílica de San Pedro en Roma. Si bien las cifras que se citan no son uniformes, anualmente unos veinte millones de peregrinos visitan el santuario, de los cuales cerca de nueve millones lo hacen en los días cercanos al 12 de diciembre, día en que se festeja a la morenita del Tepeyac. Anualmente, la basílica de Santa María de Guadalupe tiene al menos el doble de visitantes que los santuarios marianos más conocidos, por lo que constituye un destacado fenómeno social y cultural que ni siquiera el Dios de las manifestaciones logra superar, lo que seguramente le dolerá porque nadie como él logro concentraciones semejantes de gente que le idolatra, aunque más bien, de quienes defienden las migajas que reciben, ya que la parte fuerte de los recursos han permito impulsar flamantes fábricas de chocolate, o hermosear la imagen –que no la figura- de hijos ahora casados con milmillonarias que reciben contratos oficiales, algo que el pueblo bueno no percibe enceguecidos por los recursos que puntualmente caen a sus cuentas cada mes o bimestralmente, a tal grado que en muchos casos, una sola familia acumula entre 18 y 20 mil pesos, suficientes para no tener que trabajar y dedicarse a otras cosas, incluso a eventos delictivos.
EN EL Cerro del Tepeyac hay dos basílicas; un templo conocido como la Antigua Basílica de Guadalupe que fue edificado por el arquitecto Pedro de Arrieta, comenzando su construcción en marzo de 1695. El día 1 de mayo de 1709 abrió sus puertas con un solemne novenario. En 1749 recibió el título de colegiata, es decir, que sin ser catedral, posee su propio cabildo y tenía un Abad. Su portada es exenta y simula un biombo, las cuatro torres octagonales de sus esquinas (coronadas con mosaicos o azulejos del tipo llamado talavera amarilla con cenefa azul, lo mismo que la cúpula del crucero) tienen un significado asociado a la Nueva Jerusalén, la Jerusalén de oro, mencionada en el Apocalipsis (Ap 21, 18). Entre 1887 y 1895, con motivo de la Solemne Coronación Pontificia, el edificio sufrió una gran reforma de conservación, pues la estructura estaba dañada debido al paso del tiempo. Entre las adecuaciones se contempló el desplazamiento de la sillería del coro de canónigos y la colocación del retablo de mármol de Carrara, acompañado de un baldaquino de columnas de granito escocés con esculturas de arcángeles de bronce. Se hizo una ampliación del edificio por la parte norte, readecuando las áreas del cabildo y la sacristía. En los muros fueron colocadas pinturas monumentales representando algún acontecimiento guadalupeño, de las cuales cuatro son de grandes dimensiones. Concluida la obra, fue coronada solemnemente la Virgen de Guadalupe en 1895 por el arzobispo Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera acompañado de otros obispos de la República.
PERO LAS grandes conglomeraciones en torno a la Virgen de Guadalupe hicieron insuficiente los espacios debido a que personas de todo el País, de América Latina y el mundo viajaban a rendirle culto a la morenita, y en 1974 comenzó la construcción de la nueva basílica durante el mandato de Monseñor Guillermo Schulenburg como abad de la basílica, quien murió en el año 2009 y fue ácidamente célebre por su negación de la existencia del indio Juan Diego, a quien, como sabe todo buen cristiano, la Virgen de Guadalupe se le apareció por primera vez en el cerro del Tepeyac, un sábado de diciembre de 1531. El edificio fue construido a raíz de la necesidad de albergar a la imagen de la Virgen de Guadalupe y permitir el acceso de una mayor cantidad de peregrinos ya que la inestabilidad del antiguo templo lo había vuelto peligroso para su uso. El nuevo edificio fue diseñado por los arquitectos: José Luis Benlliure, Pedro Ramírez Vázquez, Alejandro Schoenhofer, fray Gabriel Chávez de la Mora, Antonio S. Gómez Palacio y Javier García Lascuráin. El 12 de octubre de 1976 al haber concluido la obra, la imagen guadalupana fue llevada en solemne procesión hacia su nuevo santuario, el cual tiene forma circular para simbolizar la tienda que albergó el Arca de la Alianza en su marcha por el desierto, el edificio fue construido con concreto armado para la estructura de la cubierta, y con láminas de cobre para el recubrimiento de la cubierta, las que al estar oxidadas le otorgan un característico color verde. En fin, nuestra señora de Guadalupe sigue siendo un símbolo de pobres y ricos, de liberales y fifís, de académicos e iletrados, y de todos los mexicanos que albergamos una creencia y una esperanza en la vida eterna. Nada que ver con falsos Mesías que usan el discurso para embaucar a quienes más necesitan. OPINA carjesus30@hotmail.com
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