Por Héctor Yunes Landa
El viernes pasado, el gobernador tuvo el cinismo de hablar por primera vez de la inseguridad que se vive en Veracruz. En Coatzacoalcos, uno de los municipios con mayor violencia en el estado y frente al presidente López Obrador, dijo que la estrategia de “abrazos y no balazos” sí está funcionando.
Lo que no aclaró es que sí ha funcionado, pero en favor de la delincuencia organizada. Veracruz sigue siendo el estado con el mayor número de masacres en el país. Tan solo en este año, se han registrado masacres en Tuxpan, Acultzingo, Cuichapa y Cazones.
Ocupado en el boliche, el beisbol o la jardinería, el gobernador nunca está enterado de nada. Para su libreta de apuntes, me permito hacer un recuento, a partir del registro en medios de comunicación, de la cantidad de “cálidos abrazos” que la delincuencia ha repartido por todo el estado.
El año pasado, al menos 10 masacres se registraron en Veracruz, la mayoría de ellas en la impunidad total.
Un recuento relata como ocho personas fueron asesinadas en ataques simultáneos al interior de tres bares en Poza Rica, donde un grupo armado irrumpió y abrió fuego contra los presentes. En otro evento, Fernando Pérez Vega fue asesinado junto con otras cinco personas, entre ellas su esposa y dos hijos menores de edad, cuando viajaban en el puerto de Veracruz.
En Maltrata fueron ejecutados tres jóvenes que viajaban a bordo de un vehículo. Hombres armados que viajaban en otro automóvil particular interceptaron a los jóvenes y les dispararon en varias ocasiones. Además, un grupo armado ingresó a un bar del municipio de Tihuatlán y disparó contra los presentes. En el ataque seis personas murieron asesinadas.
También en 2023, un grupo armado ingresó a un bar en Papantla, ubicado en la calle Artes y asesinó a tres personas y tres más resultaron heridas. En Perote fueron asesinadas siete personas; cuatro de las víctimas eran integrantes de una misma familia.
La peor masacre sucedió en Poza Rica, donde aparecen 34 cuerpos en congeladores al interior de dos viviendas usadas como casas de seguridad. Semanas después, en Tlapacoyan, un grupo armado entró a un bar disparó contra los presentes, dejando como saldo cuatro personas muertas y al menos una más herida.
En Catemaco fueron localizados tres cuerpos al interior de una vivienda; los cuerpos estaban amordazados, degollados y con signos de tortura, uno de ellos estaba registrado como víctima de secuestro. Y finalmente cinco personas ejecutadas fueron halladas en camino de Juchique de Ferrer
El 2024 ha sido más sangriento. A finales de enero, se informó del hallazgo en el puerto de Tuxpan de dos camionetas de redilas con los cuerpos mutilados de al menos 15 personas. En Acultzingo, encontraron siete cuerpos tendidos en el suelo, alrededor de la camioneta en la que se transportaban.
En Cuichapa, se registró un ataque armado que dejó en saldo dos personas muertas y 6 más lesionadas. Y en cazones, cuerpos desmembrados, fueron arrojados a un costado de las letras turísticas y frente a la presidencia municipal
En casi todos los casos, las investigaciones están en el pantano y los responsables en libertad. Basta con decir que son ajustes de cuentas. ¿Ya se les había olvidado? A nosotros no.
La puntita
Las acusaciones y denuncias contra la familia Nahle no son electoreras. Son delitos comprobables. Las pruebas ahí están aunque callen como momias. |
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