A partir de hoy, el gobierno de López Obrador ha decretado el inicio de la “nueva normalidad”, proceso mediante el cual, de manera gradual, los mexicanos debemos ir reincorporándonos a nuestras actividades productivas y cotidianas.
Sin embargo, hacerlo en el pico de la pandemia –este lunes estaríamos rompiendo la barrera de los 10 mil decesos y cerca de 100 mil contagios- parece más un acto desesperado del gobierno para justificar el reinicio del activismo político del Presidente que una decisión que busque reactivar la economía y normalice nuestras relaciones personales sin poner en riesgo sanitario a millones de mexicanos.
Es falso que la “nueva normalidad” se trate de un cambio radical en nuestros usos y costumbres, donde se establezcan nuevas reglas de convivencia y medidas sanitarias permanentes. Se trata de una etapa histórica donde el país vivirá una profunda y prolongada crisis económica, social y política.
En la nueva normalidad, México será más pobre. Según un cálculo hecho por el Coneval, más de 10 millones de mexicanos se sumarán a la pobreza extrema este año debido a la afectación económica derivada de la pandemia, por lo que no podrán adquirir la canasta básica alimentaria. Además, con los despidos observados en marzo y lo que va de abril, en este año se podrían perder hasta 2 millones de empleos formales y la tasa de desocupación podría escalar a niveles de 8 por ciento.
Si bien es cierto que la pandemia es quien lo provocó, también lo es que el terrible manejo que tuvo la 4T desde un principio, agudizó sus consecuencias. Bastará el próximo año comparar con otros países las repercusiones para confirmar que el Presidente se volvió a equivocar en sus decisiones como jefe del Estado mexicano.
Será más inseguro. Hace una semana, el comisionado del Servicio de Protección Federal (SPF, Manuel Espino ya nos advirtió que tras la epidemia viene la etapa más ruda de la inseguridad. Como lo citamos aquí el lunes pasado, en marzo y abril –los primeros de la cuarentena- vivimos dos de los tres meses más violentos de esta administración.
El mes de marzo se ubicó como el segundo mes más violento del que se tenga registro – hubo 3 mil víctimas de homicidio doloso y 78 de feminicidio en el país-; esta semana conoceremos las cifras del mes de mayo. Si en opinión del gobierno, viene lo peor de la inseguridad, ¿qué nos espera?
Nuestro país ahora es más corrupto que antes de la pandemia. A la 4T le cayó “como anillo al dedo” esta crisis sanitaria para justificar miles de compras sin licitación, contratos sin concurso, las asignaciones directas a hijos, amigos, socios y compadres, el tráfico de influencias y el manejo discrecional de los padrones de programas sociales.
Hasta ahora, nadie sabe el destino de de más de billón y medio de pesos producto del fondo de contingencia aprobado por el Congreso, la extinción de los fideicomisos públicos, el subejercicio del gasto público de 2019 y los recursos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios. Ahora quieren desaparecer fideicomisos, apropiarse de las Afores y entrar a nuestras casas para “medir la riqueza”. Todo el dinero del país, público y privado, al servicio del Presidente.
También seremos un país más enfermo. La pandemia exhibió que el Insabi fue un fracaso: hospitales colapsados, un sistema de salud insuficiente –no sólo por el Covid, sino por las enfermedades ordinarias-, y un desabasto brutal de equipo médico y medicinas que ya había provocado el actual gobierno federal y que parece ya nadie recuerda.
El país tiene un déficit de especialistas, médicos y personal de enfermería que no podrá resolver en los próximos años a causa de una mala planeación en la atención del Covid19. En este momento México debe enfrentar, junto con la pandemia de Covid19, otras dos emergencias sanitarias: el sarampión y el dengue.
También el país se volverá más ignorante. Con la desaparición de fideicomisos que financiaban proyectos de ciencia e investigación y el recorte de la mitad de su presupuesto autorizado para este 2020, instituciones como el Conacyt, el CIDE y el Cinvestav dejarán de hacer investigación, con el consecuente retroceso de nuestro país al equivalente de varias décadas. Con su enfrentamiento ahora con la comunidad científica y artística, el Presidente se empeña en representarlos como una más de las élites corruptas y conservadoras que el gobierno debe combatir.
Gracias al Presidente, también seremos un país más dividido. El nuevo enemigo de López Obrador ahora es la comunidad científica, pero desde el inicio de su gobierno el gobierno ha denostado públicamente a todo aquél que piensa distinto - médicos, medios y periodistas, arquitectos, empresarios, intelectuales, artistas-, imponiéndoles el estigma de la corrupción y el conservadurismo.
La “nueva normalidad” que hoy inicia es peor que la pesadilla que empezamos a sufrir desde hace exactamente un año y medio, tiempo que lleva la 4T en el poder sin saber cómo ejercerlo.
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