Por Héctor Yunes Landa
En las próximas semanas, Veracruz podría estar muriendo de sed. Algunos municipios del norte del estado ya presentan una sequía “excepcional”, la escala más crítica dentro de los parámetros del Sistema Meteorológico Nacional. Estamos en la víspera de lo que podría ser el año más seco en la historia de Veracruz.
El problema es gravísimo. No sólo tendríamos una disminución muy importante en el abasto para el consumo humano –la que utilizamos todos los días en nuestras casas, la que ocupan los comercios, establecimientos y la industria-, sino que habría menos alimentos como consecuencia de la pérdida de cultivos y de ganado.
Cuando todavía no concluye el invierno, Veracruz está que arde. El monitor de sequía destaca que el 50.5 por ciento, es decir, 107 de los 212 municipios en Veracruz ya presenta un grado de sequía. Se trata de 33 municipios más, de acuerdo con el último corte del 29 de febrero, cuando apenas se tenían 74 municipios.
Este año, la ciudad de Xalapa superó el récord histórico para un mes de enero con una temperatura de 31.0°C. La surada del viernes pasado nos dejó una temperatura de 34.5 grados. La temperatura más alta registrada es de 39.5 grados Celsius, que data del 9 de mayo de 1998.
En el norte de la entidad la cosa está peor. Los municipios que sufren una sequía excepcional son justamente los de la cuenca del Pánuco, el mismo afluente del que el presidente López Obrador pretende llevar agua a los estados de Nuevo León y Tamaulipas.
Pero el problema, paradójicamente, no es la escasez de lluvias sino la administración del agua. La crisis hídrica que afecta al país, se debe a una mala administración del agua, más que a la sequía extrema, coinciden prácticamente todos los expertos.
Sin embargo, para el gobierno federal –encargado de la gestión y la administración del agua- es un problema de cambio climático, de los conservadores o de la mala suerte, al que tenemos que resignarnos. Eso es falso.
Los gobiernos deben realizar nuevas inversiones para reducir significativamente las fugas de las redes de distribución, construir plantas de tratamiento –para lo cual se debe apoyar financieramente a los municipios-, contar con una eficiente red de distribución, así como mejorar la captación y aprovechamiento de agua de lluvia. Hay soluciones, pero falta voluntad
En medio de la crisis hídrica que vive el país, la solución más absurda es traer agua de cuencas distantes, en lugar de disminuir la extracción de presas, acuíferos y ríos, para no seguir sobreexplotando las reservas en las fuentes de abastecimiento.
Apenas el 26 de febrero pasado, el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal, confirmó que el agua de Veracruz será enviada a aquella entidad, específicamente del río Pánuco –justamente donde hoy se padece la peor sequía-, tal y como lo había anunciado el presidente López Obrador.
Títeres del presidente, el gobernador Cuitláhuac García reconoció aliviado que esto se hará, pero no durante su agonizante gobierno. La candidata de Morena, Rocío Nahle, ha guardado un silencio sepulcral.
¡Que no haya ninguna duda! Desde el nuevo gobierno de Pepe Yunes, vamos a defender el agua de los veracruzanos.
La puntita
Los normalistas de Ayotzinapa derribaron la puerta de palacio nacional, quemaron 2 patrullas de la GN y retuvieron a los soldados. Sólo fueron carne de cañón para la persecución política de una 4T que nunca quiso garantizar justicia, sólo su propia venganza.
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