Por Héctor Yunes Landa
El irracional desmantelamiento del seguro popular provocó que en 2022 el número de personas sin acceso a servicios de salud haya llegado a 50 millones de los mexicanos más pobres.
Pero el presidente en su desvarío insiste en que en el mes de marzo –había dicho que el próximo 1 de diciembre-, esos cincuenta millones de mexicanos tendrían un servicio de salud mejor que en el Dinamarca, por la sencilla razón de que aquí hay más habitantes. Demencial.
Para lograr ese propósito producto de la psicosis, López Obrador ordenó a los diputados de Morena en el Congreso que disminuyeran en ¡55.8%! el presupuesto del sector salud en 2024, es decir, tendrán menos de la mitad de recursos para atender a población que antes recibía servicios médicos del Seguro Popular, que además incluía la cobertura de gastos catastróficos por enfermedades graves.
El Presidente ha dado el tiro de gracia a un sistema de salud que agoniza. El gasto destinado a atender a las personas sin seguridad social sigue en picada, así como los indicadores de atención. No habrá dinero para garantizar camas suficientes, el mantenimiento de hospitales, la compra de medicamentos y asegurar el esquema de vacunación a millones de niños.
La atención a la salud será la herencia maldita que deje el gobierno de Morena y el Presidente López Obrador.
En el caso del Covid, más de 800 mil personas perdieron la vida, según las cifras del gobierno. Sin embargo, el número supera fácilmente el millón si consideramos que miles no tuvieron acceso a servicios médicos o simplemente nunca supieron que tenían la enfermedad. Las personas morían en las salas de espera, mientras el gobierno decía que no pasaba nada.
Uno de los mejores sistemas de vacunación del mundo, hoy es un desastre. Actualmente, tres de cada diez niños en México menores de 18 meses no cuentan con el esquema básico de vacunación. Hay un gravísimo desabasto de vacunas contra el tétanos.
Esto significa que, en los próximos años, siete de cada diez niños están en riesgo de adquirir enfermedades como el tétanos, difteria, tosferina, polio, sarampión o paperas, padecimientos asociados a la pobreza y que hace décadas habíamos superado en nuestro país.
El desabasto de vacunas y medicamentos no es un problema estructural de las empresas farmacéuticas, sino de la prejuiciosa locura de un emperador que acusó corrupción, sin siquiera demostrar un caso.
Hoy ha decidido aplicar las vacunas Abdalá y Sputnik contra el Covid, que ni siquiera han sido aprobadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que sólo responden al interés político de ayudar a los países que las producen.
En su paranoia, hoy el Presidente ofrece crear la “farmacia más grande del mundo” para garantizar medicinas a cualquier hospital o clínica rural del país, sin importar donde se encuentre. El desabasto será mucho más grave.
La creación del Insabi –una institución que no logró siquiera cumplir un sexenio de vida-, resultó el más profundo fracaso resultado del desconocimiento del sistema de salud, la incompetencia del gobierno federal y la corrupción de sus operadores.
Hasta ahora, nadie sabe a dónde fueron a parar los miles de millones de pesos que formaban parte del patrimonio del Seguro Popular y que fueron entregados al Insabi.
La puntita
La próxima elección a Gobernador de Veracruz no será entre partidos políticos, sino entre la legitimidad del origen: un veracruzano frente a una zacatecana. |
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