Por Héctor Yunes Landa
Xóchitl Gálvez será la primera presidenta de México. Su historia de vida marca la importancia de que el país recupere el valor de la cultura del esfuerzo, de la inclusión de la sociedad civil en el gobierno y del empoderamiento de la mujer a partir del propio esfuerzo y no de la herencia perniciosa del poder.
Las vivencias y las anécdotas de una vida de esfuerzos y carencias, sólo son la ruta de lo que será el país bajo su mandato.
No es importante que haya nacido en una comunidad indígena de Hidalgo, sino la identidad y pertenencia que tiene con los más pobres. No es importante que haya vendido gelatinas de niña, sino la convicción de que los niños merecen vivir una infancia con pleno derecho a la salud y la educación.
Tampoco es importante que haya llegado a la ciudad de México sólo con una caja de cartón y sus pocas pertenencias, sino la férrea voluntad de salir adelante, consciente del valor de la educación y el esfuerzo del trabajo. A Xóchitl Gálvez nadie le ha regalado nada.
Xóchitl no es un fenómeno político, es una mexicana ejemplar. Representa la voluntad libre de millones de mexicanos agraviados por un régimen que busca perpetuar la corrupción, el autoritarismo y la incompetencia.
Xóchitl no es grosera, es franca, abierta, directa, como somos la mayoría de los mexicanos. «Recuerden mi regla de oro: ni huevones, ni rateros, ni pendejos. Yo a mis equipos les exijo cien por ciento de trabajo, honestidad y capacidad, con eso lo podemos lograr».
Tal vez le faltó decir, ni hijos inmiscuidos en tráfico de influencias y negocios cuestionables, ni maridos prometiendo formar parte del gobierno. Eso es lo que los mexicanos esperan de un gobierno verdaderamente honesto.
Para Xóchitl, la mañanera representa otra cosa. “Quiero un México libre de ataduras para quienes se esfuerzan y se levantan en la mañana no sólo a hablar, sino a chambear”.
Hoy los mexicanos tenemos dos candidatas presidenciales diametralmente opuestas.
Mientras Xóchitl inició el camino a Palacio Nacional en Fresnillo, Zacatecas, una de las ciudades más violentas e inseguras del país, Sheinbaum lo hizo en el lugar más seguro, su zona de confort, el Zócalo de la ciudad de México, rodeada de miles de burócratas y ciudadanos condicionados en su empleo y programas sociales.
Frente a una sociedad agraviada y enlutada por la violencia, Xóchitl ofreció devolver al Ejército sus funciones y su dignidad.
“A nuestros soldados y marinos no les corresponde tapar baches de una carretera o prestar servicios de hotelería en un centro turístico. Vamos a sacar a soldados y marinos de las tareas civiles que los distrae de su misión principal: defender a México”, es su compromiso.
En cambio, Sheinbaum ofreció continuidad con cambio: más abrazos, más balazos. Prometió mantener la ‘estrategia AMLO’ contra el crimen –la que dejará más de ¡200 mil muertos en seis años! – y que ‘no habrá mano dura o guerra’, repitiendo el mismo pacto implícito con la delincuencia.
Dijo que seguirá alimentando generosamente a los tres elefantes blancos del presidente que nunca se concluyeron, sólo para alargar su agonía: el Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y la Refinería de Dos Bocas.
Xóchitl no es la candidata presidencial. Es el futuro y esperanza de millones de mexicanos.
La puntita
El inicio de campaña de Manuel Huerta en Catemaco tiene una justificación. Fue hacerse una limpia porque sabía que se lo iba a chupar la bruja. El que entendió, entendió… |
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