Como resultado de los diferendos mediáticos entre los gobiernos de los Estados Unidos y México, que ya llevan más de dos meses, respecto a las acusaciones que Senadores, Congresistas y funcionarios del gobierno de Joe Biden hacen al nuestro, culpándolo de no hacer lo suficiente en la lucha contra los carteles de la droga, que trafican fentanilo al territorio norteamericano y han causado, tan solo en 2021, más de 107,000 muertos, según cifras oficiales, Andrés Manuel López Obrador envió una carta al presidente de China Xi Jinping, que busca inmiscuir a esa potencia económica y militar, tomando en consideración que de aquella nación provienen los precursores químicos para producirlo aquí en México.
Esa es la verdad, simple y llana.
Por los puertos de Lázaro Cárdenas, Michoacán; Manzanillo, Colima; y Topolobampo, Sinaloa, primordialmente, llegan de ese país asiático los precursores químicos >ilegalmente, desde luego<, donde mediante la corrupción, la amenaza, el secuestro y el terror se apoderan de ellos los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, fabricando en laboratorios ubicados en las zonas serranas el fentanilo, que terminándolo lo cruzan por la porosa frontera de 3 mil 200 kilómetros al territorio estadounidense, entregándolo a las mafias gringas que lo distribuyen y venden a la juventud principalmente, con los altos índices de miles de fallecidos que ya conocemos.
El diferendo vino, cuando a los reclamos de los Senadores, Congresistas y funcionarios estadounidenses, el presidente de México dijo que acá no se fabricaba el fentanilo, aderezado de su política pública de los abrazos y no balazos para con los carteles de las drogas, pasando en consecuencia de los reclamos a las amenazas de invadir territorio nacional con sus tropas estadounidenses, con sus marinos, para venir y enfrentarlos ellos, ante la inacción gubernamental del Estado mexicano, declarándolos Biden y sus congresistas como grupos terroristas para poder hacerlo y, entonces, López Obrador acepto alguna idea brillante, de esas que suelen tener los que se sienten iluminados en la 4T, de pedir apoyo a la potencia económica y militar China, para sentirse arropados primero, y luego, buscando que el conflicto fuera entre dos gigantes, entre iguales, y así seguir don Andrés Manuel evadiendo una realidad construida por sus locuras.
La carta llego a China, pero no tuvo los efectos que don Andrés buscaba. Ni la leyó el líder comunista chino Xi Jinping, ni le dio contestación por escrito el secretario de Relaciones Exteriores de aquella nación asiática, y una simple vocera de ese ministerio la aludió en una conferencia de prensa, con un vocablo que trata de sacar raja política del problema socio-político-económico que enfrenta con el gobierno estadounidense, afirmando “Estados Unidos debe afrontar sus propios problemas”.
Mao Ning, portavoz del Ministerio Chino de Asuntos Exteriores, dijo que no existe el llamado tráfico ilegal de fentanilo (el que hay entre China y México es legal, dado que se utiliza como medicamento para aliviar el dolor que genera el cáncer), entre ambos países, negándose esta nación, rival geopolítica y comercial de los Estados Unidos, a asumir cualquier responsabilidad en la crisis de salud por el consumo de opioides que azota a ese país norteamericano. “El problema de abuso de fentanilo en EEUU tiene sus raíces en sí mismo, y el problema es totalmente de fabricación (sic) estadounidense”. O sea, su crisis es “Made in the USA”, instando a Washington a “tomar medidas más sustantivas para reforzar la regulación dentro de sus fronteras y reducir la demanda”.
La carta a China, en resumen, fue un fracaso para el que la escribió, porque no encontró el respaldo de Xi Jinping tácito y expreso como el “”si un marine gringo pisa territorio mexicano, China apoyara militar y logísticamente a México”, y mucho menos de apoyo al presidente López Obrador, por si esperaba la 4T alguna contestación diplomática por escrito como “”El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene todo nuestro apoyo si sufre el país que gobierna una amenaza o invasión al país que gobierna”.
Los costos de la política de abrazos y no balazos empieza a tener consecuencias internas y externas. Las primeras las sufrimos todos los días los mexicanos y extranjeros que habitamos esta nación >inseguridad que permea toda la patria<; la externa ahora es la amenaza o bravata, pero amenaza al fin, de la invasión, venida del polo ultraconservador norteamericano, y un gobierno chino bateando a don Andrés Manuel López Obrador aplicándole la frase salinista de: ni los veo, ni los oigo, ni los leo.
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