Lo que se vivió la semana pasada en la Cámara de Diputados, y lo que se vivirá a partir de hoy en la de Senadores, para que el ejército permanezca en las calles hasta 2028, es prueba plena de la aceptación tácita que hace Andrés Manuel, sobre su fracaso en brindar seguridad a la sociedad nacional, a través de instituciones civiles.
Se suma pues, a los mismas derrotas en esa materia de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, que ordenaron a los soldados salir de los cuarteles desde sus gobiernos, para combatir la delincuencia organizada y garantizar la paz a todas y todos los mexicanos, y nunca pudieron lograrlo, so pena del incremento, en cambio, de violación a los derechos humanos y desapariciones, endilgadas tanto a miembros del ejército como de la marina, que le sirvieron al propio AMLO como ariete en su campaña desde 2015 como candidato de MORENA, para sumar adeptos y ganar las elecciones de 2018 por amplio margen, con la suculenta promesa de desaparecer la policía federal, y regresar a sus cuarteles a la soldadesca.
Creo en 2019 la guardia nacional con 72.28% de militares (SEDENA Y SEMAR), y sus resultados son dolorosos. Hoy el crimen domina territorios cada vez mayores donde imponen sus tributos y reglas, abdicando el Estado de su obligación de brindarles protección y seguridad en sus bienes y vidas a esos compatriotas, provocando la migración de miles y miles de ellos hacia otros lugares menos peligrosos, observando como la orden de repartir abrazos es para los malosos, y los balazos para la desprotegida sociedad.
La jerarquía verde-olivo esta ahora en todas partes: construyendo y administrando aeropuertos, construyendo trenes, en las aduanas, en obras de infraestructura, y poco a poco el gobierno de López Obrador va cediéndoles otros espacios trascendentales, tratando de dejarlos plasmados en La Constitución, para que no se los puedan fácilmente quitar, y para lograrlo corrompe a los eternos corruptos, suyos y ajenos, para que den los votos que se necesitan, enrumbándonos inexorablemente a un Estado de excepción, donde tenga que recurrirse al estado de sitio para callar todas las voces que protestemos.
México va en contra de la rueda de la historia, porque mientras las democracias integrales (no solo las electorales), siguen gobernadas por los civiles, como garantía de respeto a los derechos humanos y la paz pública, acá quieren que los militares se adueñen de las calles, con el grave peligro que ello conlleva, de que un día, un general con ínfulas de dictador, se entrone en la silla presidencial y de allí, para quitarlos, correrán ríos de sangre para lograrlo.
Allí esta la historia propia y la internacional con ejemplos sobrados de esas dictaduras militares (fui testigo en Chile, cuando lo visite por primera vez, -1992-,
cuando Augusto Pinochet seguía gobernando como jefe máximo del ejercito chileno, y fuimos detenidos por los carabineros, a pesar de ser una comisión de legisladores federales extranjeros, por sus esbirros, que no entienden razones, y solo hacen y obedecen, lo que su comandante en jefe les ordena).
Hacia ya vamos. Duele en el alma decirlo, pero esa es la ruta que esta trazando Andrés Manuel sin miramiento alguno, sin considerar todos los siniestros hechos que la historia nacional y extranjera registra de cuando ello ocurre. Baste ver el comentario y el tono del discurso del general secretario cuando afirmó el 13 de septiembre “”Debemos discernir de aquellos que, con comentarios tendenciosos, tratan de alejar a la ciudadanía de las fuerzas armadas”. A buen entender, pocas palabras.
Trabajo es que les guste el poder, que después para quitárselos será a un alto costo: muchos años de lucha, con perdida de innumerables vidas humanas, y una sangría económica que nos dejara peor que como ya estamos. |
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