Las lógicas que regían por décadas la relación bilateral entre los Estados Unidos y México, y la procuración e impartición de Justicia entre ambos países, no son explicables en la liberación del general de cuatro estrellas, ex secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda.
Simplemente no cuadran y mas, cuando se ha convertido en un caso de excepción en la política del combate a las drogas del gobierno norteamericano, y de su aparato de justicia, en su propio territorio.
¿Qué dijo el gobierno de México al estadounidense para convencerlo de que les devolvieran al general? ¿Qué argumentos tan convincentes manejo Marcelo Ebrard, para que en menos de un mes estuviera de vuelta el ex jefe de las fuerzas armadas en México, en completa libertad, a pesar de la losa de acusaciones que penden sobre su espalda, y que, a decir de la fiscalía federal norteamericana, se encuentran sustentados con pruebas plenas de culpabilidad?
Eso nunca lo sabremos, salvo cuando Donald Trump, López Obrador o el propio canciller editen sus memorias y nos confiesen los detalles de tan prolongadas negociaciones. Lo que si es cierto y se desprende como prueba presuncional-humana, que con esta acción hoy, el Ejército Mexicano nos manda un claro mensaje del poder que tiene en el país; de la incidencia que tiene hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador, que ahora explica porque la construcción del aeropuerto de Santa Lucia a ellos; los bancos del bienestar a ellos, los puertos y aduanas a ellos, los tramos del tren maya a ellos, la guardia nacional a ellos.
El pasado lunes 19 de octubre escribí en este mismo espacio: “”…la operación padrino, como la bautizó la DEA, es una madeja que apenas comienza a desenredarse. Tendrá efectos catastróficos para México porque se da justo cuando el presidente les daba poder y presupuesto a nuestras Fuerzas Armadas; el meollo de todo esto es si esas concesiones las otorgaba como rehén de las mismas….”.
Hoy, a mi, estos hechos me quitan la mínima duda que me quedaba, y mas, después de escuchar el discurso pronunciado el pasado 20 de noviembre en voz del general secretario >único orador oficial<, manifestado frente al presidente de la república, pero también al pueblo de México, porque sabía que estaban en una transmisión en vivo, en cadena nacional. Luis Cresencio Sandoval dijo: “”Las
fuerzas armadas no anhelan poder ni protagonismo, su esencia es servir a la patria…….El camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones de ningún tipo, cada uno con su correcto actuar (defensa intrínseca al general Cienfuegos -agregado mío-)…….No anhelamos ningún poder (ya lo tienen en la practica -agregado mío-)… porque nuestra razón de ser esta alejada de pretensiones políticas o de otro tipo. Es evidente que no anhelamos ningún poder, porque dependemos del Ejecutivo….” y yo agregaría: si, ya tienen arrodillado a éste, para que hacer visible un golpe de estado que atraería reacciones de gobiernos democráticos extranjeros, que se traducirían en presión contra el generalato.
Sobran pues las justificaciones que vengan del lado oficial para explicar el porque han tomado un papel tan protagónico y relevante en este gobierno las fuerzas armadas. Bastaron unas cuantas horas para que el presidente cambiara aquellas palabras, dichas en una mañanera, que aquí transcribo: “”Lamento que un exsecretario de la defensa nacional este detenido por vínculos criminales, porque prueba la existencia de un narco-gobierno, de la decadencia del régimen que afortunadamente ya esta por acabarse””, advirtiendo que “”como en el caso de García Luna quienes hubiesen colaborado con Cienfuegos, aun con un solo señalamiento, serían retirados de sus cargos; no vamos nosotros a cubrir a nadie, ya paso ese tiempo”” manifestó.
24 horas después, instruía al canciller Marcelo Ebrard a viajar a los Estados Unidos y gestionar la liberación del general que, al conseguirlo, se convierte en el civil-político del gabinete mas fuerte de las fuerzas armadas.
Dicho en otras palabras, el ejercito ya tiene candidato para 2024. |
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