Manejaron mal la pandemia. Estamos al rojo vivo, navegando entre olas gigantes y devastadoras. Para que se los describo si ya todos lo saben; baste observar las estadísticas del mundo para darnos cuenta lo ineficaces que fueron. Allí esta México con sus fatídicas cifras de muertos, contagiados y lo peor: un sistema médico colapsado; inclusive el privado.
Es cierto, los gobiernos neoliberales anteriores del PRI y del PAN jamás le dieron suficientes recursos económicos, materiales y científicos al sector salud; año con año le recortaban su presupuesto. Pero ellos lo sabían y aun así nos mintieron, afirmando que en un escenario catastrófico-apocalíptico llegaríamos a 60 mil muertos, y tengo que escribirlo ¡ya somos el doble de esa otra promesa que la 4ta no cumplió!
Es una pesadilla, me digo, cuando veo las imágenes en la televisión, en los periódicos, en las redes sociales, de las multitudes que colman los centros comerciales, las calles, los mercados, las playas, las carreteras, los antros, como si las cosas materiales se fueran acabar ese día, esa tarde, esa noche. Allí están miles y miles de familias en la ciudad de México, en Puebla, en Chihuahua, en Cancún, en Guadalajara, en el puerto de Veracruz o Xalapa abarrotando, sin cubre bocas miles, o trayéndolos como bufandas, desenfrenados, contagiando o contagiándose, sin misericordia alguna.
Mientras veo los amontonamientos de gentes, también observo las imágenes de los hospitales que por 8 días consecutivos han visto crecer el numero de enfermos, disminuir las camas disponibles, así como los respiradores artificiales, a tal grado que ya aparecen pegadas en las entradas de los nosocomios, cartulinas con el mensaje “saturados al 100 %”, o esta otra “ya no contamos con camas para atención por covid”.
Pero también observo que este gobierno, que por decreto desapareció el primero de diciembre de 2018 al neoliberalismo, ha defendido desde esa misma fecha al mercado, el consumismo, la ganancia del capitalista y se ha negado sistemáticamente a semaforizar los estados para evitar que el capitalismo colapse de adeveras, y surjan, frente a la crisis, nuevas formas de organización, producción y distribución de los bienes y servicios, donde el
enriquecimiento voraz individual (como el del asesor de AMLO Ricardo Salinas Pliego), se pulverice para siempre.
Por eso se negaba a poner en rojo la ciudad de México y toda la zona metropolitana colindante con el Estado de México, donde están asentadas las grandes empresas, los centros financieros nacionales, industrias, plazas comerciales, zonas de distribución y de consumo ¿pues no que muy anti-neoliberales?
¡Primero el dinero, y después la salud del pueblo!
Hasta que reventó todo el sistema hospitalario y las escenas que vimos de gente muriendo en las cocheras de los edificios de departamentos, y a la entrada de los hospitales, en la camilla misma de los paramédicos que llevaban al paciente, como las vimos el pasado jueves, se multiplicarán afuera de los hospitales públicos del sector salud, al ya no tener cupo; y el llamado de alerta de los hospitales privados, avisando estar también ya en el límite con la gente de alto poder adquisitivo, que busca esas opciones, tal y como lo dijera Julio Hernández López columnista del periódico La Jornada, mejor conocido como Julio astillero, ¡ya no encuentran camas ni allí!, ahora que él enfermó de coronavirus.
Fue allí cuando dolorosamente acepto >ya sabe usted quien<, que la gobernadora de la Ciudad de México y el gobernador del Estado de México avisaran a la comunidad el viernes, el semáforo rojo y con ello, la paralización de muchas actividades económicas que hará que los trabajadores vayan a sus casas a resguardarse.
Lo que resta de este año, el año de la peste, del contagio y del interminable duelo, y el inicio del que viene será el pandemónium. Usted mismo lo vivirá. El caos en muertes y contagios abrazará al ya de suyo herido país, cuyo gobierno federal sigue empecinado en monopolizar la vacunación anti-covid, no permitiendo que gobiernos estatales, la industria farmacéutica o particulares puedan, por su cuenta, comprar las vacunas con los laboratorios ya autorizados para aplicarla, y de esa forma eficientizar la vacunación nacional en el menor tiempo posible, para acabar ya con esta pesadilla.
¿Por qué?
Usted amable lector, estimado radioescucha, querido televidente saque sus propias conclusiones, pero no me culpe a mi si pusiera, en el tintero, un 6 de junio, como centro del debate. |
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