El Andrés Manuel López Obrador que con gran seguridad y aplomo prometió a los y las mexicanas, desde el año 2000, un futuro promisorio para todos, se ha extraviado desde que tomo el poder el primero de diciembre de 2018.
No pudo gobernar como el lo suponía, y los problemas del país comenzaron a rebasarlo.
Resulto ser un presidente sin capacidad de respuesta.
No pudo con la inseguridad, a pesar de haber prometido que lo resolvería con solo llegar a Palacio Nacional.
Su estribillo de “mandar al ejercito y la marina a sus cuarteles” de inmediato, tan pronto tomara posesión, porque los acusaba de ser los principales violadores de los derechos humanos, lo traicionó semanas después de protestar el cargo y, todo lo contrario, les ha dado meta facultades por encima de las que tienen marcadas en el texto constitucional.
Los problemas económicos se le empiezan a convertir en una bola de nieve y todo porque su promesa principal, que le hizo ganar el 50% de los 30 millones de votos que conquisto, de bajar el precio de las gasolinas a 10 pesos, apenas antier, en algunas gasolineras de la república, ya costaba 25 pesos el litro, y eso hizo que la inflación ya rebase el 4.67 por ciento, y amenaza con seguir encareciendo los precios de la canasta básica, aumentando con ello la pobreza alimentaria de millones de compatriotas.
Por eso en las mañaneras empezamos a ver su vena autoritaria, cuando comienza a despotricar contra todos y todas aquellas personas que osan cuestionarlo por las vacunas de aire, porque su hijo mayor vive como sultán en Houston Texas, con vivencias familiares en los lugares de recreo mas caros de Los Estados Unidos, no abrazando aquel lema de >no puede haber presidente con hijos ricos y pueblo pobre<; por los deslices de su hermano Pio, o los contratos millonarios de su prima Felipa Obrador; o por las decenas de residencias de Manuel Bartlett, o las múltiples casas de su secretaria de la función publica Irma Eréndira Sandoval y su esposo John Ackerman, o por la protección al presunto responsable de violación Félix Salgado Macedonio y su candidatura a gobernador del estado de Guerrero.
El presidente López Obrador esta irritable y ya no lo puede ocultar, por ello se lanza con enojo contra el Instituto Nacional Electoral, y con saña contra Brozo y Carlos Loret, utilizando todo el poder presidencial para evidenciarlo cuando aquel montaje de los secuestradores Florence Cassez y su novio Israel Vallarta (que lo eran porque fueron identificados plenamente por sus victimas), proyectándolo en el mismísimo Palacio Nacional, mostrando con ello su ira contra esos periodistas, pero guardando un silencio abaosluto respecto a los 150 millones de pesos que le dieron, de dinero publico, a Epigmenio Ibarra, su fotógrafo-camarógrafo preferido, hacedor de todos sus videos promocionales. ¿Eso no es corrupción?
A medida que ha corrido su sexenio su enojo es mas visible, mas notorio y sus reacciones biliares a los cuestionamientos de sus críticos resultan mas dolorosos para el (la réplica digital del periodista Carlos Loret lleva al día de hoy >domingo por la noche< mas de 3 millones de reproducciones).
No cabe duda, el gobierno de AMLO es un montaje diametralmente opuesto aquel que nos prometió. Por ello el presidente comienza a perder la calma, y la sonrisa empieza a desaparecer de su boca. |
|