Si, como afirmaba Aristóteles, el tiempo es el número del movimiento de un antes hacia un después, el 2020 es la cifra que ha pasado a la historia como un gran punto de quiebre para la humanidad; como el año del surgimiento de la pandemia de coronavirus que ha marcado un antes y un después con la primera gran peste del siglo XXI.
Para ver en perspectiva lo que está ocurriendo a nivel global, nacional y local, podría decirse que desde la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, el mundo no vivía una tragedia humanitaria y de pérdida de vidas humanas como la que vivimos actualmente, con más de 2 millones de muertes por el virus SARS-CoV-2.
Casi durante todo el 2020 y lo que va del 2021, la pandemia ha obligado a dictar medidas de confinamiento social que han modificado sustancialmente nuestra convivencia y nuestra forma de vida. Se cancelaron las clases presenciales para millones de niños y adolescentes (en México, esta medida cumplirá un año en marzo); se suspendieron concentraciones masivas, eventos deportivos, conciertos, bailes o celebraciones religiosas y familiares como fiestas, bodas y cumpleaños.
En los meses más críticos la suspensión de actividades productivas no esenciales provocó el cierre de empresas, con el consecuente impacto económico y la pérdida de miles de empleos. Pese a ello y desafiando los riesgos de contagio, un amplio porcentaje de la población en México, que vive al día, debió salir a las calles a buscar el sustento.
Durante semanas, la nación mexicana se ha mantenido en el cuarto lugar mundial con mayor número de muertes por covid 19, (y a punto de regresar al tercer sitio) solo por debajo de los Estados Unidos, Brasil y la India, al contabilizar más de 152 mil decesos, según conteos oficiales, presumiblemente solo de víctimas que han perdido la vida en hospitales.
Por otro lado, el conteo del Inegi sobre el comportamiento de la pandemia durante los primeros siete meses del 2020 hace notar que de enero a agosto se registró un 44.9 por ciento más de fallecimientos de mexicanos que perdieron la vida en sus casas o en las calles, con relación a la cifra informada por el Gobierno Federal.
Mientras tanto, la esperanza de las vacunas que son la luz al final del túnel, en el caso de México podría prolongarse durante todo el 2021, pues se ha dicho que la producción de las farmacéuticas a nivel mundial es insuficiente para abastecer la demanda, y como era de esperarse los países ricos estarían acaparando la producción.
La opción más a la mano para el gobierno de la 4T sería gestionar la adquisición de la vacuna rusa Sputnik-V y de la china CanSino y hacia allá parecen haberse enfocado los esfuerzos del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien para variar ha resultado contagiado con el virus, luego de meses de negarse a suspender sus giras a los estados del país y a usar el cubrebocas como medida preventiva.
En este contexto, con la tragedia sanitaria y económica del coronavirus como el gran telón de fondo, con el Valle de México en semáforo rojo y todo el país rompiendo sus propios récords de contagios y de fallecimientos al día, México se encuentra en plena fase de precampañas del proceso electoral para la renovación de los 500 diputados del Congreso de la Unión, así como 15 gubernaturas, y se encamina a la etapa más intensa de las campañas, lo que para documentar el optimismo como decía el escritor Carlos Monsiváis, podría coincidir con el punto más crítico de la pandemia (aún en caso de que la llegada de las vacunas y su aplicación no se retrasen).
En el caso de Veracruz, también está en marcha el proceso electoral local concurrente para elegir a los 50 diputados del Congreso local y los 212 Ayuntamientos.
Así las cosas, lo que se avizora en el proceso electoral son campañas atípicas, donde la pandemia obligará a no realizar eventos masivos, donde el acercamiento de los candidatos con los electores será a través de las redes sociales y de los medios de comunicación, o casa por casa, con el inconveniente de que el tiempo no les alcanzará para recorrer todo el distrito en el caso de los candidatos a diputados y quizá tampoco a los aspirantes a las alcaldías.
Acaso por eso, ante este escenario de emergencia, varios partidos políticos han recurrido a la estrategia de postular candidatos cachavotos, cantantes famosos, futbolistas, actores o luchadores del pancrasio, y otros han concretado alianzas por demás pragmáticas.
Lo de menos es dignificar la política o elevar el nivel del debate. La defensa de los principios tendrá que esperar a un mejor momento.
Lo de hoy es la lucha por sobrevivir – tanto de los ciudadanos como de los partidos políticos -; en el caso de los primeros para no formar parte de la numeralia de la pandemia y los segundos para no verse anulados por el abstencionismo.
Tocará a los electores la disyuntiva de votar o no por los sinvergüenzas de ayer o por los de ahora, salvo rara avis que será la excepción. |
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