Para el politólogo alemán Dieter Nohlen la pregunta por la relación entre ética y política ha cobrado actualidad debido a cuatro factores fundamentales: el aumento de la violencia militar y el peligro de la guerra, el fenómeno de la injusticia social y el hambre masiva, la puesta en peligro de la biósfera y la crisis ecológica, y la cuestión de los fundamentos de legitimación del orden estatal.
Quizá a esta lista habría que agregar un quinto factor relativo al problema sanitario mundial con la pandemia de Covid 19 – que no estaba presente cuando Nohlen redactó su obra – y que ha obligado a reconstruir los sistemas de salud de los países del orbe.
Nohlen explica que más que una ética política debe hablarse de una ética de lo político, y en ese sentido hace un recorrido por las ideas de los pensadores más destacados de Occidente para analizar la vinculación de los conceptos de ética y política a lo largo de la historia.
En los inicios de la teoría política el vínculo entre política y ética se consideraba preestablecido sin mayor problema pues en Aristóteles la ética política y económica forma un conjunto, en el que la política en cuánto ciencia ética inmediata tiene como meta la vida buena y justa de los ciudadanos.
El cristianismo aportó a la ética de lo político el concepto de lealtad frente a las autoridades políticas, una lealtad limitada debido a que en el pensamiento cristiano la lealtad mayor siempre era para Dios.
En La ciudad de Dios, una respuesta a la caída de Roma, San Agustín diferencia entre la ciudadanía de Dios y la ciudadanía terrenal, entre una paz eterna y una provisional, y acuña el concepto de paz terrenal como una categoría fundamental de la ética política. Apoyándose en Cicerón y su doctrina de la guerra justa, el Obispo de Hipona formula una reflexión ética de la violencia militar para mantener la paz.
Con Santo Tomas de Aquino y la escolástica surge la teoría del derecho natural, que prepara el terreno del derecho de la razón de la era moderna.
En el inicio del estado moderno Maquiavelo afirma que la política es un problema relativo a la técnica del poder y en su obra El Príncipe plantea un manual sobre las técnicas para conquistarlo y mantenerlo, pero conservando su idea de que la ética y la política son cosas distintas.
A su vez, Tomás Moro en su obra Utopía considera la política un problema de técnica jurídica. Moro y Maquiavelo coinciden en que el acceso a la política tiene sus propias reglas pasando la ética a un segundo plano.
Kant acuña la idea de la dignidad del hombre que dotado de razón jamás debe ser considerado como un simple medio sino siempre como un fin en sí mismo. Esta idea implica una refundamentación del nexo entre ética y política. Por su parte, el pensamiento de Hegel da pie a la ética marxista que pretende ser la ética parcial de la lucha de clases.
En 1919, Max Weber introduce el enfoque de la ética de la responsabilidad, que se pregunta por las consecuencias previsibles de una acción concreta, para distinguirla de una ética de la convicción, que se orienta por los valores y convicciones propios e incluso exige obediencia incondicional a estos, pero sin tener en cuenta las consecuencias.
H. Jonas vincula el concepto de responsabilidad con la situación caracterizada por las tecnologías modernas y el peligro que éstas conllevan para la biósfera. De acuerdo con éste, la acción responsable debe orientarse por un imperativo categórico que permita justificar solo aquellas acciones que son compatibles con la permanencia de una vida humana en la tierra.
En este marco, Dieter Nohlen advierte que hay una tendencia a exigir demasiado de la política en el aspecto moral. Frente a este peligro sugiere recordar la diferencia necesaria entre legalidad y moralidad, que es una de las condiciones de la libertad, y solo sobre esta base pueden existir diferentes orientaciones de vida en una sociedad multirreligiosa y multicultural.
La evolución de las condiciones históricas ha puesto de manifiesto la necesidad de vincular ética y política, a través de principios universales que puedan ser reconocidos como obligatorios por todas las comunidades políticas, como los derechos humanos. Sin embargo, los principios de la ética política se refieren no solo a la dignidad humana y la tolerancia de sus convicciones y modos de vida, sino a la dignidad específica de la naturaleza y la conservación de las bases naturales de la vida.
Al respecto, Nohlen afirma que el fundamento de legitimidad decisivo del orden estatal descansa en la orientación de éste por los derechos humanos, de tal modo que el estado democrático de derecho y social que está obligado por el criterio de los derechos humanos, es a su vez un estado de paz y ecológico.
En suma, la ética política formula y fundamenta las normas morales que proporcionan una orientación práctica para la acción política, así como condiciones de legitimación para las instituciones políticas.
En la relación de la política y la moral se han formado en la historia de las ideas dos modelos extremos: el primero refiere que la verdadera política no da un paso sin haber honrado la moral por lo que el buen ser humano, el buen ciudadano y el buen Estado coinciden moralmente, en tanto el segundo concibe la política como juego del poder inmoral o amoral que para obtener y conservar el poder instrumentaliza hasta las normas morales.
En la medida en que lo político tiene que ver con la acción guiada por los intereses de seres humanos reales, la ética política se desarrolla en una relación recíproca, llena de tensión, entre la moral y la política.
De acuerdo con Nohlen, dos modelos tradicionales siguen siendo importantes en la actualidad: el primero es el kantiano que separa las normas morales de la acción pero concibe a las primeras como principios reguladores. El segundo es el aristotélico, que considera que las normas se adquieren mediante la educación, la formación y la práctica.
El politólogo alemán concluye que para Max Weber, el tipo ideal del político democrático está determinado por los postulados de la pasión, el criterio y la responsabilidad, de tal modo que la ética de la convicción y la ética de responsabilidad se complementan. Sin convicciones, la ética degenera en una realpolitik sin principios y cae en el cinismo para que cada quien se las arregle como pueda, pero sin responsabilidad, corre el riesgo de volverse totalitaria. |
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