Hay quienes dicen que la derrota del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en las elecciones del pasado 3 de noviembre comenzó a escribirse desde principios de este año, cuando la pandemia de coronavirus llegó a ese país y encontró terreno fértil para expandirse ante la estrategia errática planteada por el gobierno y por el estilo personal de ejercer el poder del mandatario republicano, quien no solo se negó a usar cubrebocas sino que llegó a descalificar a su principal asesor científico cuando el virus parecía fuera de control.
Previo a la elección, la gran mayoría de las encuestas le daban al candidato demócrata Joe Biden una ventaja de entre 7 y 10 puntos de diferencia, aunque en la recta final de la campaña los cierres espectaculares del aún presidente parece que incidieron para acortar la distancia, a tal grado que la noche de los comicios no hubo un claro ganador, y si bien Trump se apresuró a proclamar su triunfo, el candidato demócrata pidió paciencia y se dijo confiado de que los resultados le favorecerían.
Esa noche, cuando no hubo nada para nadie, fue muy significativo que Trump cancelara la cena de celebración para 400 invitados que había programado en la Casa Blanca.
Incluso, mientras ambos candidatos rondaban el umbral de los 200 votos electorales, de los 270 necesarios para ganar, en México varios medios de comunicación se fueron a dormir dando por hecho una tendencia que parecía irreversible a favor de la reelección de Trump, pues el presidente mostraba una ligera ventaja en varios estados pendientes como Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Wisconsin y Michigan.
Sin embargo, la mañana del 4 de Noviembre, el avance de Trump se detuvo y Joe Biden comenzó a avanzar de manera sostenida, según se dijo gracias al conteo de los votos emitidos por correo. Entre el miércoles 4 y jueves 5, el crecimiento de Biden en la votación era lento pero consistente, y a esas alturas del conteo, previo al desenlace del fin de semana, registraba a su favor 264 votos electorales contra 214 del republicano.
En la cancha del Presidente Trump, mientras tanto, desde las primeras horas posteriores a la elección – e incluso antes - se habló de un supuesto fraude a través de los votos por correo, y se anunciaron demandas legales de su equipo de campaña para tratar de frenar el conteo de los votos en los estados pendientes, aunque en dos de ellos fueron rechazadas, pues hasta ese momento mostraba una ligera tendencia a favor en los estados que seguían en disputa.
Para el viernes 6, tres días después de las elecciones, la suerte del Presidente Trump quedó sellada cuando desde la Casa Blanca ofreció una conferencia de prensa para continuar con su narrativa de fraude electoral y las grandes cadenas de televisión interrumpieron su mensaje y lo sacaron del aire, con el argumento de que sus acusaciones carecían de sustento pues no presentaba pruebas de sus afirmaciones.
Un día después, fueron los mismos medios de comunicación masiva los que dieron por ganador al candidato demócrata Joe Biden, al sumar a su favor la victoria en el estado clave de Pensilvania, con 20 votos electorales, por una diferencia de apenas 7 décimas, 49.8 contra 49.1 de Trump, y Nevada, con 6 votos electorales, con lo que Biden llegó a sumar 290 votos, 20 más de los que necesitaba para ganar.
Y aunque el Colegio Electoral no ha declarado oficialmente el triunfo de Biden, los grandes bloques de poder que conforman el sistema político norteamericano – con el respaldo de los medios masivos de comunicación - parecen haber dado su veredicto: el próximo 20 de enero llegaría a su fin la era Trump.
Una vez anunciada en los medios de comunicación la victoria del candidato demócrata, por considerarla irreversible, lo que de hecho descalificó en el terreno mediático las acusaciones de fraude electoral de Trump, llegaron en cascada las felicitaciones de los mandatarios del mundo: Justin Trudeau, Primer Ministro de Canadá- y socio comercial al igual que México, en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte -; Ángela Merkel, Canciller de Alemania, Emmanuel Macron, Presidente de Francia, y varios presidentes latinoamericanos, entre ellos, Nicolás Maduro, de Venezuela; Miguel Díaz-Canel, de Cuba; Alberto Fernández, de Argentina y Sebastián Piñera, de Chile.
Otros decidieron guardar silencio, como los mandatarios de Rusia, Vladimir Putin; de Brasil, Jair Bolsonaro, y según dicen, a contracorriente de los consejos de su Canciller y cuerpo diplomático, el de México, Andrés Manuel López Obrador.
Éste último, echó mano de la Doctrina Estrada de la no intervención y autodeterminación de los pueblos, consagradas en el artículo 89 de la Constitución, pero aderezó su posición con un comentario desafortunado en el que comparó las elecciones de Estados Unidos, con el fraude electoral de 2006 en México, cuando en aquellos cerrados comicios Felipe Calderón se proclamó vencedor y recibió el reconocimiento, “la cargada”, de los países del mundo.
El desenlace de los comicios presidenciales en Estados Unidos, pareciera la crónica de una caída anunciada por el covid 19, un heraldo nefasto e invisible, que hasta el domingo pasado había cobrado la vida de 237 mil estadounidenses y registraba casi 10 millones de contagios.
Otros consideran que la caída de Trump significa también el derrumbe del populismo de derecha, similar al de Bolsonaro en Brasil, e incluso van más allá al señalar que pierde terreno el populismo en general, un estilo de hacer política basado en las decisiones de un hombre fuerte, sustentado en la polarización y la confrontación política, a costa del funcionamiento de las instituciones democráticas.
El diputado Porfirio Muñoz Ledo afirmó ayer en su cuenta de Facebook: “Se acabó la era Trump. Reconocer a Biden como presidente electo significa la intención de abolir el régimen de complicidades e incrementar el de los compromisos”.
Y al buen entendedor, pocas palabras. |
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