En un escenario hipotético quizá no le falta razón al diputado federal Porfirio Muñoz Ledo, aspirante a la dirigencia nacional de Morena, cuando afirma que si su compañero de bancada Mario Delgado gana la encuesta mediante la cual se elegirá al próximo dirigente nacional, el canciller Marcelo Ebrard Casaubón iría en caballo de hacienda para ser el próximo candidato a la Presidencia de la República en 2024.
El también ex dirigente nacional del PRI y PRD incluso fue más allá al deslizar que el triunfo de Delgado significaría la terminación anticipada del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, para referirse a la fuerza política que adquiriría el secretario de Relaciones Exteriores.
Sin embargo, lo mismo dicen los marcelistas en el caso de Muñoz Ledo, pues afirman que si éste llega a ser dirigente nacional, quien se enfilaría a la candidatura presidencial sería la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, precandidata de uno de los grupos más dogmáticos al interior del Lópezobradorismo.
Una tercera opción, la de la ex dirigente nacional Yeidkol Polevnsky, podría representar cierta neutralidad en la dirigencia, aunque también sería un salto al pasado con el inconveniente del desgaste político que enfrenta dada su confrontación con el grupo del actual dirigente interino, Alfonso Ramírez Cuéllar y de la Presidenta del Consejo Nacional, Bertha Luján, presuntamente alineados con Muñoz Ledo – junto con el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez – según un audio difundido hace unas semanas por el diario Reforma, el cual no ha sido desmentido por los protagonistas.
La batalla por la dirigencia nacional de Morena tiene que ver, por un lado, con la disputa por el control de las candidaturas en los 300 distritos electores de mayoría relativa y de los diputados de lista o representación proporcional, pero también con impulsar candidaturas en los 15 estados que renovarán gubernaturas en las elecciones intermedias de 2021, con el objetivo evidente de afianzar y consolidar un proyecto político rumbo a la sucesión presidencial de 2024.
Por eso resulta una curiosa paradoja que a pesar de que el Instituto Nacional Electoral, INE, ha sido un organismo autónomo muy golpeado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y varios de sus incondicionales, como el académico y asesor John Ackerman, la definición de la dirigencia nacional del Partido gobernante se encuentre en manos precisamente de esta instancia, encargada de organizar y legitimar la encuesta de cuyo resultado dependerá el futuro político a corto y mediano plazo de la llamada Cuarta Transformación.
Y es que la renovación de la dirigencia nacional de Morena es un proceso fundamental para la institucionalidad de ese partido, pues sin ésta no habría futuro para la 4T, a menos claro está que el presidente López Obrador tenga otros planes, como lo advirtió en uno de sus arranques cuando les dijo a sus correligionarios que si no se ponen de acuerdo renunciaría a su militancia.
Más recientemente, el tabasqueño-veracruzano acaba de acuñar otra frase emblemática al señalar que Morena: “es mucho pueblo para tan poca dirigencia”, acaso dando por hecho que el universo de votantes que lo respaldó hace dos años en los comicios de junio de 2018 se identifica con su partido, lo cual a estas alturas podría no ser del todo cierto.
Bastaría con echarle un vistazo al padrón de militantes de Morena para darse cuenta que no representa ni la décima parte de los 30 millones de votos que obtuvo el presidente hace dos años, lo que significa que el partido gobernante – ocupado en sus disputas internas y en su incipiente institucionalidad – ha descuidado la tarea urgente de buscar puentes de comunicación con los distintos sectores sociales para tratar de rearticular y cohesionar el amplio consenso social que llevó a López Obrador a Palacio Nacional, y que en vísperas de los comicios intermedios de 2021 amenaza con diluirse.
En ese sentido, la pregunta sería ¿quién de los actuales aspirantes a la dirigencia nacional tendría la visión para darle a Morena el impulso que necesita a fin de consolidarlo como un partido de la sociedad y alejado del dogmatismo?
Si de lo que se trata es de un proyecto de largo aliento, quizá la respuesta a la pregunta anterior sea Porfirio Muñoz Ledo. Si por el contrario, el objetivo es a corto plazo, lo que implicaría dejar la consolidación del partido al próximo sexenio, el hombre sería Pablo Delgado.
La moneda está en el aire. |
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