A cuatro días de concluir el año la vacuna contra el coronavirus representa una tabla de salvación para los países del orbe.
“Es el principio del fin de la pandemia”, definió la semana pasada el canciller mexicano Marcelo Ebrard al darle recibimiento de Estado a las primeras 3 mil vacunas de la farmacéutica Pfizer. Y este fin de semana arribó a México el segundo lote de 42 mil 900 dosis procedentes de Bélgica.
Hasta ahora, luego de la estrategia errática para combatir el virus cuyos resultados están a la vista, con el valle de México en una situación de emergencia ante el aumento de contagios y la saturación de hospitales, la vacuna se perfila como la mejor y más eficaz herramienta para enfrentar al coronavirus.
De resultar efectiva como instrumento de prevención, el próximo año podría comenzar a verse la luz al final del túnel, aunque aún faltan los primeros meses del 2021 para que las empresas farmacéuticas puedan producir las dosis suficientes para inmunizar a la población en riesgo.
Y si bien la vacuna se convertirá en el negocio del siglo por más que su costo sea absorbido por las finanzas de los respectivos gobiernos, es una esperanza que permite cerrar el año con un horizonte menos pesimista, y podría convertirse en el punto de quiebre, un antes y un después en la pandemia, que ayudaría a frenar los contagios y decesos, y en consecuencia a quitarle presión social a los gobiernos, que tanto en América como en Europa se han visto impotentes para contener su impacto en la salud de cientos de miles de personas y en las economías nacionales.
En el caso particular de México, con más de 120 mil muertes y 1 millón 300 mil contagios, representará un respiro que le caerá “como anillo al dedo” al régimen del presidente Andrés Manuel López Obrador, ante la crítica implacable de sus opositores en el marco del arranque del proceso electoral intermedio para la renovación de la Cámara de Diputados y 15 gubernaturas.
En este punto, por cierto, llama la atención que por primera vez en la historia los tres principales partidos opositores, PAN, PRI y PRD, lograron postular una alianza en más de 160 distritos electorales con el propósito de emparejar el piso en la lucha cuerpo a cuerpo por la preferencia electoral con Morena, en la contienda por la mayoría del Congreso.
En la otra esquina, también resulta significativa la alianza del partido gobernante con el Partido del Trabajo, PT, y el Partido Verde Ecologista de México, PVEM, para postular candidatos al Congreso. Sobre todo, porque este último ha sido aliado del PAN y PRI en procesos electorales anteriores y se le ha vinculado con varios escándalos de corrupción. Es famosa la afirmación del ex dirigente nacional Jorge Emilio Martínez “El Niño verde”, cuando declaró en Londres a estudiantes mexicanos de posgrado que a él lo que menos le importaba era la ecología, pues representaba intereses.
Luego entonces la alianza de Morena con el PVEM también significa una alianza con los intereses que ese partido representa, y semejante pragmatismo, ajeno a criterios ideológicos o de la tan proclamada honestidad morenista podría convertirse a la postre en un auténtico caballo de Troya para el régimen de la Cuarta Transformación.
Más aún si se toma en cuenta que en 2018 el PVEM contendió junto al PRI y obtuvo apenas el 1.8 por ciento de la votación nacional, por lo que podría pensarse que en el mejor escenario ese es el margen de votación que le aportaría a Morena en los comicios de junio próximo. ¿Y entonces para qué la alianza?
Quizá la respuesta tenga que ver con el hecho de que aunque en política hay alianzas que en lugar de sumar, restan, en este caso la lógica sería que amor con videos se paga.
Y en ese intercambio ambos habrían salido ganando. |
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