Decía el gobernador Miguel Alemán Velasco, cuya filosofía política surgida del régimen posrevolucionario rayaba en el pragmatismo emanado de la experiencia acumulada de décadas del partido en el poder, que en todo sexenio los primeros tres años son de subida para el gobierno, y los otros tres, de bajada. Quizá porque también decía que el gabinete es como una carreta cargada de calabazas que se van acomodando gracias a los brincos del camino, y que mientras unas se afianzan, algunas se caen y otras se echan a perder, o lo que es lo mismo, se pudren.
El caso es que en la primera mitad de cualquier administración lo primero es construir bases sólidas que sostengan el andamiaje político e institucional para echar a andar el Plan de Desarrollo que dé frutos para que estos se consoliden durante todo el sexenio.
Una vez instalado el gobernante y su gabinete, y aprobado el presupuesto por el Congreso, en el primer semestre de gobierno lo que sigue es elaborar el Plan de Desarrollo, que resume y sintetiza las demandas, propuestas y compromisos de campaña, y pone énfasis en los grandes problemas del estado: el campo, el empleo, la salud, la infraestructura carretera, la seguridad pública, el turismo, la infraestructura educativa, el desarrollo económico y portuario, la gobernabilidad, la actualización del marco jurídico, entre otros; de tal suerte que el Plan se convierte en el eje rector de todo el trabajo gubernamental, del que se derivan los planes sectoriales y los programas operativos anuales.
Así las cosas, con la legitimidad del gobernante electo, que le permite ejercer el poder una vez que ha tomado protesta del cargo, éste delega en su gabinete las facultades que le otorga la ley en el ámbito de sus respectivas atribuciones, para que de conformidad con el Plan de Desarrollo diseñen y lleven a cabo las políticas públicas que se traduzcan en obras y acciones de gobierno, para lo cual cuentan y ejercen con una partida presupuestal, de la que deben rendir cuentas.
¿De qué depende entonces, que en los primeros tres años de gobierno, que son “para arriba”, según la tesis del ex gobernador de Veracruz en el sexenio de 1998-2004, una administración logre construir cimientos sólidos para afianzar su proyecto y consolidarse con la aceptación y el respaldo de la gente?.
Aunque son varios factores, a grandes rasgos podría citar los siguientes:
Primero, que haya claridad y coherencia entre los reclamos de campaña, aquellos que lograron movilizar a grandes franjas del electorado y que marcaron una diferencia sustancial con los adversarios políticos, con la respuesta y el modo de conducirse del gobierno una vez en el poder. Es decir, si en la campaña electoral de 2018 un reclamo central de los veracruzanos fue decir no al nepotismo, una lectura correcta por parte de la nueva administración hubiese sido evitar, por lo menos en los primeros niveles del organigrama, que continuara esa costumbre a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha referido como una de las “lacras de la política”, junto con el tráfico de influencias.
Segundo, si a nivel nacional el proyecto ganador en 2018 se erigió como una alternativa al modelo neoliberal, para dar prioridad a los sectores menos favorecidos y reorientar el presupuesto con un enfoque redistributivo, lo menos que se podía esperar era claridad al diferenciar a los grupos o individuos que han sido beneficiarios del modelo neoliberal, con cuyos privilegios se pretende acabar, de aquellos que no lo han sido y que no lo son.
Y en ese sentido el ejemplo más claro en Veracruz son los cientos de trabajadores despedidos por las últimas dos administraciones, la gran mayoría ubicados en la base de la pirámide burocrática y con años de experiencia en el servicio público, que reclamaron despidos injustificados ante los tribunales laborales, y a quienes una vez reconocidos sus derechos por el Poder Judicial, la actual administración estatal puso en manos de una Comisión de laudos donde dio voz a un gran número de abogados formados según los usos y costumbres del viejo régimen priista y panista, para escamotear, regatear o negar los derechos de la clase trabajadora al servicio del estado. De este modo, un gobierno que surgió como alternativa al modelo individualista y depredador del neoliberalismo, puso en manos de abogados venales nada menos que el cumplimiento de los derechos laborales y humanos de los trabajadores. Entonces, ¿Dónde quedó el principio básico de la izquierda según el cual los derechos deben respetarse y ampliarse para buscar hacer más iguales a los desiguales?.
Un tercer factor tiene que ver con la eficacia y eficiencia en las acciones del gobierno, gracias a las cuales la administración refrenda su legitimidad, es decir, demuestra que la población no se equivocó al emitir su voto. Y esto resulta fundamental pues en el sector público no basta con la legitimidad de origen – que sería como decir ya gané legalmente y ahora puedo hacer lo que quiera o en el mejor de los casos lo que la ley me permite -, sino que el gobierno tiene que legitimarse en el ejercicio del servicio público.
En ese tenor, la eficacia tiene que ver con los resultados del quehacer gubernamental, con el cumplimiento de los fines y objetivos de las políticas públicas y su impacto positivo en la calidad de vida de la población. La eficiencia por su parte, se refiere a la racionalidad en los costos, para que el presupuesto asignado para cumplir con las obras y acciones sea bien ejercido. Y aquí el problema radica en que no basta con hacer el trabajo y hacerlo bien, sin derrochar el presupuesto, sino que, para que la población conozca el trabajo del gobierno, se requiere a su vez de una política eficaz y eficiente de comunicación, lo cual no puede darse o se da solo parcialmente cuando desde el gobierno se ve a los medios de comunicación como enemigos, y un día sí y otro también se les descalifica.
Los citados son solo tres puntos en los cuales la actual administración estatal le ha quedado a deber a los veracruzanos, aunque hay otros, y se ve difícil que, de no corregirse a tiempo esas y otras distorsiones, en la primera mitad del sexenio, cuando el camino es para arriba, como decía el ex gobernador Miguel Alemán, se logren construir las bases sólidas que sostengan el andamiaje político e institucional para la segunda mitad, donde el gobierno ya irá de salida, es decir, de bajada.
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