Habría que leer entre líneas la defensa pública que el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó la mañana de este lunes - por enésima ocasión - del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, pues ¿para qué apuntalar en público al mandatario estatal si éste no lo necesitara?.
¿De qué tamaño será en privado la preocupación del Presidente sobre lo que ocurre en Veracruz, cuando cada vez que se refiere al gobernador tiene que apuntalarlo, no a partir de los resultados o decisiones del gobierno local, sino de una apreciación personal que ha repetido desde hace año y medio como si fuera un estribillo sobre la honestidad, una virtud que en su opinión lo diferencia de sus antecesores?
Sin embargo, más allá de cualidades personales, una vez transcurrido el primer cuarto del sexenio estatal, los veracruzanos esperan resultados y decisiones de gobierno que le permitan a la entidad susperar las recurrentes crisis de seguridad, gobernanza, comunicación o salud.
Para usar un símil del folclor popular, así como Tabasco es un edén, muchos veracruzanos creyeron que al votar por la coalición Juntos Haremos Historia en Veracruz, la Cuarta Transformación sería casi como hacer realidad una utopía: el lugar ideal para vivir, donde se respetarían y garantizarían los derechos ciudadanos, y estos serían ampliados, de conformidad con los postulados básicos de la izquierda convertida en gobierno.
Los derechos, sin embargo, no solo no han sido ampliados, sino en muchos casos han sido regateados o negados, como los de cientos de trabajadores que siguen a la espera de que la administración estatal cumpla con el mandato de los tribunales laborales, y a cambio, lo que han recibido han sido propuestas indecorosas para pagarles los laudos con un “moche” del 50 por ciento, además de negarles la reinstalación.
En este contexto, dos encuestas difundidas en los últimos días, la Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y otra de Consulta Mitofsky, dan cuenta de un panorama distinto entre lo que opinan el presidente y los veracruzanos.
La primera refiere que en 2019 Veracruz registró un incremento del 24.9 por ciento en la tasa de prevalencia de corrupción en la realización de pagos, trámites o solicitudes de servicios públicos, con relación a 2017 y que el número de víctimas de corrupción aumentó de 10 mil 592 en 2017, a 13 mil 225 en 2019. Además, con relación a la “Tasa de incidencia de corrupción”, el estudio reveló que en Veracruz los actos por corrupción aumentaron de 14 mil 277 a 18 mil 422 por cada cien mil personas, equivalente a 29.0 por ciento.
MItoksfy, por su parte, se refiere al liderazgo mostrado por los gobernadores del país para hacer frente a la pandemia de Covid 19, y el resultado reveló que al de Veracruz: “No le ha ido bien en el tema del coronavirus; no ha mostrado un liderazgo de que se adelante a la federación, de que tome medidas más allá de la federación”.
La firma de Roy Campos señaló que si bien el jefe del Ejecutivo en Veracruz llegó a estar cerca del top 10, entre los mejor evaluados del país, “actualmente se encuentra en la “tercera decena” por lo que no está en su mejor posición. La tendencia del gobernante veracruzano es a la baja; antes de la pandemia del coronavirus los temas que le afectaban eran la inseguridad, gobernanza y comunicación”.
Veracruz, en suma, estaría lejos de convertirse en la sucursal del edén tabasqueño que todos desearíamos, y más cerca de ser una distopía (del griego dis, malo, y topos, lugar).
Y un mal lugar para vivir no es, por definición, un buen sitio para hacer realidad la felicidad del pueblo que tanto le preocupa al presidente. Esa es la cuestión. |
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