El 26 Aniversario del magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el sonorense ex candidato a la Presidencia de la República, agarró a millones de mexicanos resguardados en su casa, como en Luvina, aquel cuento de Rulfo que describe la vida en un pueblo casi fantasma, donde las mujeres se asomaban por las rendijas de las casas y solo salían de madrugada a buscar agua, envueltas en sus rebozos negros con sus cántaros en la cabeza, y haciendo un ruido como de aleteo de murciélagos.
Y sí, el aniversario del asesinato del candidato presidencial, registrado en el turbulento último año de gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, el 23 de marzo de 1994, encontró al país en medio de otra turbulencia, ésta de carácter global: la amenaza real provocada por la pandemia del coronavirus.
De ahí que la atención mediática y los espacios de opinión se encuentran centrados en el desarrollo y evolución de la emergencia sanitaria en el país, que hasta la noche de ayer ya llevaba reportados 316 casos confirmados, 3 defunciones y 794 sospechosos, aunque quizá podrían ser más, pues en México se han practicado comparativamente menos pruebas, con relación a las efectuadas en otras naciones que han decretado medidas más agresivas para tratar de contrarrestar el mal que ha colapsado los sistemas de salud de Italia y España, ante el crecimiento exponencial del problema.
Lo cierto es que a los viejos problemas de los mexicanos, a las demandas añejas como el “Veo un México con hambre y sed de justicia”, del tronante discurso del 6 de marzo de Colosio, se han sumado otros nuevos y muy grandes.
Pero a pesar de ello, Colosio y el discurso del 6 de marzo ya forman parte de la memoria histórica de México.
El problema es que al país la justicia siempre llega tarde, si es que llega, cuando no se entretiene dispensando favores a los hombres del dinero y del poder.
Es una asignatura pendiente en la historia de las instituciones mexicanas. Que el derecho y la justicia estén al servicio de la verdad y de la sociedad, no subordinados a los intereses políticos en turno.
Y para muestra un botón: a 26 años de la muerte de Colosio, el caso se quedó en la tesis oficial del asesino solitario, según la cual la investigación concluyó de manera incontrovertible, que un esquizofrénico, Mario Aburto, quien actuó solo y por sus pistolas, acabó con la vida del candidato presidencial –nada menos – que del partido en el poder, que había gobernado a México durante 65 años.
Nada dice en el sentido que 17 días antes del asesinato, justamente en el aniversario del PRI, Colosio había cimbrado al país con un discurso ante el Monumento a la Revolución –el símbolo del movimiento social que dio origen al régimen priista - en el que estableció una sana distancia con el Poder en turno, al que cuestionó severamente.
¿La justicia al servicio de los intereses políticos?
Nada ha cambiado desde entonces, ejemplos hay muchos y muy cercanos, incluso en tiempos de la llamada Cuarta Transformación, para no ir muy lejos en Veracruz, donde la justicia laboral está sometida a una consigna política de la 4T.
México sigue siendo un país con hambre y sed de justicia. |
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