Los resultados inobjetables de las elecciones del domingo 1 de julio, que le dieron el triunfo a Andrés Manuel López Obrador, para presidente de la república, y a Cuitláhuac García Jiménez, en la gubernatura del estado, ambos con la votación más alta en la historia de México y de la entidad, marcaron un parteaguas en el proceso histórico-político del México y Veracruz contemporáneos, con un claro mandato ciudadano: cambiar la forma de hacer y conducir la política, sanear la vida pública y alejarla de la corrupción y los negocios al amparo del ejercicio del poder para que los beneficios del desarrollo lleguen a un mayor número de mexicanos. Fue un ya basta a los abusos y excesos de quienes tienen por función servir a los ciudadanos. En ese sentido, el mandato popular exige un cambio de paradigma para sustituir una concepción patrimonialista del poder que ha prevalecido en los gobiernos neoliberales, donde las instituciones y el presupuesto público se conducen y ejercen como si fuesen propiedad de quienes los administran, por otra que, basada en el respeto a los derechos y libertades de todos en el marco de la ley, devuelva a la cosa pública su sentido original en el que todos deben estar incorporados, en especial los sectores más vulnerables. Es decir, un gobierno que administre los recursos del pueblo sin privilegios de ninguna índole, donde la clase política no confunda lo público con lo privado y donde los gobernantes no se asuman como integrantes de una especie de casta dorada durante un sexenio. En suma, un gobierno de iguales ante la ley. Por lo anterior, tanto a nivel federal como estatal, si bien son importantes los nombres de quiénes conformarán el gabinete, lo más importante será que trascienda de manera correcta esta oportunidad histórica para la transformación del país y de la entidad, una de las más relevantes en términos históricos, políticos y económicos para la república. Justamente por esta razón, Veracruz puede y debe ser punta de lanza para apuntalar el cambio de paradigmas en la cultura política del país, a través de una nueva forma de conducir los asuntos públicos. De entrada, el gobernador electo, Cuitláhuac García, cuenta con un amplio margen de legitimidad y un claro voto de confianza de la mayoría de los veracruzanos lo que, sin embargo, tampoco debería verse como un cheque en blanco. En tiempos de transparencia y de redes sociales, cada decisión cuenta y estará bajo la lupa de los veracruzanos. |
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