Las elecciones del domingo primero de julio marcaron el inicio de un nuevo amanecer para las instituciones políticas del país y de Veracruz. Los resultados electorales indican que más de la mitad de los mexicanos se pronunciaron por la alternancia en la vida pública de México y en la mayoría de los estados donde se renovaron las gubernaturas. No fue, sin embargo, cualquier alternancia. Luego de décadas paralizado en gobiernos de derecha en México, el péndulo de la historia se movió hacia la izquierda. Por eso desde el momento mismo en que se dieron a conocer los resultados y la aceptación de quienes no fueron favorecidos, lo que se respira es la euforia y la esperanza de renovación, el viento fresco de un cambio que va más allá de la simple sustitución de funcionarios y que exige, sobre todo, un cambio de régimen, de prácticas y conductas políticas que destierre la parafernalia del poder, que deje atrás la era de los privilegios y abusos de las élites políticas, de los negocios desde el gobierno y se ponga al servicio de la gente, materializando los derechos humanos y sociales establecidos en la Constitución, el derecho a la vida, a la seguridad, al empleo, a la salud, a la educación para todos, a la vivienda, a un salario digno, a vivir en un medio ambiente sano, a la recreación y al disfrute de los bienes culturales del país. La población otorgó al virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador un voto parejo que le permitirá contar con una amplia mayoría en las cámaras de Senadores y Diputados. Esa fuerza política le dará el margen para poner en práctica, sin regateos, su proyecto de gobierno orientado a hacer valer los derechos de los mexicanos y en la definición clásica de la izquierda, según el filósofo y político italiano, Norberto Bobbio, buscar hacer más iguales a los desiguales. Desde ya, López Obrador puso a su equipo de transición a elaborar los proyectos y buscarles soporte presupuestal para comenzar, a partir del 1 de diciembre, a cumplir con su oferta de campaña y llevar a cabo lo que ha denominado la Cuarta Transformación del país, que no es otra cosa que hacer de México un país más igualitario y solidario, que destierre la corrupción en los asuntos del gobierno. En Veracruz, el triunfo de Cuitláhuac García Jiménez también simboliza de forma clara y contundente la decisión de los veracruzanos de secundar la alternancia representada a nivel nacional por López Obrador y, en consecuencia, de optar por un cambio de régimen, de sanear la vida pública del estado y modificar las viejas prácticas políticas vinculadas a los abusos y excesos de las élites. Literalmente, al margen de filias y fobias, el 1 de julio concluyó la noche que ha representado para la entidad el gobierno del PAN-PRD –un gobierno que puso las instituciones de Veracruz al servicio de un proyecto político personal, caracterizado por la confrontación, el hostigamiento y la persecución permanentes de los opositores -, e inició un nuevo tiempo político para la entidad, una etapa de reconciliación – sin que esto signifique impunidad - ha definido el virtual gobernador electo. Desde la tarde noche del 1 de julio, en las calles, pueblos, avenidas y rancherías de Veracruz se respira un aire de libertad, gracias a la cual la voluntad de los ciudadanos pudo imponerse a las pretensiones de las élites. Sólo entre éstas se percibe una atmósfera de duelo que en la democracia suele ser transitoria. El 1 de julio se escribió la primera página de una nueva historia para Veracruz y México, con el voto libre de los ciudadanos. |
|