A medida que se acerca el proceso electoral intermedio de junio del próximo año aumenta la polarización política del país y se percibe entre la población un mal humor social.
Por un lado, el gobierno de la Cuarta Transformación reclama para sí el derecho de representar y actuar en nombre del pueblo, que se expresó ampliamente en el 2018 y le dio legitimidad plena al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, así como la mayoría en ambas cámaras del Congreso de la Unión.
De entonces a la fecha, sin embargo, mucha agua ha corrido bajo el puente.
Es evidente que López Obrador representó una esperanza para 30 millones de mexicanos y una alternativa frente a los gobiernos del PRI y PAN que llevaron al país a niveles alarmantes de pobreza, inseguridad y saqueo, de corrupción e impunidad ante una deficiente procuración e impartición de justicia.
Solo que, sobre la marcha, una cosa han sido las ofertas de campaña y las expectativas de los mexicanos, y otra la realidad.
En principio, porque ya sentado en la silla del águila, el Presidente ha tenido que gobernar – no desde la oposición, sino desde el gobierno - sin sustraerse a los compromisos de México ante el exterior y seguir adelante, con las negociaciones y la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y en el tema migratorio responder a la agenda que le marcó su homólogo estadounidense para frenar el ingreso de mexicanos y centroamericanos a ese país.
En el terreno doméstico, ni la economía ni la seguridad pública han sido el fuerte de la Cuarta Transformación.
Durante el primer año de Gobierno el país creció apenas 0.1 por ciento y este año se desplomó a consecuencia de la pandemia, mientras que la violencia sigue asolando a varios estados, como Veracruz.
En el tema sanitario, luego de seis meses de una estrategia errática que la locuacidad del Subsecretario López Gatell no ha terminado de explicar, la pandemia ya cobró la vida de 70 mil mexicanos y van más de 700 mil contagios.
En medio de estas tribulaciones el país entró en la ruta del proceso electoral intermedio de 2021.
Y es claro que, como estrategia de campaña, los partidos opositores, principalmente el PAN, PRD y el PRI, seguirán magnificando los errores, omisiones e insuficiencias de la 4T, y tratarán de catalizar el descontento de millones de mexicanos.
Lo cierto es que hay un mal humor social que se percibe ante la falta de empleo e ingresos y las restricciones y riesgos relacionados con la pandemia – de ahí tantas medidas distractoras como la rifa del avión presidencial (sin avión), los videos del señor Lozoya y la consulta para enjuiciar a los expresidentes - y no hay que ser mago para darse cuenta que si los tres principales partidos opositores, como se dice, logran consolidar una alianza y una plataforma electoral común para disputarle a la coalición gobernante la mayoría del Congreso y las 15 gubernaturas que estarán en disputa, es probable que a partir de junio del próximo año haya una nueva correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados, y un contrapeso real a Morena y al Presidente.
En el caso de Veracruz, el malestar ciudadano es evidente y todo indica que las condiciones están dadas para que los tres partidos, PAN, PRD, PRI y los de reciente creación, como Podemos, disputen palmo a palmo la mayoría legislativa y los 212 ayuntamientos. |
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