No ha gustado a los conservadores ni a los defensores del régimen de privilegios que ha gobernado al país durante décadas la denominación de “La Cuarta Transformación” como se ha definido el gobierno que a partir de mañana asumirá la conducción del país, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, de acuerdo con un sondeo del diario Reforma, el próximo mandatario llega a la víspera de su toma de posesión con el 63 por ciento de respaldo ciudadano y de aprobación al trabajo que ha realizado como Presidente Electo, contra un 21 por ciento que lo desaprueba, en tanto el 71 por ciento se dice optimista sobre el futuro del país, contra el 18 por ciento que se muestra pesimista. Lo anterior significa que una inmensa mayoría de mexicanos está de acuerdo con el próximo gobierno, donde sin duda una decisión emblemática a partir del 1 de Diciembre, será abrir las puertas de la residencia oficial de Los Pinos, el símbolo del poder presidencial de la era priista y panista y especie de fortaleza infranqueable cuyo acceso estaba vedado al pueblo, es decir, a los ciudadanos de a pie. Convertir este inmueble en un centro cultural de libre acceso a los mexicanos constituye de entrada, una primera decisión política para transformar la percepción del poder y pasar de una visión patrimonialista tan arraigada en las elites políticas del país a otra donde “el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de la gente”. Desde esta perspectiva, abrir las puertas de Los Pinos simboliza un primer paso para la democratización del poder en México, como resultado de las elecciones del pasado 1 de julio, donde el mandato fue quitarle el poder a las élites para devolvérselo al pueblo. Se trata de un cambio de paradigma que ha provocado airados reclamos de los defensores del régimen de privilegios, de quienes tenían la exclusividad del acceso a la casa presidencial. Por cierto, no estaría mal que este cambio de paradigmas también se aplicara en los estados, donde ceremonias republicanas como la toma de protesta de los mandatarios estatales – sobre todo los emanados de Morena - deberían estar exentas de vallas y exclusivismos que sólo revelan los resabios de quienes se formaron en la parafernalia de los tiempos del poder priista y panista. Tanto los Palacios de Gobierno como Legislativos son recintos públicos y le pertenecen al pueblo, quien crea que han sido expropiados para el usufructo de las élites políticas no ha entendido la Cuarta Transformación. Este cambio de paradigmas también explica a nivel nacional las consultas ciudadanas que derivaron en la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco, y posteriormente, de respaldar la construcción del Tren Maya y la Refinería en Tabasco, así como los programas sociales del próximo gobierno. La lectura es la misma, quitarle a las élites políticas y económicas el monopolio de la toma de decisiones – con los clásicos negocios y canonjías para unos y otros - para involucrar a la gente en el proceso de decidir hacia dónde reorientar el presupuesto y ejercer los recursos públicos. Ni duda cabe que muchos no han terminado de digerir estas acciones. Quizá estaban muy acostumbrados al acuerdo cupular y a los negocios en lo oscurito que olvidaron que los derechos que otorga la Constitución le pertenecen a los 120 millones de mexicanos. |
|