Por Inocencio Yáñez Vicencio.
La política como relación de mando y obediencia es muy antigua. Por algo decía Norberto Bobbio que la historia de la humanidad es la historia de la relación de mando y obediencia. En la relación de padre a hijo se da esa relación. Robert Filmer, en su libro: El Patriarca, funda el mando del rey y la obediencia de lps súbditos en esa relación natural, tesis que refutó John Locke, en su Segundo Ensayo Sobre el Gobierno Civil, donde sostiene que la relación de mando y obediencia debe fundarse en el consentimiento, es decir, en un contrato social, en el que, a diferencia del contrato de Hobbes, en el que se ceden todos los derechos a un tercero para recibir a cambio la protección a la vida, en el contrato lockiano, sólo se ceden los derechos necesarios para que ese tercero nos permita el disfrute de las derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad.
La relación de mando y obediencia existía mucho antes de 598 a. C., realizara las reformas que crearon las condiciones para la creación de ese régimen que en 507 a.C., funda Clístines en Grecia.
Si la política nace en la ecclesia, en la asamblea, como un mecanismo que privilegia la persuacion, la deliberación, la discusión, el debate, el consenso y el acuerdo, la relación de mando y obediencia no es el centro de la política o por lo menos no corresponde a lo que en rigor debiera entenderse por política. Lamentablemente la experiencia de autogobierno en que libremente el pueblo reunido en la plaza pública deliberaba para tomar su decisión sobre los asuntos conunes, fue relegada y su lugar lo ocupó el régimen que separa el mando de los productores.
En los regímenes de mando y obediencia la política termina por ser vaciada de todo contenido social y se encasimlla en sus problemas, como si antes o fuera de ella no existieran más problemas que los derivados de esa división entre gobernantes y gobernados. La misma Hannah Arendt, que la purga de lo social, cae en contradicción y llega a maldecir el mando. Ese vacío conduce a que desde el ángulo que se vea, la política se considere un fin en si mismo y se proclame su final o por lo menos su rechazo.
Bien dice Weber, toda acción tiene un sentido y la política no podía dejar de tenerlo. La política ni nació de la nada ni nació para nada. En un acto de razón, diría el autor del ibro El Leviatán, los hombres pactan uno a uno para dejar la guerra de todos contra todos, pero para entrar a la sociedad política, no tiene porqué ser un régimen de sujeción. La política nace en Grecia bajo los estandartes de la isonomia o igualdad ante la ley y la isegoria o derecho a hacer uso de la palabra en la asamblea, lo que significa que la política es que todos y entre todos debaten para alcanzar los acuerdos y las medidas para encarar los problemas que les son comunes.
Hacer pasar la política como una relación entre gobernantes y gobernados es lo que ha hecho que la población la vea como algo ajeno y ante sus abusos, tenga que pensar en límites, que en muchos no son sólo límites al gobierno sino al Estado. Preferir el gobierno de las leyes al gobierno de los hombres, el derecho mismo. Someter el poder a la ley, las costumbres, las constituciones, la división del poder, los derechos individuales, la supremacía constitucional, el federalismo, los órganos autónomos...
Rebajar la política a una lucha del poder por el poder, ha producido las más macabras escenas a lo largo de la historia de la humanidad. Desde un Calígula o un Nerón, que para tener popularidad también hacian traer trigo de Egipto , para repartirlo entre el pueblo. La Noche de San Bartolomé, los campos de exterminio nazi, que eran aclamados por una muchedumbre que aclamaba a Hitler, la destrucción de Irak, que la opinión pública aplaudió, sabiendo que nunca existieron las armas de destrucción masiva que supuestanente poseía esa nación y que sus soldados fueron traídos a las masmorras de Guantánamo...
Es esa concepcion de la política que se hace girar y se define en torno al poder, la que se práctica de espaldas del pueblo y que en periodos electorales se baja a él para sobarle la espalda, con tal de conseguir su voto y ya en el poder, se le aturde con arengas tramposas que lo iiritan contra sus adversarios, los adversarios de las élites, que pocas veces coinciden con los de las masas manipuladas.
Esta es la razón por la que en los últimos años vimos que todas las plataformas de los partidos no se diferenciaban y prácticamente su discurso de dedicaba solo a acusarse uno a otro de corrupto, de donde brincó uno que mediante una larga carrera de actividades marginales y de confrontación con la clase política, explotó la victimización y el martirio; tomando pozos petroleros, calles, edificios y, sobre todo, no reconociendo su derrota en las contiendas en que participaba y cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, aprovechando para demostrar que era modesto, honesto y sabedor de límites constitucionales. Precisamente ubicarse fuera de la política como lucha del poder hasta darle una fachada social, lo condujo a convertirse en una esperanza de alternativa a la manida forma de venir haciendo política.
La promesa de Amlo de ponerle fin a la corrupción desde el primer día posterior a su elección estaba prendida en el aire, porque en una sociedad donde prima la política como lucha del poder por el poder es una quimera, dado que se hace política para tener una porción de poder que a la vez sirve para hacer del bien público un bien personal, para poner el poder al servicio de mi familia, mis amigos o de mi empresa. La crisis de Estados Unidos en 2008, con las calificadoras, las financieras y los bancos, fue por corrupción.
Morena ha saqueado Sagalmex, los fideicomisos, los subejercicios, los ahorros fiscales, porque nadie como esa banda entiende la política como una lucha del poder por el poder y lo peor, la entiendo como una lucha de odio, cuerpo a cuerpo y más aún, le da nombre y apellido a sus enemigos y busca degradarlos en las Mañaneras, despojarlos como al dueño de Altos Hornos de México, acusarlos de corruptos, aunque nunca les pruebe nada. A sus competidores electorales los convierte en enemigos que levanta el narco, los chantajea con fabricadas investigaciones para que le suelten gubernaturas, manda a sus vándalos y brigadas de bienestar a amenazar candidatos y electores...
El disfrazarse de izquierdista, le permitió a Amlo y a Morena, no sólo reclutar cuadros formados en la lucha semiclandestina sino también para darle un matiz social a su lucha del poder por el poder. Lucha que tan es una lucha del poder por el poder que Amlo, desde su arribo no hace otra cosa que reproducir relaciones de poder. Negociar en lo oscurito con Lozoya y todos los delincuentes de cuello blanco para repartirse el botin, como lo denunció Jaime Cárdenas, al renunciar al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado... paralizar el INAI, poner incondicionales en el INE, someter al Congreso, corromper a la Corte... y todo para que ni ahora ni el gobierno que venga le pida cuentas. Le urge pisar el acelerador para asegurarse de que nadie le investigue, porque tiene miedo de ir a la cárcel.
El problema es que siempre existe el riesgo de que venga un gobernante peor. En Veracruz, con excepción de Pepe Yunes, y a nivel nacional, Beatriz Paredes, la mayoría de los aspirantes a cargos públicos han sido formados en la lucha del poder por el poder. Y miren. Lo preocupante no es que vividores de la política desesperados por regresar al presupuesto público anden como chivos en cristalería muestreándose hasta en la sopa, sino que halla quien aplauda ese vedettismo repugnante.
Darle un contenido ético y social, pasa hoy por rescatarla de manos de quienes la han degradado a una lucha del poder por el poder, para que vueva a ser un instrumento eficaz para discutir y decidir una forma de convivencia donde impere la justicia social y la libertad como no dominación. |
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