Por Inocencio Yáñez Vicencio.
La carta que los empresarios dirigieron a la opinión pública la semana pasada, pidiendo el voto para una persona que pertenece a esa clase social, por ningún motivo debe ser ignorada.
Voy a tratar de situar su reclamo en la coyuntura que vivimos, sin que por ello soslaye su función histórica. Lo hago con todo respeto, por muchas razones, entre ellas, que soy amigo de varios empresarios y jamás lo haría con deseos de ofender, aunque la verdad pudiera tomarse de esa manera.
Sin embargo, porque la mayoría de los grandes problemas empezaron siendo pequeños, es necesario darle su canal significado a ese movimiento que hoy retoma una bandera que a sumido a la humanidad en varias catástrofes.
Los empresarios tienen raíces muy a antiguas. En la Grecia Clásica y en la Roma Antigua había entre los llamados hombres libres dueños y comerciantes de esclavos. La propiedad ya dividía a una parte de la población en propietarios y no propietarios, en burgueses y proletarios, pero en un modo de producción esclavista, la sociedad se dividía en esclavos y esclavistas. Las otras relaciones sociales de producción estaban sometidas a las relaciones dominantes . No hay modos de producción puros. Fue al final del Feudalismo cuando los empresarios o burgueses empezaron a ser más poderosos que la aristocracia feudal. De ser perseguidos los prestamistas pasan a ser los banqueros que financian los reinos. La nobleza tiene que venderles hasta títulos de nobleza para hacer frente a sus recurrentes crisis.
Es precisamente la burguesía la que se levanta contra una aristocracia cortesana y terrateniente que frena el desarrollo de las fuerzas productivas con formas de explotación basadas en la servidumbre. Son los burgueses los que al concentrar el capital demandan mucha mano de obra y hacen que los siervos sean liberados y vayan a la fábrica a engrosar los ejércitos de mano de obra que presionarán para bajar el precio de la fuerza de trabajo.
Por otra parte la poliarquía existente hacía imposible una protección de los intereses burgueses. El que el poder estuviera disperso dificultaba una legislación general, una policía amplia, una moneda común, un poder de juzgar para todos... La burguesía hizo una revolución para librarse de toda clase de obstáculos para la acumulación de capital (que debe ser entendida como la reproducción de las relaciones sociales capitalistas en una escala siempre creciente mediante la conversión del plusvalor en nuevo capital variable y constante). Los empresarios como dueños de los medios de producción necesitan que los hombres y mujeres que no tienen más que su fuerza de trabajo que vender para poder sobrevivir, acepten esa relación como algo natural y que en caso de que a titulo individual o colectivo se rebele, haya quien lo convenza con palabras o garrote, de que eso es justo. Que el empresario es el que crea la riqueza y que debía de estar agradecido de que le mata el hambre. Más tarde que temprano los obreros habrían de descubrir que de todos los elementos que entran en la producción, el único que genera más de lo que consume o le pagan es la fuerza de trabajo y que cuando ese capital variable disminuye, también disminuye la tasa de ganancia, porque en el mismo capital constante hay trabajo muerto.
La mejor manera de evitar que los trabajadores vean que quien los explota, los somete, los castiga y hasta los socorre, es trasladar esas funciones a un MEDIADOR, que de ninguna manera es neutral, aunque parezca. Esas funciones de normar, castigar, proteger, educar, curar,arbitrar, hacer caminos, guerrear y hasta ocuparse de los pobres, eran privadas, eran del señor hacia los que le manifestaban homenaje, es decir sometimiento. Pero resulta que al entregar los impuestos al centro, los señores también entregan a ese poder central la legislación, la atribución de juzgar, la policía, el ejército, la educación, la salud, la caridad...
Este cambio se dió gradualmente en Inglaterra pero en Francia se llevó a cabo mediante una revolución el 14 de Julio de 1789.
El Estado moderno, surgido de la desintegración del régimen feudal, es verdaderamente una gran obra de la burguesía, que debía de cuidar. El problema es que tantito ven los patrones amenazados sus intereses por un movimiento revolucionario o un movimientos popular y luego luego, se ven tentados a terminar con ese Estado que tanta sangre y talento les ha costado. La experiencia del nazifascismo, los golpes militares y salidas autoritarias, debieran de servirles para darse cuenta que lejos de demoler su carácter liberal y democrático, deben afianzar su racionalidad. En Chile, Pinochet, no hizo más que aplazar la radicalización. La pandemia la pospuso pero no tiene retorno.
Siempre he dicho que la Revolución francesa no triunfó con la Toma de la Bastilla sino cuando hizo pasar sus intereses por los intereses de la nación.
Este Estado burgués, no sólo surgió para garantizar la apropiación del excedente de lo que producen los trabajadores por parte de los empresarias sino para que sea a él, al Estado liberal, a quien se le reclame la pobreza, las injusticias, las desigualdades sociales, la inseguridad, la insalubridad, la baja calidad educativa, el desempleo... que se deriva de la explotación en el campo y la ciudad.
Entiendo la desesperación de los empresarios por ver hoy un gobierno mentiroso, ladrón y traidor, que cada día nos lleva al desastre total, pero el camino no es construir una representación y un Estado que termine con la mediación y enseñe de una vez que no es de todos sino un Estado de los explotadores para administrar, perseguir el delito, juzgar, legislar... con intereses patronales. No. Jamás . La ciudadanía ni votaría por empresarios como cuerpo. A título individual pueden hacerlo, pero como cuerpo a quienes menos conviene terminar con un Estadl mediado es a los empresarios.
Cuando escudriñamos los clásicos, es emocionante ver cuanta tinta y papel se ha dedicado a registrar y sistematizar la lucha de quienes han dedicado su vida a construir ese Estado liberal, justificadando unas veces históricamente, otras con supuestos contratos, etcétera, tanto la organización estatal como los hipotéticos derechos individuales, como para que hoy la desesperación lleve a los empresarios a liquidar de un sólo golpe la mediación. No creo que el Estado libera sea la estación terminal de la humanidad, pero tampoco creo que haya llegado la hora de disolverlo, sin que antes desarrolle sus potencialidades, al menos que quieran abrirle las puertas de par en par a los populistas de Morena, que por mucho que siembren el terror, no deben hacernos perder la brújula. |
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