Un cambio significa retroceso, en términos políticos, económicos, sociales y culturales, cuando las relaciones entre el Estado (como totalidad de la sociedad y como aparato) y su comunidad y entre sus mismos miembros, en lugar de racionalizarse, se irracionalizan en algún grado y se hacen injustas.
Los funcionalistas al hablar de obstáculos a la transición de una sociedad tradicional a una moderna (rural o industrial), están admitiendo que hay fuerzas que pueden frenar o simular los indicadores del desarrollo.
Los reformistas pueden provocar una transformación pero al mismo tiempo significar un simple rótulo que pretenda encubrir privilegios de un nuevo grupo o familia, como hoy sucede en Veracruz.
Los marxistas más radicales emparentando con los que hablan de un desarrollo natural, orgánico, biológico, atribuyen a la contradicción entre la base social (fuerzas productivas) y la superestructura (las relaciones sociales de producción, que pueden ser de justa distribución de la riqueza o de expropiación del excedente del trabajo por el capitalista), la fuente de una situación revolucionaria que puede dar lugar a una revolución si se aprovecha esa época o se precipita, si se combate exitosamente a los contrarrevolucionarios o revisionistas que se oponen militar e ideológicamente a la transición natural cuando las relaciones sociales de producción ya han dejado de corresponder al avance de la ciencia, la tecnología, las herramientas y la destreza.
Lo primero que un teórico o, inclusive, un profano debe distinguir cuando hable de cambio es qué es lo que debe permanecer y que es lo que debe cambiar y cómo se implican y se presuponen ambos conceptos y temporalizarlos.
La polivalencia del concepto no debe llevarnos ni a que diga poco ni a que diga tanto que sea un recipiente que le quepa todo, por eso tienen razón los marxistas cuando distinguen una revolución social de una revolución política. La primera se refiere al cambio de la base y la superestructura, mientras que la segunda modifica solo los aspectos superestructurales.
Los transitólogos no incluyen todos los elementos superestructurales (leyes, prácticas, educación, ideología, propaganda, cultura y las instituciones que los ponen en vigor) sino fundamentalmente las reglas para reemplazar pacíficamente el personal gobernante y las políticas públicas. Solo cuando alteran sustancialmente las reglas del juego puede hablarse de cambio.
Al enfoque estructural, que hacia prevalecer la variable independiente de la variable dependiente, por ejemplo: la economía determinando el voto, las leyes, los gobernantes, las políticas públicas, se ha opuesto un enfoque denominado estratégico que a diferencia del anterior en que la política era una variable dependiente de las variables socioeconómicas y culturales, en este se tiende a enfatizar las decisiones de los actores políticos.
Antonio Gramsci, el gran teórico de las superestructuras, es conocido por invitar a los estructuralistas marxistas a observar la insuficiencia de los factores económicos para explicar las
causas de los fenómenos de la democracia, el gobierno, las leyes, la educación, la conducta, la cultura.
Así como Giovanni Sartori nos advierte que el mayor peligro para la democracia hoy, es que se le combate en su nombre, el problema del concepto de cambio, no está en su acepción minimalista o maximalista, gradualista o totalista, reformista o revolucionaria, desde arriba o desde abajo, política o social, de reglas o de personas.
Efectivamente, en el centro del discurso de Miguel Ángel Yunez Márquez, por cierto, un discurso ramplón, retacero y colmado de simples ocurrencias, está la palabra cambio, que ni siquiera incluye una ley de sucesión dinastica, queda lejos de abarcar la realidad que como concepto dice contener es solo una argucia propia de gatopardistas, camaleones, sofistas, que siempre nos dan gato por liebre.
Conforme a la herramienta cognitiva utilizada vemos que en labios del candidato a la gubernatura del PAN-PRD-MC, es una falacia decimonónica con la cual se corrompe el lenguaje y se convierte en una trampa para engañar bobos.
Viva el cambio en Veracruz significa más secuestros, más feminicidios, más extorsiones, más robos públicos y privados y más promesas incumplidas.
Sin predicción ni prognosis no hay ciencia política, por eso aunque sean sus lados más débiles, vale decir que la Torre de Babel se cae en la medida que combatimos la corrupción del lenguaje en su propia tinta.
Como reclamara Minatitlan ¡Que mala leche! A propósito de la leche caduca que dice que le envió el gobernador Yunes Linares. |
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