Es un craso error esperar que el fascismo aparezca exactamente como lo vimos surgir en Italia o en Alemania. En estos mismos países se manifestó de manera distinta. En Italia fueron los excombatientes que habían peleado en la Gran Guerra 1914-1919, que justamente por combatido del lado del eje ganador, consideraron injusta la parte del botín que les toco en el reparto y de ello culparon a los políticos que negociaron. Los excombatientes, llamados Arditi, empezaron por romper mítines políticos. Después los fascios liderados por Mussolini, que en 1914 había sido director del periódico del partido socialista Avante y que en un principio había estado contra la guerra pero después se enroló en ella, causando baja por una intrascendente herida de una pierna, arenga contra la amenaza comunista que había triunfado en Rusia y se vuelve el brazo de los capitales y corporaciones confesionales para asaltar granjas y esquirolear huelgas obreras, hasta realizar la Marcha Sobre Roma en 1922, en que es llamado a formar gobierno sin tener mayoría en el parlamento, desde donde comienza la cacería contra los comunistas, encarcelando a su líder Antonio Gramsci en noviembre del 22 hasta su muerte en 1939. El Estado fascista no se instaura de un solo golpe. Es un proceso que toma forma hasta 1934 con la Carta del Trabajo que queda diseñado el régimen corporativista, que por cierto, elogió el profesor e ideólogo del PAN, Héctor González Uribe, en su libro: El Problema de la Representación Política y la Solución Corporativa.
El surgimiento del nazismo en Alemania, no se puede entender leyendo estampitas o retazos históricos o filosóficos. Como bien dice José A. Estévez Araujo, en su libro: La crisis del Estado liberal de derecho, es cierto que viene desde el militarismo del 61, 66 y 71 del siglo XIX y su mesianismo que alimentaron sus filósofos, es, sin duda alguna, la reparación de los daños a que fue sometida esa nación después de los tratados de Versalles, por culparla de haber iniciado la Gran Guerra, lo que engendró en su pueblo un irrefrenable deseo de revancha, que alguien tenía que encarnar. Fue Hitler, como pudo ser otro. Hitler hizo locuras, pero no estaba loco. Hitler, no obstante hacer suyo ese sentimiento nacionalista no pudo lograr éxito mientras no era respaldado por los grupos de banqueros y antisemitas y los que por siglos han alimentado y vivido del odio contra los judíos. El partido de Hitler se llama Partido Nacional, Socialista, Obrero, Alemán, para atraer a los revanchistas, exacerbar a los que estaban sedientos de venganza, pero también seducir a los socialistas y a la clase obrera. En enero de 1933 y a tan sólo un par de meses, manda a incendiar el Parlamento, culpando de este acto a los comunistas y con ese pretexto emprende una persecución y exterminio contra todo sospechoso de leer o simpatizar con el marxismo. Así realiza la demolición de la República de Weimar, fundada a fines de 1918 por cadetes, trabajadores e intelectuales. Hitler desde antes de la consolidación del Partido Nazi (llamado nazi como apócope de Nacional), se apoya en vándalos que después instruye hasta hacerlos la fuerza en que se sustenta su régimen. La maquinaria de guerra no sólo asesinó comunistas, judíos, disidentes y todo lo que se moviera en su contra, también multiplicó las ganancias de los empresarios favoritos de dentro y fuera de Alemania.
Estas experiencias muestran las distintas formas en que puede llegar la autocracia. Ya Carl Schmitt, en su clásico libro: La dictadura, nos habla de dos tipos de dictadura. La comisaria y la soberana. La primera dictadura que conocemos es la comisaria, es decir, aquella institución romana de que se echaba mano ante un peligro o crisis. Se elogia un dictador por seis meses, que al final tenía que dar cuenta. Con el paso del tiempo surge la dictadura que llama soberana, que es un régimen que puede llegar militarmente, por una acción cívico-militar o por medio de los votos u otra vía no cruenta, pero sin tiempo definido, rompiendo gradual o de tajo el orden constitucional, sin límites, reuniendo en una persona o junta formal o de facto todos los poderes, terminando formal o de hecho con la Republica, liquidando de derecho con las elecciones para la renovación de los poderes o simulando una competencia electoral, de resultados previsibles y que la opacidad es su política y no rinde cuentas a nadie, la justicia no es la escrita ni la que sale de la diversión de los jueces sino por boca del gran hacedor de favores populares.
Amlo empezó por hacerse la voz de los grupos de la Prepa Popular, del "Pato", del que lanzó la molotov a la puerta Mariana de Palacio Nacional, alentar el vandalismo, los grupos de choque, desde la toma de pozos petroleros, la toma de Paseo de la Reforma hasta la emboscada a Peña en la Ibero y su caída en Ayotzinapa. Así irritaron a la población contra los políticos y levantaron la misma bandera que todos los golpistas: la regeneración. En el gobierno se han dedicado a organizar consultas para legitimar la cancelación de obras que acarrea costos de miles de millones de pesos, han cancelado fideicomisos, generado subejercicios en los presupuestos y dispuesto de ahorros fiscales, para enviarlos al ramo 23, a la partida secreta del presidente, para dilapidarlos en caprichos y derroches de su familia. Los poderes de la República están, como nunca concentrados en las manos de Amlo, haciendo que la SCJN haga el ridículo de autorizar o preguntar si hace justicia. Hoy la justicia es la voz y voluntad del presidente. Tenemos un gobierno que dispone abrazos para la delincuencia. Y si para la delincuencia organizada tiene abrazos, para que quiere al ejército en las calles y para qué gasta en una Guardia Nacional, que únicamente mira como aumenta la criminalidad. Persigue a los empresarios que no votaron por Morena, pero Salinas Pliego y Carlos Slim, disparan sus ganancias como nunca. Ha hecho del poder legislativo un cuerpo de porristas de sus ocurrencias. La peor militarización no es la que da abrazos a los criminales y atropellos a los ciudadanos sino que un soldado de cuatro estrellas se insubordine ante el poder legislativo y días después veamos que los legisladores conviertan ese arrebato militar en ley, con lo que ese cuerpo representativo de la nación ha dejado de ser soberano y dado paso a un régimen militar, donde el poder civil, está sometido al poder castrense.
Mis escritos o expresiones no pretenden, ni por asomo ser irrefutables. Sería monstruoso que yo pensara que la política nació para enarbolar una verdad. No. Soy de la convicción de que la política surgió para hacer convivir todas las verdades. Corresponde a la ciencia o a la filosofía buscar y enarbolar una verdad, mientras no se contraste. Yo escribo y externo reflexiones para ser sometidas al escrutinio de quien me distingue con su atención. Como dijera Habermas: Que prevalezca el mejor argumento. Nada más, pero nada menos.
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