Los partidos políticos modernos nacieron estigmatizados, vilipendiados, rechazados. La Revolución Francesa condenó todos los cuerpos intermedios. El Estado que surgió de los escombros del feudalismo, el Estado moderno teóricamente se asentaba en una base monolítica, en una nación única, con una lengua única, con una religión única, con una cultura única. Por eso al principio no se aceptó la pluralidad. La regla debía ser un Estado, una nación.
Más tarde cuando se aceptan los partidos políticos, se considera con Rousseau que el interés o bien común, es algo dado, que el mejor partido es el que más se aproxima a ese bien común dado o revelado.
Sieyés, el gran teórico y tribuno de la Revolución Francesa propuso un sistema de elección de segundo grado, cuyos elegibles eran postulados por unos comicios (el nombre lo toma de la Antigua Roma, aunque nada tiene que ver con la función de la figura originaria) que desaparecen tan pronto termina el proceso, por lo que no se pensaba a corto plazo extraer a los gobernantes de una competencia partidista.
En Inglaterra los partidismos históricos, más que sectas (Sartori) son el antecedente de los primeros partidos de cuadros o de notables que con la extensión del sufragio dan lugar a los partidos de masas.
En el siglo XIX, los combatientes por el derecho a la tierra y los obreros deciden organizarse en partidos de masas, en principio para agitar y hacer propaganda para su causa y posteriormente intervenir en la competencia por los cargos públicos.
Desde 1902, Moises Ostrogorski, ya nos advirtió del peso que juega la organización en los partidos políticos. En 1915 Robert Michels, nos advierte la tendencia de la organización a la oligarquización o Ley de hierro, que años después el revolucionario Antonio Gramsci, desde las mazmorras del fascista Benito Mussolini, en sus célebres cuadernos de la cárcel, propone combatir mediante la promoción de liderazgos intermedios.
Los partidos de masas, tanto de la izquierda como de derecha, no tenían como principal objetivo ganar elecciones sino orientar un gobierno de acuerdo a los intereses de las clases que decían representar ganando elecciones o cambiando un gobierno mediante huelgas generales, movilizaciones y acciones directas.
Los partidos de masas tenían la fuerza que les daba convertir los votos en escaños pero más decisiva era la fuerza que resultaba de sus afiliados y simpatizantes con la cual podían respaldar a un gobierno salido de sus filas o sitiar a un gobierno de otro partido.
La reducción sustantiva de las clases tradicionales y la necesidad de conquistar los nuevos votantes hizo que estos partidos pasaran de partidos guías a partidos complacetodo, sujetos a los variables gustos de la opinión pública, que conforman los dueños del dinero.
Los partidos han dejado de ser canales y expresión de la pluralidad social y al convertirse en simples máquinas de votos destruyen la democracia social y política quedando solamente la democracia electoral, reductible a una pureza competitiva vaciada de los grandes reclamos para reorientar esta economía de casino y un Estado garante de relaciones de dominación y explotación.
En 1929, cuando nace lo que más tarde se llamaría Partido Revolucionario Institucional, nace como un partido de masas para defender la Constitución de 1917 y el programa de la Revolución de 1910. El PAN surge en 1939 para tratar de destruir la obra de la revolución mexicana. La disputa por el poder político ha llevado al PRI, al PAN, al PRD, a MORENA y a todos los partidos a pasar de partidos de masas a ser lo que Otto Kirchheimer, denominó partido de todo el mundo (Catch-all-party), simple maquinaria electoral.
Los grandes capitales celebran que los partidos hayan dejado de defender a las clases sociales y solo ofrezcan dadivas para ganar votos, sin poner ni siquiera a discusión la igualdad material, la libertad como no dominación, la distribución de la riqueza, la deuda externa del sector público, los derechos sociales, la orientación de la educación, el tipo de Estado.
Es una falacia aceptar que los partidos políticos se transformaron de partidos de masas a partidos de todo el mundo o maquinarias electorales y sigamos atribuyéndoles una presencia no más allá del proceso electoral. No señores. Los partidos hoy no son más que meros proponentes de candidatos. Que no les gusta. A mi tampoco. He luchado toda la vida contra esto, pero en esto hemos terminado.
Es ilustrativo el caso de Javier Duarte. Cuando llega de gobernador nombra a los panistas: Charleston en Finanzas, Buganza en Gobierno, Porres en Sedesol, Tomas Ruíz en Comunicaciones, García Guzmán en Contraloría, Fabricio en Programa de Gobierno y si a estos le sumamos sus amigos que nunca habían estado en su partido, tenemos que los que menos convocó fue a los Priistas. Sin embargo, como seguimos creyendo que gobierna el partido de masas que dirigía, culpamos al PRI de lo que en realidad hizo Duarte, los panistas y sus amigos.
Hoy tenemos que ver al candidato que le vamos a dar nuestro voto, que los partidos son meros proponentes, con los cuales el ganador, a veces ni gobierna. |
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