Por Inocencio Yañez Vicencio.
De acuerdo con Federico Guillermo Hegel, resulta que sí. En uno de los parágrafos más citados de su Filosofía del Derecho, dice que los pueblos tienen la Constitución que merecen (en 1820 era intercambiable el término constitución por el de gobierno). Y tomando en cuenta que esos que llamamos políticos no vienen ni de Marte ni Saturno, pareciera tener razón. Tal vez por eso es que en esa misma obra también expresa que el pueblo "es la parte que precisamente no sabe lo que quiere"
Me inhibe empezar con dos citas de un autor más referido que leído. Que lamentablemente muchos se conforman con desmontar aquél aforismo de que: lo que es racional es real; y lo que es real es racional. Con lo cual, según, justificaba los regímenes de fuerza. Sin negar lo desafortunado de esa frase y que él sirvió al militarismo prusiano, es un simplismo que ni siquiera Shopenahuer o Popper se valieron de estos desatinos para su devastadora crítica. Ya Marx señaló las limitaciones de su concepto de Estado. Advirtiendo que el Estado es producto de la división de la sociedad entre propietarios y no propietarios de los medios de producción. Más recientemente, combatiendo todo instrumentalismo, dijera Gramsci, como una condensación de fuerzas de una relación social. Mediador si, neutral no.
No es fácil entender toda esta tragedia tragedia que nos pasa, pero estoy seguro que la mejor manera es acercarnos al instrumental de las ciencias sociales para encararla con mayor probabilidad de éxito que si damos palos de ciego.
En una ocasión al cruzarme en las calles de Tuxpan, con quien me inicié políticamente, me dijo ven, acompáñame, vamos al despacho del Lic. Pericles Namarado Urrutia (por razones que comprenderán omito el nombre de quien me invito a esa charla), todo iba bien, cuando algo no le gustó al maestro, que estalló y a gritos le incriminó: cómo puedes responder eso, tu eres una persona que nació con un gran don para escribir, pero te has convertido en un simple lector de solapas y todo por andar con tus frivolidades. Sólo les digo que hasta ahora me librado de un sermón de ese tipo. Creo que debemos leer en serio. Pienso que el apetito de leer es proporcional a la distancia que vemos que estamos del conocer. Bendito aquél que no tiene conciencia de ello. Han adivinado. Entre más se lee más lejos descubrimos que estamos del saber. Descubrirlos es empezar a vivir con responsabilidad. Eso requiere humildad, pero creo que vale la pena. Si un Ricardo Flores Magón o un Antonio Gramsci, lo hicieron en las más terroríficas mazmorras, por qué nosotros no vamos a poder.
En esta última quincena de febrero leí dos libros de Antonio Gramsci. Uno es Gramsci y el Estado de Christine Buci-Glucksmann y el otro es La teoría política de Antonio Gramsci de A. R. Buzzi. Son interpretaciones muy diferentes, aunque básicamente referidas a sus Cuadernos de la Cárcel. Por un sin número de razones son lecturas obligadas para quien quiere comprender la complejidad que vivimos, que no es privativa de México. Gramsci es antes que todo, un luchador político. Símbolo de la congruencia, la claridad mental y la honestidad. Se enfrentó, igual que Rosa Luxemburgo al dogmatismo ruso. Gramsci combatió el estalinismo. Nunca aceptó la tesis del socialismo en un sólo país. Levantó la voz ante la primera reprimida de Stalin hacia Trotsky. Pero no sólo eso. Todas sus categorías van dirigidas a pensar en una vía alterna al comunismo ruso. Como ya lo anticipamos. No acepta la tesis instrumentalista del Estado. Construyo la concepción ampliada del Estado, esto es: sociedad política más sociedad civil (entendida como aparatos de consenso: escuelas, iglesia, prensa, editoriales...). La guerra de posición, con lo que distinguía la toma súbita rusa de la conquista gradual para el Occidente. La hegemonía que rechaza el sujeto histórico y distingue la función de dominación del proletariado hacia la burguesía y la función de dirección hacia sus aliados. La filosofía de la praxis que une teoría y práctica. El papel de los intelectuales como expresión de relaciones sociales, acabando con el mito del intelectual que flota por encima de la lucha de clases. El bloque histórico que produce la relación de la estructura (base económica de la sociedad) y la correspondiente superestructura (Estado policía más todos los aparatos de convencimiento).
Que tuvo errores. Si como no. Su error más grande fue creer que el fascismo se quebraría pronto. Pero es indiscutible que Antonio Gramsci fue capaz de demostrar que frente a la vía de movimiento rusa, supo darles a los libertadores del mundo un bagaje teórico y una estrategia para avanzar en la lucha emancipadora.
Gamsci es el mejor ejemplo que tenemos los que queremos cambiar el actual estado de cosas. Así como él pensó que no eran los soviet en el Occidente sino los consejos de fábrica el embrión de gobierno que independientes del partido (ese príncipe moderno) debía de ser nuestra experiencia, así también nosotros debemos buscar alternativas a las ya ensayadas.
Si de 1926 en que fue encarcelado por Mussolini hasta 1937 que la cárcel consumió su cerebro, Gramsci pudo escribir sus cuadernos (seis libros publicados por las editoriales Juan Pablo y después Era), para iluminar el camino de los desposeídos, en las condiciones más inhumanas y burlando las censuras más inimaginables, por qué nosotros no podemos darnos a la tarea de tratar de esclarecer rutas posibles de liberación y actuar en consecuencia. No hay de otra. Ese es el camino. El que marcó Gramsci.
En estos momentos en que Morena y Amlo están destruyendo la nación y sus instituciones, robando, traicionando a los mexicanos y engañando a todos, pero sobre todo, que todos los partidos políticos siguen empantanados en la mediocridad y la descomposición, es la hora la sociedad, pero también sacudiéndose de esos que en nombre de la sociedad civil se colocaron ellos o sus mujeres en la burocracia y hoy que más se necesitan, la dejaron huérfana.
Actuemos antes que sea tarde. De la Marcha sobre Roma en 1922 de Mussolini a su ley contra la libertad de prensa pasaron tres años. La Carta del Trabajo fue hasta 1934. El fascismo no se implantó de un golpe. El populismo fascista de Amlo ahí va poco a poco. Si no hacemos nada para quitarle la máscara y detenerlo, después el costo será mayor.
Hay que abrir el debate sobre las propuestas de emancipación y formar los cuadros para llevarlas adelante. Necesitamos gente nueva. Necesitamos crítica pero también autocrítica.
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