En un libro titulado La democracia en Atenas, el erudito Francisco Rodríguez Adrados, publicado bajo el sello de la editorial Alianza Editorial, en 1975, en Madrid (refundición de su obra Ilustración y política en Grecia clásica, en Ediciones de la Revista de Occidente, 1966), nos dice que: La culminación de la doxa, opinión, fama, es el Kleos, gloria: si la primera comienza a admitir ciertas virtudes cooperativas o restrictivas, la segunda procede de la virtud competitiva o agonal. Es el motor de las grandes hazañas. Pag.37.
Agonal no es sinónimo de competitivo, aunque lo incluye. La fiesta que se celebraba en honor del dios Jano o del dios Agonio, comprendía certámenes, luchas y juegos públicos. Lo que define a la moral agonal es que subordina al éxito todos los demás valores. Es una moral que aparece en la época homérica, allá por los siglos VII y VI a. de c.
La exaltación de la individualidad propia de la moral agonal encuentra en Homero una primera restricción en la misma sanción social constituida por la idea de la gloria y la fama. Pues es evidente que no hay sociedad posible sin unas normas aceptadas generalmente y que contengan un principio cooperativo. Es la opinión general antes que la ley la que las impone: y su eficacia es tanto mayor en época primitiva cuanto que no existe diferencia en ella entre lo que se piensa de un individuo y lo que realmente . Es la moral aristocrática de la ilustración arcaica dijera nuestro autor referenciado.
Llamo democracia agonal a esa democracia donde vemos que un contendiente se vale de todos los medios para ganar y aun cuando le documenten pasadas y presentes fechorías, si gana todo se olvida, todo se le perdona, porque la fuerza de la opinión pública que la avala, inhibe a la ley y a las autoridades encargadas de aplicarlas. No hay quien se atreva a tocar al héroe victorioso de una elección. Lo que es peor. A partir de que se conoce su triunfo, la opinión resuelve que el ganador es inocente de todos los cargos que se le hicieron y los perdedores culpables de todo lo que se les señala. Vean lo que sucede en Veracruz.
Hace más de 30 años, mi amigo José F. Fernández Santillán, le tradujo a Norberto Bobbio, el libro: La Teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, donde leemos, al estilo muy explícito del profesor de Turín que para Maquiavelo: “El criterio para distinguir la buena política de la mala, es el éxito, pero no crean que esa distinción es moral, no, el florentino se refiere a que el éxito se mide por la capacidad de un príncipe para conservar el Estado, por lo que política buena es la que permite retener el poder, mientras la política mala es la que permite que se pierda, de ahí su mal vista frase de que el fin justifica los medios.
Conforme a los realistas todo lo que sirva para alcanzar el éxito es bueno, incluido el uso de la crueldad, que es buena si sirve a la conquista y conservación del poder, mala si fracasa en ese propósito.
No sin razón, San Agustín, se preguntó: sin la justicia, ¿qué serian en realidad los reinos si no bandas de ladrones? Esa es la tierra prometida que nos ofrece la democracia agonal, cuando subordina todas las virtudes al éxito.
Esta democracia agonal llevó a una crisis de representación. Hoy tenemos un PRI que no supo cerrarle las puertas al oportunismo. Un PRD en manos de tribus. MORENA que surge como el nuevo recipiente de la escoria política y que gracias a que se ha situado fuera de la política y del poder, hoy capitaliza el hartazgo contra la corrupción que sin envolverlo lo tiene tanto o más contaminado que sus competidores.
El próximo uno de julio, los mexicanos podemos dar un salto al vacío, votando por quien solo nos irrita y ofrece soluciones funcionalistas, que, en lugar de sacar a la nación del atolladero, nos va a hundir más.
La solución es recuperar a los partidos como expresiones de nuestra pluralidad, para volver hacer de la política más que una contienda por el éxito político, una vía pacifica, legal y civilizada para la emancipación, la igualdad social y el desarrollo de las libertades republicanas.
La fascinación por un éxito que subordina todos los principios morales a su consecución produjo, primero un Duarte que en su afán de conseguirlo a toda costa privatizó lo público y ahora los Yunes Linares, siguiendo esa misma lógica han destruido las instituciones y hecho un circo de la política que ha traído para Veracruz, sangre, muerte, pobreza y perdida de libertades, amenazando con heredarle a su hijo un gobierno que ya periclitó.
Lo que no sirve al interés común, no es política. Empecemos por desenmascarar a los que en su nombre la han destruido. |
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