Hubo una nota que asombró a propios y extraños. Hacienda congelaba 11 mil millones de pesos, que se utilizarían en la conservación de nuestras jodidas carreteras, más las que tenemos en Veracruz, donde este gobierno las tiene como caminos rurales llenas de hoyos y zanjas, porque devuelve todo el dinero a la Federación, por no ejercer el presupuesto, subejercicio le llaman. Pero el presidente aclaró, después de que los organismos de la construcción empresariales pegaron el grito en el cielo, aclaró AMLO que ese dinero se había congelado porque se le darán a los militares, que ahora son expertos en construir aeropuertos y trenes mayas y lo que se les ponga enfrente. Si AMLO fuera Papa, seguro les da a construir otro Vaticano. Está bien, sus obras son bien hechas, ellos no tienen la culpa que el aeropuerto AIFA no funcione y que el tren maya lleve apenas pasajeros y que Mexicana el otro día voló solo con un pasajero, ellos son constructores, pero bien lo dijo Papá Slim, no deben administrar esos negocios tan malos. El presidente debe recoger las obras y recibirlas, y dársela a gente que sepa de administración. El asunto es que ya ejerzan ese dinero, porque los caminos cada día están maltratados y debe ser antes que lleguen las lluvias. Afortunados los militares, tienen una bolsa de 77 mil millones y ahora súmenle 11 mil más, ya podría presumir cualquier equipo de constructores, pero el presidente asegura que con ellos no hay corrupción. Vale, presidente, mándelos a Veracruz de urgencia, porque aquí los caminos de la vida, no son como los soñaba. Pura retacería y camino rural. Si usted pasa por Paso del Toro o toma ahora el camino de la federal de Orizaba-Ixtaczoquitlán-Cuautlapan-Fortin, eso debe llenar de vergüenza al gobierno veracruzano, es pura retacería y, no le debemos perdonar los veracruzanos, el olvido y abandono en que tuvo las carreteras estatales estos cinco años, todo por devolver el dinero que no quiso ejercer. Ya se la cobrarán.
EL ARRASTRE (MANUEL VICENT) EL PAIS
Felizmente las plazas de toros pronto serán mostradas por los guías a los turistas como espacios donde antiguamente se celebraba una carnicería. Puesto que Hemingway fue el más famoso publicista ante el mundo de todos nuestros veranos sangrientos, empezando por el fratricida de 1936 y terminando por los encierros de Pamplona, he aquí un acto realizado por este personaje, que revela su verdadera actitud ante la fiesta taurina, más allá de la faramalla literaria con que la exaltaba. Sucedió en 1959 durante la última visita que realizó Hemingway a los sanfermines. A las cuatro de la tarde, camino de la plaza de toros, la reata de las mulas del arrastre con colleras de campanillos pasaba por delante de Casa Marceliano, situada en la trasera del Ayuntamiento, donde el escritor estaba de sobremesa rodeado de algunos aduladores igualmente borrachos. Al parecer Hemingway tuvo un rapto de inspiración. De repente se plantó en mitad de la calzada con una Coca-Cola familiar en la mano, mandó parar a la comitiva y vació a la fuerza el refresco en la boca de una de las mulas en medio del fragor de las peñas que le reían la gracia. El hecho de que un Hemingway ebrio de vino obligara a beber Coca-Cola a una mula, que poco después debería arrastrar al desolladero a un toro martirizado, es suficiente motivo para pensar que tanto esta fiesta sangrienta como aquel escritor fanfarrón, degustador de toda clase de violencias, estaban ambos dos ya fuera de tiempo. La decadencia de este rito bárbaro de acuchillar reses bravas en público en medio del jolgorio es ya imparable. Felizmente las plazas de toros pronto serán mostradas por los guías a los turistas como espacios donde antiguamente se celebraba una carnicería, que algunos llamaban cultura, cuando no era más que una mezcla sustancial de mugre, sangre, muerte, señoritismo y caspa. Ya queda poco para que desaparezca del mapa esta fiesta y las mulillas de arrastre se la lleven al desolladero de la historia con Hemingway a la cabeza.
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