Uno suele leer libros de todo tipo, sabores y colores. Al revisar los libros que aguardan y los que están ante mis ojos, me hice apenas de uno al estilo novela negra: “Medianoche en México”, del periodista Alfredo Corchado: El descenso de un periodista a las tinieblas de su país. En esas ando, con el me acuesto y con él me levanto. Periodista que narra los sinsabores y la violencia en México, en los tiempos turbulentos que fue perseguido por el Z-40, aunque hoy está detenido. El otro que aún está envuelto en celofán, de 129 pesos al igual que el de Corchado, es el del maestro Julio Scherer: “Niños en el crimen”, de escasas 150 páginas, debe leerse en una sentada. Lo haré en cuanto brinque las otras aduanas. De la novela negra el campeón es James Elroy, el mejor de todos, el más brutal, el que creó L.A Confidential y se hizo película, le llaman ‘El perro demoniaco de la literatura policiaca de Estados Unidos’, y es un placer leerlo. James, un escritor que vivió sinsabores, penurias: “No me arrepiento de mi pasado. No iría hacia atrás para cambiarlo. Mi madre fue asesinada. Ella me dio regalos, su muerte lo hizo. Los regalos me han sido útiles. No puedo volver atrás y deshacer el pasado. Ni siquiera quiero pensar en lo que podría haber ocurrido si hubiese vivido”, dijo alguna vez. Dos más de novela negra, o de realidades tangibles (¿Qué demonios será realidades tangibles?) “Narcomex”, historia e historias de una guerra, del gran Ricardo Ravelo, de los periodistas de Proceso, ganador del premio Rodolfo Walsh de la semana negra en Gijón. 229 pesos. “La Primavera del Mal”, de F.G. Haghenbeck, mexicano. Ahora hay tantos libros de narcos y maldades en este México colombianizado. Se asombra uno de la maldad. Alguna vez me puse a recopilar información diaria de las notas rojas periodísticas, quería hacer un libro de todos esos crímenes absurdos, irracionales. Me rendí a la semana, la depresión estaba haciendo mella en mí, opté mejor por mi salud. Y dejo los libros negros para entrar en los light. También estoy leyendo libros ligeros. El de la periodista Isabel Arvide (¿se acuerdan de ella?) “Mis Presidentes”, de Echeverría a Peña Nieto: “De todos escribí en su momento. Antes y después de que detentaran el poder máximo. Alguno fue mi amigo, otro mi enemigo, y Fox no tenía que ser ni una ni otra cosa. Con unos me confronté hasta ir al exilio o sufrir despido. Con otros compartí mesa, confidencia y cama. No necesariamente en ese orden”. Cuenta Isabel que se dio una empiernada con Echeverría, que la llevó al rio creyendo que era mozuela, hace tiempo ya. Libro para rememorar. Otro de un presidente: “Adolfo López Mateos, una nueva historia”. De un familiar, Emilio Arellano, difícil hacer una biografía de un presidente tan querido como lo fue ALM. Con la de Humberto Romero, su secretario particular, que destejió todos los pormenores de su presidencia, es más que suficiente. Lo voy a leer y cuando pueda se los platico. Presidente muy querido, de quien, cuando el presidente Kennedy llegó a México, se contó una anécdota: “En un banquete Kennedy le dijo a López Mateos: “Qué bonito su reloj, señor presidente”. Se lo quitó López Mateos y le dijo a Kennedy: “Se lo regalo”. Instantes después López Mateos le dijo a Kennedy: “Qué bella es su esposa, señor presidente”. Respondió apresuradamente Kennedy: “¡Tenga usted su reloj!”. |
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