La autopista que trepa a la Cumbre de Acultzingo o de Maltrata, se han convertido en una cueva de lobos, o cueva de bandidos. Hace algunos años comenzaron a asaltar a gente que venía de Veracruz-Córdoba-Orizaba, hacia Puebla o CDMX. Algunos iban al aeropuerto y, de repente, te encontrabas con un retén ficticio, que era de la maluria y sopas, te hacían el alto, te bajaban de tu auto y con tu familia o con quién fueras, te despojaban del auto. A pocos metros había retenes de la Guardia Nacional y nada ocurría. Era territorio Cheroke para ellos, allí donde sólo sus chicharrones tronaban. Desapareció un tiempo cuando el presidente AMLO, después que un Youtuber famoso narró y documentó en video cómo lo iban persiguiendo, y esa toma se volvió viral. Se alejaron unos días. Cuando había algún accidente y te tenías que quedar por horas detenido, llegaban con armas los mismos delincuentes y te despojaban de todo, hubo un caso muy sonado, el Obispo de Orizaba fue pasado por las armas (es un decir) y también le robaron hasta el anillo papal. Lo denunció públicamente y a los días la maluria le envió el anillo a una parroquia. Es un ir y venir donde los abrazos y no balazos han sido una constante de fracasos: les entrego el territorio. Ocurre y sigue ocurriendo ahora al finalizar el sexenio, siguen asaltando y amedrentando a la gente, la semana pasada le ocurrió a una mujer cuya trayectoria orizabeña ha sido buscar a su hija desaparecida hace muchos años. Los detuvieron y alguien atrás de otros autos filmó ese atraco, los criminales la despojaron del auto con todo y que llevaba un hombre de seguridad, cedido por el estado, y ni eso los arredró. En la historia de este régimen que, al terminar su sexenio, se contaron casi 200 mil muertes por violencia. Y lo peor es que las familias, que debían vivir como Dinamarca, viven con el miedo y el temor de tomar la Cumbre, porque no se sabe si te asaltan estos crápulas y si, sobre todo, saldrás con vida. Esta historia seguro debe continuar, porque nada los detiene. Primero fue el huachicol, donde hicieron de esta zona una zona muy suya, y nada les pasó, ahora son los atracos a mano armado, donde la constante es saber si sales con vida. Pero diría Cristina Pacheco: ‘Aquí nos tocó vivir’, y ni modo, a aguantarse.
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