Abraza a Jesús: No solamente a esa imagencita que damos a venerar después de las Misas del tiempo de Navidad. Abrázalo en unas celebraciones sentidas, deseadas, participadas, recogidas. No trasladar el bullicio navideño comercial a nuestras celebraciones. Buscar la más adecuada para tu momento de fe.
Abraza a los pobres: Y ya lo sabes cómo: no te excedas. La austeridad tiene sentido como dique contra la ofensa a los pobres, además de que es de necios el insensato despilfarro. No te canses de repetirte que el techo de la fiesta no es el mucho y selecto comer y beber, sino en el mucho amor. Controla ese mundo y el mundo de tus regalos: regala tiempo, corazón, escucha, acompañamiento, atención, servicio, generosidad.
Abraza a los creyentes: Vive lo que celebras. Hazlo con gusto. Participa. Estate dispuesto a colaborar si te lo piden. Mira bien a quien celebra a tu lado. Ten por una suerte el tener una comunidad. Felicita la Navidad a los de tu parroquia como lo haces con tus familiares queridos; deséales buen año.
Abraza a la creación: No es Navidad tan mal tiempo para darse un pequeño paseo por un parque o camino, en soledad, disfrutando del silencio. Disfruta y felicita a la "madre tierra" porque de ella ha nacido Jesús y nosotros. Ten sentimientos de humanidad con ella. Eso nos hace más humanos. Toca las cosas, las criaturas humildes, felicítalas.
Abraza a la sociedad, al mundo: Aunque te parezca que no lo merece, que te ha hecho muchas jugarretas, que te ha traicionado. Reconcíliate con tu presente para no amargarte y, si pudieras, con tu pasado para libertarte de un gran peso. "Abraza" a tus conciudadanos que pasa por la acera; diles "gracias" en tu corazón, aunque no sea con palabras.
Abraza a María: Porque por ella podemos estar diciendo todo esto. Felicítale una y mil veces por su vientre colmado de dicha, por su fe fiel y por su entrega generosa. Felicita y abraza estas navidades a las mujeres que te ayudan y te acompañan, no porque sean mejores, sino porque son del género de María y les debemos mucho.
NOCHEBUENA
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío.
LOS NADIES
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folclore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies que cuestan menos que la bala que los mata.
EL CUMPLE DE JESUS
“Jesús no podía festejar sus cumpleaños, porque no tenía día de nacimiento”. En el año 354, los cristianos de Roma decidieron que él había nacido el 25 de diciembre. Ese día los paganos del norte del mundo celebraban el fin de la noche más larga del año y la llegada del dios Sol, que quería romper las tinieblas. El dios Sol había llegado a Roma desde Persia. Se llamaba Mitra. Pasó a llamarse Jesús”.
LOS ABRAZOS DE JESUS
Fue generoso con los abrazos. Muchos los experimentaron. Abrazó a niños, a mujeres, a viudas, a enfermos, a muertos incluso. Se prodigó en abrazos. Abrazó porque en aquel signo común se trasmitía a la persona el oculto abrazo del Padre. Cuando la gente era abrazada por Jesús sentía que algo de Dios pasaba a ellos. Por eso, cuando habló del Padre que persona siempre, habló de uno que acogió al pródigo con abrazos, besos y lágrimas.
Nunca se avergonzó de sus abrazos. Más aún, cuando habló de la gran fiesta del cielo la entendió como una boda donde abundan los besos, abrazos y caricias. Y cuando habló del abrazo que Dios da a los pobres lo hizo abrazando a un chiquillo. Sin sus abrazos, su mensaje habría sido poco más que una doctrina y sus sueños poco más que una utopía inalcanzable. Pero sus brazos envolvieron todo ello de honda humanidad y por eso impactaba e impacta aún su propuesta.
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