Comienzo por el principio, por aquellos a los que les “quepa” duda y piensen que pateo el pesebre o defiendo lo indefendible. MI óptica es de afuera y sin apego a una camiseta.
Sí, efectivamente, milité en el PRI, pero fue hasta 1991, cuando fungí como presidente del Comité Directivo en el 30 Distrito en el D.F. (hoy CDMX) y ganamos en las elecciones de 1988, con Mario Vargas Saldaña (+) como candidato, cuando el Frente Democrático Nacional ganó casi todo el Valle de México.
En esos tiempos, conocí y traté a Marcelo Ebrard (Secretario General del PRI DF) y ya empezaba a dibujar lo que hoy es: falso, incumplido de su palabra, voraz y ciego cumplidor de los deseos de su jefe, en ese entonces, el siempre polémico Manuel Camacho Solís (+) quien fue mejor conocido como el inconforme solitario con la candidatura de Luis Donaldo Colosio a la presidencia.
Hecha esta aclaración, me dispongo a comentar la expulsión de los ya autoproclamados renunciantes al PRI.
Creo que era innecesaria esa “formalidad” del Consejo Político Nacional, sencillamente porque ellos ya habían renunciado a su militancia. Se fueron, dejaron de lado el escudo tricolor, se olvidaron de sus credenciales de militantes y están por olvidar el camino rutinario hacia el edificio de Insurgentes norte. El argumento de su renuncia debe ser válido para ellos, para el PRI y para todos.
Aquí lo importante es saber si su partida hizo un enorme hueco en Hidalgo, Guerrero, Edomex, Yucatán, y demás estados y municipios de origen de esos “destacados” expriistas.
Por principio de cuentas, en Hidalgo, Osorio Chong y Nuria Mayorga, al igual que el exgobernador Omay Fayad, no hicieron nada, no metieron ni las manos para fortalecer al candidato en el pasado proceso electoral y Morena se alzó con la victoria. Es decir, no mostraron arrastre alguno.
Eruviel Ávila, en Estado de México, se formó del lado del exgobernador Del Mazo y entregaron la plaza. Claudia Ruíz Massieu, en Guerrero, no puso un pie, ni estrategia alguna en favor de su partido que se quedó con el sabor amargo de la derrota. En Yucatán, Jorge Carlos Ramírez Marín, de manera anticipada a las elecciones, mejor se fue y buscó cobija verde para poder formar parte de la alianza ‘Juntos Haremos Historia’; es decir, traicionó para ver si lograba candidatura a gobernador y lo “batearon” los morenistas.
Por todo ello, en el PRI únicamente se debieron de dar por enterados, darle vuelta a la página y a seguir caminando hacia adelante en la construcción del Frente Amplio por México, aportando propuestas, estableciendo estrategias, planeando precampaña y campaña, así como favorecer que los que SÍ saben, logren diseñar un Plan de gobierno que resulte atractivo a la sociedad en su pluralidad.
Que si Alejandro Cárdenas, el tal “Alito” es negativo, pendenciero y marrullero, nadie lo duda, pero no son los tiempos de dividir y restar. Ahora, al antes poderoso PRI, le toca sumar de a 1, de a 2, de a 5 y si se puede de a 100 y soñar que es posible sumar hasta de a Mil, todo lo que se pueda. Esas deberían ser las tareas a atender, no expedientes ya caducos desde la firma de los autores.
Ahora, que los “expulsados” se muestran muy dignos y ametrallan a “Alito” y al mismo PRI, lo primero que deberían de hacer, por dignidad, es RENUNCIAR AL CARGO que ostentan, porque lo obtuvieron por la vía PRI, porque solos, con su nombre de pila, no creo que hubieran ganado una sola elección.
Lo mismo ocurre con todos los políticos que, militando en un partido, de repente lo abandonan pero siguen ocupando una curul; por lo que quizás convendría a los partidos políticos regular y agregar a sus documentos internos una condicionante más o menos así: “si te vas, que te vaya bien; dejas el cargo y asume tu suplente”; a lo mejor, con esa piedra en el zapato, dejaremos de ver tanto trapecista del poder, y sus renuncias serían más y mejor analizadas, antes de anunciarlas y luego firmarlas.
@En Esta Hora |
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