Este miércoles, el Fiscal General Fiscal Jorge Winckler, acudió al Congreso del Estado para comparecer ante la Comisión Instructora en relación con la demanda de Juicio Político que se ha interpuesto en su contra.
En esta columna no vamos a discutir el fondo del asunto jurídico, esa litis corresponde a las partes.
Lo que nos llama la atención y es a lo que nos habremos de referir es la declaración del Fiscal que alega autonomía.
Efectivamente, en la vida real debiera de ser así, sin embargo, antes de hablar, le recomiendo al joven Winckler que acuda al pasado reciente y que tenga presente la forma en que a él lo designaron como Fiscal.
Porque a nadie escapa que Winckler fue designado, una vez que el gobernador en turno, logró, por alguna vía no conocida, que el Fiscal en funciones, Ángel Luis Bravo Contreras, renunciara, vaya, dejara acéfalo el cargo, luego de algunos acuerdos (?) o negociaciones(?) a los que debieron de haber llegado entre el ex gober y su antecesor, situación que, obviamente, maniobró el Ejecutivo del estado, para con la mayoría panista en la anterior Legislatura del estado, sacar adelante su propuesta…. Así llegó Winckler al cargo, sin más currículum que el de haber sido abogado de la familia del entonces gobernador, razón fundamental por la que no puede alegar autonomía, pues no se puede olvidar, ni dejar de lado, la forma en que el gobernador de ese entonces, le daba órdenes y lo ninguneaba, sin importar quien estuviera presente… Entonces, no hubo autonomía, esa condición legal que hoy alega y la cual añora.
Ni hablar, el joven Winckler debería recordar esas palabras inolvidables: “Con la vara que midas, será medido”…. Así se hizo del cargo, así debería de hacerse a un lado, con frialdad y resignación. No hay de otra, no puede pedir algo que no otorgaron ellos, porque el grupo político al que pertenece, no reconoció la autonomía del exfiscal, por lo que hoy, no queda encapricharse por algo que nunca existió.
Así que no hay de otra joven Winckler, lo mejor es empezar a recoger los recuerdos personales que están en esa muy amplia oficina y, con buenas maneras, despedirse de los privilegios que el cargo concede.
Muchas veces, salir por voluntad propia es más decoroso que irse después de una amarga sorpresa.
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