Es un privilegio con alta responsabilidad opinar sobre nuestra vida pública del nivel que sea pero asumiendo que su alcance será, si acaso, local. Se escribe por inquietud, creyendo que se puede aportar algo y para ser leído. Ahora se multiplican los mensajes y las opiniones con la plataforma formidable de las redes sociales. Repetir argumentos, "refritear", es ocioso e intrascendente. Se necesitan opiniones originales, que incidan y convoquen al debate y a la reflexión. Las figuras públicas están obligadas a fijar posturas al menos sobre los asuntos que les competan directamente, aunque nada les impide hablar también de temas generales. Funcionario que no habla niega su carácter público y avisa, indirectamente, que no es competente o que no está a la altura del compromiso aceptado. No tienen alternativa, deben opinar, informar, fijar postura y defender sus ideas. Para hablar de ideales lo primero es tenerlos, luego decirlos y escribirlos. Opinar es saber, haber leído y estudiado, mostrar conocimiento, convencer, explicar, defender e incidir. Con mayor razón en quienes se dedican a los asuntos públicos, que nos representan o que tienen encargos ejecutivos. No hay excepciones ni pretextos que valgan, tampoco refugio creíble en siglas o personajes. Cada quien es responsable de sus dichos y actos. Ahí se ven las consecuencias de los perfiles designados y se demuestra la eficacia en el servicio a la gente.
La esencia democrática no es autodefinición ni descalificación del otro, hablar del pasado es útil para rehuir responsabilidad propia pero se esfuma ante la realidad, más aún si veamos tantas adversidades como es el caso Veracruzano. Una vez electo el Gobernante, a quien se puede apoyar o hacer oposición según el caso, tiene la delicada tarea de nombrar gabinete, donde deben estar las mujeres y hombres del momento en aptitud y nivel. A su vez, ese equipo central, de primer orden, tiene que cubrir las áreas bajo su responsabilidad con un conjunto de servidores de confianza y con la capacidad requerida. En el pasado, en la tradición cúpular y politiquera, se acomodaban a los amigos, después incluyeron las cuotas y terminaron haciendo una subasta del acceso a los cargos públicos. Uno pensaría que en un proyecto de regeneración las formas y la esencia serían absolutamente distintas y mucho mejores, donde se daría prioridad a los perfiles, a lo técnico y a la calidad.
Sin abstraerme de la coyuntura nacional, con un AMLO en las nubes de popularidad, es de hacerse notar que la percepción local es bastante distinta. Es inevitable que así sea. La gente compara y saca sus conclusiones. Ni el Presidente o su Gobierno federal pueden estar en todas partes al mismo tiempo, no van a venir a resolver asuntos locales. Hay niveles de responsabilidad municipal, estatal y federal. Los dos primeros tienen el contacto cotidiano e inmediato con la sociedad. Sería más que demagógico, además de inútil, pretender escudarse en las figuras nacionales, aunque su ejemplo sí ayude en el ánimo social. Cada gobierno está obligado a entenderse con sus responsabilidades y dar la cara a la ciudadanía.
Para gobernar bien hay que aplicar el nuevo proyecto desde la coherencia absoluta y el sentido común. No sirven las viejas recetas del cuatismo y cuotismo como medio de integración de los equipos de trabajo. Tampoco será de respaldo el creer que se está descubriendo el hilo negro y que todo pasa a un proceso de refundación. Es igualmente una pérdida de tiempo sostener polémicas indefinidas con el pasado y optar por la dureza contra los adversarios. Se ha dicho hasta el cansancio, debe reiterarse más, que no somos enemigos los que pensamos distinto o el oficialismo con las posiciones. Eso debe pasar a los hechos y convertirse en práctica común. Los que ensayan la rudeza muestran sus limitaciones democráticas y pierden el tiempo en la difícil tarea de ganar consensos, ser convocantes confiables y consolidar el pluralismo que hace tanta falta para la gobernabilidad y la participación ciudadana. Falta mucho en su esencia y una
mejor imagen tanto en el Ayuntamiento local como en el Gobierno Estatal. Todavía no han demostrado que son mejores.
Recadito: para dirigir la Educación Veracruzana se tiene que ser Educador y Educado.
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