Uriel Flores Aguayo
Los mexicanos tenemos derecho a votar y ser votados. Para obtener alguna candidatura a un cargo de elección popular se debe ser miembro de un partido político, ser invitado por ellos o acudir a la figura independiente. Esta última posibilidad es más o menos reciente, producto de la reforma electoral del año 2014, y la más difícil de conseguir. La figura independiente para una candidatura tan solo de nivel municipal es más exigente que algunos de los requisitos que se piden para formar partidos políticos locales y nacionales. Lo ideal, para fomento y fortaleza de la democracia, sería que se dieran todas las facilidades para las candidaturas y dejar a los electores la decisión de respaldar o no las opciones que se le presentaran. Por el momento quien quiera intentar una vía extra partidaria requiere mucha convicción para recorrerla.
Pienso que, en lo municipal, las diferencias entre los partidos son de forma. Sus propuestas son esencialmente parecidas. Votar por un partido para integrar el Ayuntamiento casi siempre tiene que ver con cuestiones lejanas a los asuntos del ámbito municipal. Gran servicio a la sociedad le harían los partidos si abren sus candidaturas y postulan a los mejores ciudadanos, no necesariamente a sus líderes o mejores militantes. Si encuentran que coincidan en la misma figura el mejor afiliado y buen ciudadano, no habría que regatearles su preferencia con ellos y ellas. Los partidos son un medio, no un fin; se agrupan para impulsar un programa de gobierno y canalizan las demandas e intereses de la ciudadanía; en su definición constitucional son, además, organismos de interés público y se sostienen con recursos del erario. Por lo tanto, deben evitar un comportamiento patrimonial y estar al servicio de la democracia. Eso implica postular a los mejores para los cargos populares. Lo ideal es que los Cabildos se integren por lo más representativo de la población municipal.
Optar por las candidaturas independientes es, simplemente, ejercer un derecho y una forma de abrir canales variados de expresión política. No hay que pedir permiso a nadie ni depender de otros cálculos que no sean los de acudir al respaldo popular. Sin sigla o marca uno se atiene al nombre propio, lo cual coincide con esa característica de las elecciones municipales donde influye mucho la persona. Una buena candidatura, es decir, atractiva, se abre paso independientemente del partido que la presente; una mala candidatura, desinflada, hace descender incluso a partidos con tendencia mayoritaria. Por eso no es ociosa la figura independiente. Entre un mar de partidos, alud de siglas y colores, algún nombre conocido puede suscitar adhesiones o, al menos, curiosidad.
Nada hay que reprochar a las candidaturas independientes. No le restan a nadie, al contrario, amplían las opciones políticas y refrescan el escenario democrático. Es lo mismo a cualquier nivel. Y son más necesarias en el ámbito municipal, donde habitamos, donde tenemos las necesidades inmediatas de servicios básicos.
Pensando en XALAPA, donde podría intentar una participación independiente, señalo los elementos claves de un gobierno útil y transformador: fuerte, con autoridad plena; abierto de par en par; de diálogo directo y cotidiano; profesional; con visión equitativa de una casa común; multicolor; transparente; xalapeñista, etc.. En las candidaturas es mucho más importante que el partido postulante el arraigo, la trayectoria y la capacidad de quienes aspiren. Error grave, de los que luego se pagan muy caros, es votar por una candidatura únicamente por que es apoyada por tal o cual partido. Es mejor conocer a la persona antes de votar.
Recadito: poco hay tan ridículo que los funcionarios se pongan ropa del color de sus partidos. Además es primitivo y Antidemocrático.
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