Uriel Flores Aguayo
La ciudadanía, la gente, el pueblo y la sociedad se rigen por leyes que aplican una variedad de autoridades, con quienes la relación puede ser fluida, transparente o conflictiva. Del hecho electivo viene un tiempo de distancia o cercanía entre los electores y los Gobiernos o Representantes. Venimos, en México, de una historia autoritaria donde los Gobernantes no rendían cuentas y abusaban de su poder. Es relativamente reciente la vida pública plural y de una legalidad todavía débil. La libertad que gozamos la ganamos movilizados y votando, pacíficamente y resistiendo. Somos libres en relación proporcional con el derribo de la llamada "dictadura perfecta". Ahora vivimos tiempos de cambio en lo general, en muchos casos todavía de formas simbólicas y de intenciones. Pero el alud de discursos transformadores y el sentido de grandeza que envuelve los actos comunes de los operadores de los cambios son opacadas por las prácticas viejas de autoridades actuales, que siguen igual en los hechos y abusan del poder.
La ciudadanía tiene sus garantías individuales y las libertades básicas, constitucionales, a salvo, como medio de defensa ante cualquier acto abusivo de autoridad. Deberían bastar las leyes para sentirse seguro y ejercer las libertades sin restricciones. No es así. Por encima de la ley se impone el cálculo político y el estilo de los gobernantes; muchas veces es su humor, estado de ánimo y ocurrencias lo que modela su comportamiento ante la gente. Es curioso que algunos que se presentan como portadores de las grandes transformaciones hagan lo tradicional y reediten las peores practicas del viejo sistema. Junto a las leyes camina la política como medio democrático para resolver conflictos sociales, en los que pueden estar los laborales y las gestiones ciudadanas. La política es la línea de voluntad y responsabilidad que nutre la gobernabilidad: rumbo, soluciones, atención, diálogo y armonía social. El gravísimo problema para la gente se genera cuando no se cumplen las leyes ni se hace política de parte de los gobernantes. Se ratifica, vuelven en este caso, los abusos y el autoritarismo. Nada sano para la sociedad y el futuro del país puede surgir de esas practicas.
En las Dictaduras o Gobiernos más que autoritarios se suprimen libertades y se imponen todo tipo de medidas. Está documentada las formas de lucha que tuvieron que adoptar quienes enfrentaron injusticias graves y represiones mortales. Ante las tiranías nacionales o extranjeras surgieron movimientos de liberación, guerrillas, huelgas, plantones, partidos, movilizaciones y huelgas de hambre. Son memorables las largas huelgas de hambre del Ejército Republicano Irlandés, que terminaron con la muerte voluntaria de Bobby Sands, y la extensa reclusión carcelaria de Nelson Mandela; ambos exigían ser considerados presos políticos o de conciencia. La historia nos muestra que siempre habrá formas de resistir a los gobernantes abusivos.
Se puede hablar de la historia y de casos de gran envergadura, esos que involucran a porciones amplias de personas o líderes emblemáticos, pero también se debe hablar de los casos individuales, pequeños y aparentemente sencillos. Tenemos mucho que decir de lo cotidiano, de las autoridades municipales, las de seguridad, las fiscalías y, en general, de altos funcionarios que abusan de su encargo, que atropellan a la gente en sus derechos y dignidad. La lista es enorme. En estos casos la ruta de la defensa es clara: ley, mediaciones políticas y resistencia. Es un proceso, con etapas. Si no funciona una manera, se pasa a la otra o se aplican simultáneamente. Hablamos de derechos ciudadanos, irrenunciables. Hablamos de obligaciones oficiales de las autoridades. Cada quien entre la gente tiene el derecho a la resistencia moral pues su dignidad es parte intrínseca de su ser. Cuando se lastima su dignidad, además de sus derechos, tiene las puertas abiertas para intentar todas las
formas legítimas de lucha y defensa. Es una decisión en conciencia donde las consecuencias son manejadas en su ámbito, sin depender de normas formales o la voluntad de personajes políticos. Es deseable que aquellos individuos que ocupan cargos públicos cobren conciencia de algo tan profundo como lo escrito. Serán perdedores si se quedan en lo tradicional, en la grilla y los intereses personales de corto plazo.
Recadito: no pidamos más a Xalapa, digamos qué le aportamos.
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